/ domingo 23 de junio de 2019

¿Por qué es necesario sufrir?

Hay quienes piensan que el sufrimiento es una pasión inútil, pero el sabio, lo ve de manera distinta. Aunque es cierto, que nadie quiere beber el trago amargo del dolor. Y por eso, hacemos de todo, con tal de evadir el sufrimiento; y en ese intento, cometemos muchos errores.

Por evitar el sufrimiento, terminamos padeciendo un dolor más profundo: la tristeza y el vacío. Porque una vida que no duele, acaba por perder su sentido. Ya que éste, nos habla del significado; y el sufrimiento significa algo.

Ya lo decía Benedicto XVI: “Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no exista el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún”. (Spe Salvi).

El amor, es lo que da sentido a nuestra vida. Pero olvidamos, que el amor también es dolor; y preferimos no amar, para no tener que sufrir. Por esa razón, huimos al compromiso del amor, para no tener que padecer.

Pero hay alguien, que nos ha enseñado el valor del sufrimiento, ese ser, es Jesús. Hoy, en el Evangelio de Lucas, el Señor le dice a sus discípulos:” Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho…y que resucite al tercer día”. El dolor es lo que nos moldea; y nos hace resurgir como hombres nuevos; para de esa manera, darle forma a nuestra identidad. El dolor nos recuerda quienes somos.

Porque una vida placentera nos hace olvidar lo que somos. Y el dolor es un mensaje. El dolor, está indicando algo. En cambio, el placer nos confunde, y no nos permite ver la realidad.

Por eso, Jesús le pregunta a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Y esto, para que tengamos claro quién es Jesús; él no vence con las armas, sino con un amor que duele. Es un Cristo que sufre, para así devolvernos la identidad pérdida; para que podamos ser hijos de Dios.

El sufrimiento, nos hace descubrir quienes somos, y hacia donde nos dirigimos. Por eso, Jesús habla del camino de dolor, que se dirige a la resurrección. El dolor, es el golpe que nos da forma, y nos transforma en hombres nuevos. El sufrimiento sale sobrando, cuando estamos conscientes de lo que somos, pero, cómo hemos olvidado nuestro ser, el dolor nos hace reubicarnos.

Porque es fácil perdernos entre tantas cuestiones; pero el dolor, nos hace retomar el camino. El sufrimiento, es una clara fuente de información.

Hay quienes piensan que el sufrimiento es una pasión inútil, pero el sabio, lo ve de manera distinta. Aunque es cierto, que nadie quiere beber el trago amargo del dolor. Y por eso, hacemos de todo, con tal de evadir el sufrimiento; y en ese intento, cometemos muchos errores.

Por evitar el sufrimiento, terminamos padeciendo un dolor más profundo: la tristeza y el vacío. Porque una vida que no duele, acaba por perder su sentido. Ya que éste, nos habla del significado; y el sufrimiento significa algo.

Ya lo decía Benedicto XVI: “Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no exista el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún”. (Spe Salvi).

El amor, es lo que da sentido a nuestra vida. Pero olvidamos, que el amor también es dolor; y preferimos no amar, para no tener que sufrir. Por esa razón, huimos al compromiso del amor, para no tener que padecer.

Pero hay alguien, que nos ha enseñado el valor del sufrimiento, ese ser, es Jesús. Hoy, en el Evangelio de Lucas, el Señor le dice a sus discípulos:” Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho…y que resucite al tercer día”. El dolor es lo que nos moldea; y nos hace resurgir como hombres nuevos; para de esa manera, darle forma a nuestra identidad. El dolor nos recuerda quienes somos.

Porque una vida placentera nos hace olvidar lo que somos. Y el dolor es un mensaje. El dolor, está indicando algo. En cambio, el placer nos confunde, y no nos permite ver la realidad.

Por eso, Jesús le pregunta a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Y esto, para que tengamos claro quién es Jesús; él no vence con las armas, sino con un amor que duele. Es un Cristo que sufre, para así devolvernos la identidad pérdida; para que podamos ser hijos de Dios.

El sufrimiento, nos hace descubrir quienes somos, y hacia donde nos dirigimos. Por eso, Jesús habla del camino de dolor, que se dirige a la resurrección. El dolor, es el golpe que nos da forma, y nos transforma en hombres nuevos. El sufrimiento sale sobrando, cuando estamos conscientes de lo que somos, pero, cómo hemos olvidado nuestro ser, el dolor nos hace reubicarnos.

Porque es fácil perdernos entre tantas cuestiones; pero el dolor, nos hace retomar el camino. El sufrimiento, es una clara fuente de información.