El debate sobre la monogamia y su naturaleza en los seres humanos ha sido un tema de interés y controversia durante décadas. ¿Somos los humanos monógamos por naturaleza, o es la monogamia una construcción social impuesta por tradiciones, religiones e intereses estatales?
Con la creciente popularidad de conceptos como el poliamor, las relaciones abiertas y el intercambio de parejas, es crucial explorar estas cuestiones. Solo así, podemos entender que, más allá de cualquier norma social, lo importante es que cada individuo o pareja haga lo que considere mejor para su bienestar.
Históricamente, la monogamia ha sido promovida por diversas instituciones. Religiones y estados han abogado por relaciones monógamas como la base de una sociedad estable. Este modelo ha sido sostenido por tradiciones que valoran el compromiso exclusivo y la fidelidad. Sin embargo, la monogamia como norma universal ha sido cuestionada por diversas corrientes contemporáneas que defienden formas alternativas de relación.
Desde una perspectiva biológica, muy pocas especies de mamíferos son verdaderamente monógamas. La mayoría de los animales tienen múltiples parejas a lo largo de su vida. Según la investigación presentada en "Sex at Dawn", de Christopher Ryan y Cacilda Jethá, los humanos pre agrícolas vivían en sociedades que no practicaban la monogamia estricta.
Este estudio sugiere que la monogamia puede no ser una tendencia natural entre los humanos, sino más bien una adaptación cultural que surgió con el desarrollo de la agricultura y la propiedad privada.
El poliamor, como se explora en el libro "Anarquía Relacional: La revolución desde los vínculos" de Juan Carlos Pérez Cortés, ofrece una alternativa a la monogamia. Este modelo relacional permite que las personas tengan múltiples relaciones amorosas simultáneas, basadas en la honestidad y el consentimiento mutuo.
El poliamor se fundamenta en la premisa de que es posible amar a más de una persona a la vez sin que esto implique engaño o infidelidad. Esta forma de relacionarse busca liberar a las personas de las restricciones de la monogamia, promoviendo una mayor libertad y autenticidad en los vínculos.
Asimismo, el poliamor no debe confundirse con el intercambio de parejas o el swing, que se centra principalmente en el aspecto sexual. Porque el poliamor abarca tanto la conexión emocional como la física, enfatizando la importancia de la comunicación y la transparencia.
En este sentido, la tesis de Jacob Strandell sobre la anarquía relacional, destaca que las relaciones poliamorosas requieren una gestión cuidadosa de los sentimientos y las necesidades de todos los involucrados. Esto es algo que puede ser más complejo, pero también más gratificante que las relaciones monógamas tradicionales.
Por otro lado, es importante reconocer que la monogamia no es inherentemente negativa. Muchas personas encuentran satisfacción y seguridad en relaciones monógamas. Lo crucial es que estas decisiones sean tomadas libremente y no impuestas por expectativas externas.
La psiquiatra Stephanie Collier indica que cualquier modelo relacional debe priorizar el bienestar emocional y físico de los individuos. Por eso, las relaciones deben basarse en acuerdos y comunicación constante para ser saludables.
En última instancia, lo más importante es que cada individuo o pareja decida qué tipo de relación les conviene más. Ya sea monogamia, poliamor, relaciones abiertas o cualquier otra forma de vínculo. La esencia de cualquier relación exitosa radica en la comunicación abierta, el respeto mutuo y la capacidad de adaptarse a las necesidades cambiantes de los involucrados.
El debate sobre la monogamia y las formas alternativas de relacionarse pone de relieve la diversidad de la experiencia humana. No hay una respuesta única o correcta; lo esencial es que las personas elijan libremente cómo quieren vivir sus relaciones. La clave está en la comunicación y en respetar los acuerdos establecidos, garantizando así la satisfacción y el bienestar de todos los involucrados.