Que el temor del futuro, no empañe nuestro presente
Sólo se vive bien, cuando vivimos en el presente.
Pero siempre, estamos volteando hacia el pasado; porque lamentamos el dolor de lo vivido, o añoramos, lo bueno que se fue.
Aunque también, vivimos mirando hacia el futuro; preocupados por lo que no sabemos, si vaya a suceder.
Y hemos olvidado vivir el presente, que es lo único que tenemos.
El pasado ya no está, e ignoramos cómo será el futuro.
Pasado y futuro, pueden llegar a ser, los enemigos más peligrosos, de una vida dichosa.
Son muchos, los que han dejado de vivir, porque se han atado al pasado.
Y otros, se han adelantado al futuro; que les causa preocupación, a pesar de que es incierto.
Y después, viviremos lamentando, que el tiempo se haya ido, sin haberlo advertido; pero fuimos nosotros, quienes nos adelantamos a vivir, lo que aún no llegaba.
Decía San Agustín, en sus confesiones: “…porque se teme la adversidad, y se corrompe el gozo”.
(Conf.) Hoy podemos ser dichosos, pero el miedo del futuro, nos hecha a perder la felicidad del presente.
Hay que vivir de la fe, para que los fantasmas del futuro, no nos impidan gozar del hoy.
Por tanto, aprendamos a vivir, viviendo el presente; y dejemos, que, del futuro, sea Dios, quien se haga cargo.
No dejemos que se nos vaya la vida, sin haber vivido plenamente el presente.
Y después, viviremos lamentando, que el tiempo se haya ido, sin haberlo advertido; pero fuimos nosotros, quienes nos adelantamos a vivir, lo que aún no llegaba