Dios Jesucristo, hace unos 2,000 años, al estar predicando su Mensaje de Salvación y Vida Eterna a su pueblo judío, asimismo caminaba, avanzando en forma directa rumbo al Monte Calvario, y ejercía su Poder Divino para sanar a todas las persona que a El eran traídas, según Lucas 4:31-44 y 5:12-26 de la Biblia.
En efecto este Señor Cristo Salvador Pleno de Amor caminaba entonces para ofrendar Su Vida en Sacrificio en la cruz a favor de sus creyentes de todos los tiempos, incluidos nosotros, aquí ahora, porque su Palabra Divina Permanece para Siempre, según 1 Pedro 1:25 e Isaías 40:8; y, así lo podemos observar, curando a muchas personas, entre ellas a un leproso; a un paralítico dándole movilidad; sanando a la suegra de Pedro apóstol, e incluso echando fuera de un hombre a un demonio; porque el Poder de Dios Trino y Uno estaba en Jesús, para sanar en lo físico y espiritual.
Entonces, si así lo queremos, podemos acercarnos a Jesús, porque para ello, Dios el Padre, nos lo da crucificado en el Calvario, para que todo aquel que cree que Jesús nos Salva, no se pierda por siempre en el castigo del infierno, sino que tenga Vida Feliz Eterna, llena de Gozo en Su Cielo Divino, según Juan 3:16.
Vemos también a Cristo caminando hacia el Calvario, pero asimismo, escogiendo a sus discípulos tal como lo hizo con Levi que era cobrador de los tributos públicos, al cual llamó, diciéndole: “sígueme”, y así nos llama a todos aquí ahora, para seguirle, en el tiempo aceptable, en el Día de Salvación, según 2 Corintios 6:2, para expresarnos también Jesús: “Tus pecados te son perdonados”, según Lucas 5:20
Cristo, por ende, anhela con todo su Amor que todos nosotros, dejemos atrás el pecado, previo arrepentimiento ante El de toda maldad, para darnos el gran Banquete Espiritual de nuestra Salvación según Apocalipsis 3:20, ahora, que estamos próximos a conmemorar su Sacrificio, Muerte y Resurrección.
Estimado Lector: Jesús te invita a hacer tuyo su Camino, Verdad y Vida, según Juan 14:6, que es El Mismo avanzando hacia la cruz del Calvario, con sólo decirle con valentía, decisión y reflexión:
“Cristo, Señor Mío y Dios mío, ¡SALVAME!, me arrepiento ante Ti de mis pecados, perdóname, y límpiame con tu Sangre Divina derramada en la cruz del Calvario, creo en Ti y te recibo como Unico, Suficiente y Perfecto Salvador Personal”.
Si Dios permite continuaremos el viernes siguiente.