/ lunes 9 de mayo de 2022

Opinión


No hay un bien, que no tenga un costo

Nada se obtiene, sin pagar un precio, porque el bien que deseamos, no se logra con solo estirar la mano. Lo que vale, cuesta; y si algo queremos, tenemos que pagar su precio.

Las aspiraciones, tienen un costo. Y de aquello que queremos obtener, es necesario pensar: ¿Cuánto estamos dispuestos a perder?

Cuando algo se logra, algo tendrá que perderse.

Hay bienes que tienen un alto costo, y a veces ignoramos, que es más lo que perdemos, que aquello que ganamos.

Pero, la ambición nos ciega; y nos impide ver, que por ganar algunas cosas, hemos llegado a perder las más valiosas.

Por eso, antes de buscar una ganancia, hay que hacer cálculos, y peguntarnos:

¿Cuánto nos va a costar aquello que deseamos alcanzar?

Tener dinero, también tiene un costo, y muchos sacrifican tiempo y juventud, con tal de ganar dinero, pero, lo que se pierde, no es renovable; y con dinero, no recuperamos lo perdido. Y es ahí, donde debemos afirmar: que el dinero cuesta caro.

Hacer el mal, también tiene un precio. Porque el daño causado, tarde o temprano, tendrá que pagarse.

Por tanto, antes de hacer un mal, tienes que preguntarte ¿Cuánto tendré que pagar por mi maldad? Porque lo que se da, es lo mismo que se recibe; tanto lo bueno, como lo malo.

Y desde que Adán y Eva, pecaron, ya nada es gratis. Por eso, Dios le dijo a Adán: que ganaría el pan, con el sudor de su frente. Ya desde entonces, nada se obtiene sin desgaste.

Aquí también aplica, la ley de la partida doble: “A todo cargo, corresponde un abono”. Es decir, cuando algo se gana, algo tendrá que perderse.


No hay un bien, que no tenga un costo

Nada se obtiene, sin pagar un precio, porque el bien que deseamos, no se logra con solo estirar la mano. Lo que vale, cuesta; y si algo queremos, tenemos que pagar su precio.

Las aspiraciones, tienen un costo. Y de aquello que queremos obtener, es necesario pensar: ¿Cuánto estamos dispuestos a perder?

Cuando algo se logra, algo tendrá que perderse.

Hay bienes que tienen un alto costo, y a veces ignoramos, que es más lo que perdemos, que aquello que ganamos.

Pero, la ambición nos ciega; y nos impide ver, que por ganar algunas cosas, hemos llegado a perder las más valiosas.

Por eso, antes de buscar una ganancia, hay que hacer cálculos, y peguntarnos:

¿Cuánto nos va a costar aquello que deseamos alcanzar?

Tener dinero, también tiene un costo, y muchos sacrifican tiempo y juventud, con tal de ganar dinero, pero, lo que se pierde, no es renovable; y con dinero, no recuperamos lo perdido. Y es ahí, donde debemos afirmar: que el dinero cuesta caro.

Hacer el mal, también tiene un precio. Porque el daño causado, tarde o temprano, tendrá que pagarse.

Por tanto, antes de hacer un mal, tienes que preguntarte ¿Cuánto tendré que pagar por mi maldad? Porque lo que se da, es lo mismo que se recibe; tanto lo bueno, como lo malo.

Y desde que Adán y Eva, pecaron, ya nada es gratis. Por eso, Dios le dijo a Adán: que ganaría el pan, con el sudor de su frente. Ya desde entonces, nada se obtiene sin desgaste.

Aquí también aplica, la ley de la partida doble: “A todo cargo, corresponde un abono”. Es decir, cuando algo se gana, algo tendrá que perderse.