/ domingo 26 de mayo de 2024

Un camino...

«Sacrificio de su papá para que siguiera su vocación» Próximo Beato Moisés Lira Serafín

Art. 909

Cuando Dios elije y llama a alguien a vivir y a realizar una vocación, lo hace desde siempre y para siempre, encomendándole una misión. Así aconteció en Moisés que, a muy tierna edad dio pruebas de lo que Dios tenía deparado para él.

Las mediciones en el proceso vocacional son necesarias, por eso para Moisés la madre Victoria Ortega religiosa Josefina fue una persona de gran valor para él, ya que se interesó grandemente por el porvenir de Moisés, en quien veía dotes especiales: inteligencia despierta, sencillez, ingenuidad, candor, amor a la Eucaristía y al apostolado, todo ello indicios de una vocación sacerdotal y trató de cultivársela.

Un día le dijo: «Oye, Moisés, vamos a ir a Puebla para que conozcas a la señorita Petrita Munive», la madre le trató sobre la vocación sacerdotal, le dijo que, si quería ser sacerdote, a lo cual contestó: «Sí pero mi papá no puede». «Bueno, pero si tú quieres, podemos ayudarte.» «Y ¿quién me ayuda?» «Tú di si quieres, de lo demás no te preocupes.»

Consciente de la obediencia y dependencia filial que debía a su papá, Moisés respondió: «Pues vamos a ver que dice papá.»

Y de esa conversación se inició la comunicación entre la M. Victoria y Doña Petrita Munive acerca del niño.

Uno de los protegidos de Doña Petrita, el padre Enrique Rendón que acababa de ordenarse, cantó Misa el 8 de diciembre de 1908 y quedó libre la beca, circunstancia que aprovechó la madre Victoria para remediar la penuria de recursos de Moisés buscándole la protección de Doña Petrita, tía del padre Vicente Sedeño, Superior de los Felipenses, que tenía fama de santo. En uno de sus viajes a Puebla para recoger la pensión que doña Petrita daba al colegio de las niñas, le indicó sus proyectos e ilusiones:

«Doña Petrita: Ya acabó usted con el padre Eliseo Rendón. Ahora ¿con quién seguirá? Tengo un muchacho que yo creo está bueno para el Seminario. A ver si le ayudamos.» Pero, doña Petrita, que ya tenía experiencia, se cercioraba muy bien y respondió: «Habrá que ver que clase de muchacho es.»

La religiosa le dijo que ella conocía muy bien al papá, que era profesor, que el chico era piadoso.

«No basta» dijo Petrita, era muy lista, no se dejaba sorprender, sin embargo, se pusieron de acuerdo y la Madre quedó de llevarle al niño para que lo viera. Doña Petrita aceptó, pero puso como condición que el padre del muchacho renunciará por completo a él. Con la generosidad con que las almas sencillas hacen los sacrificios que Dios les pide, Don Pedro Lira, a pesar de que tenía predilección por su hijo Moisés, tanto por ser el más pequeño como porque casi no conoció el cariño maternal, le dio su consentimiento para que siguiera su vocación. Don Pedro se despidió de su hijo para no volverlo a ver sobre la tierra, pues murió pocos años después, el 21 de mayo de 1915, siendo novicio Misionero del Espíritu Santo.

«Sacrificio de su papá para que siguiera su vocación» Próximo Beato Moisés Lira Serafín

Art. 909

Cuando Dios elije y llama a alguien a vivir y a realizar una vocación, lo hace desde siempre y para siempre, encomendándole una misión. Así aconteció en Moisés que, a muy tierna edad dio pruebas de lo que Dios tenía deparado para él.

Las mediciones en el proceso vocacional son necesarias, por eso para Moisés la madre Victoria Ortega religiosa Josefina fue una persona de gran valor para él, ya que se interesó grandemente por el porvenir de Moisés, en quien veía dotes especiales: inteligencia despierta, sencillez, ingenuidad, candor, amor a la Eucaristía y al apostolado, todo ello indicios de una vocación sacerdotal y trató de cultivársela.

Un día le dijo: «Oye, Moisés, vamos a ir a Puebla para que conozcas a la señorita Petrita Munive», la madre le trató sobre la vocación sacerdotal, le dijo que, si quería ser sacerdote, a lo cual contestó: «Sí pero mi papá no puede». «Bueno, pero si tú quieres, podemos ayudarte.» «Y ¿quién me ayuda?» «Tú di si quieres, de lo demás no te preocupes.»

Consciente de la obediencia y dependencia filial que debía a su papá, Moisés respondió: «Pues vamos a ver que dice papá.»

Y de esa conversación se inició la comunicación entre la M. Victoria y Doña Petrita Munive acerca del niño.

Uno de los protegidos de Doña Petrita, el padre Enrique Rendón que acababa de ordenarse, cantó Misa el 8 de diciembre de 1908 y quedó libre la beca, circunstancia que aprovechó la madre Victoria para remediar la penuria de recursos de Moisés buscándole la protección de Doña Petrita, tía del padre Vicente Sedeño, Superior de los Felipenses, que tenía fama de santo. En uno de sus viajes a Puebla para recoger la pensión que doña Petrita daba al colegio de las niñas, le indicó sus proyectos e ilusiones:

«Doña Petrita: Ya acabó usted con el padre Eliseo Rendón. Ahora ¿con quién seguirá? Tengo un muchacho que yo creo está bueno para el Seminario. A ver si le ayudamos.» Pero, doña Petrita, que ya tenía experiencia, se cercioraba muy bien y respondió: «Habrá que ver que clase de muchacho es.»

La religiosa le dijo que ella conocía muy bien al papá, que era profesor, que el chico era piadoso.

«No basta» dijo Petrita, era muy lista, no se dejaba sorprender, sin embargo, se pusieron de acuerdo y la Madre quedó de llevarle al niño para que lo viera. Doña Petrita aceptó, pero puso como condición que el padre del muchacho renunciará por completo a él. Con la generosidad con que las almas sencillas hacen los sacrificios que Dios les pide, Don Pedro Lira, a pesar de que tenía predilección por su hijo Moisés, tanto por ser el más pequeño como porque casi no conoció el cariño maternal, le dio su consentimiento para que siguiera su vocación. Don Pedro se despidió de su hijo para no volverlo a ver sobre la tierra, pues murió pocos años después, el 21 de mayo de 1915, siendo novicio Misionero del Espíritu Santo.