Por Pbro. Lic. Salvador González Vásquez
Estamos en riesgo de quedar atrapados, y cuando menos lo imaginamos, ya nos enganchamos de cualquier situación.
Las ataduras, son cadenas que no nos dejan vivir.
Pero, que fácil es engancharse de lo que sea; y más aún, siempre nos aferramos a lo que no depende de nosotros; y aunque no dependa de nosotros, lo hacemos depender.
Ya que, estamos expuestos, a quedar atados de personas y cosas. Y eso, es un obstáculo que no nos deja vivir.
La vida, es el camino que debemos recorrer, pero siempre está el riesgo de quedar a media ruta, sin concluir el camino, y una vez, que caemos en la trampa, ya no queremos vivir, porque hemos dejado de avanzar.
Y, no estamos aquí para vivir atados, aunque, los malos afectos nos cieguen, y nos aten a sentimientos que arrebatan la paz.
Por eso, Cristo vino al mundo para liberarnos, y que seamos libres. Por eso, qué necesario es voltear hacia Dios, para que nos libere y nos ayude a ver, en dónde está la trampa.
Dice la Escritura, que una vez que Lázaro fue resucitado: “Jesús les dijo: Desátenlo, para que pueda andar”.(Jn.11).
Esa orden, ha quedado vigente, porque, Dios nos pide; que no vivamos atados a nadie, ni ser la trampa que roba la libertad. Porque fuimos hechos para vivir libres.
El Señor, nos dice a cada uno de nosotros: ¡Desátate! Para que puedas vivir; no permanezcas atado al pasado, ni a cualquier sentimiento. Porque eso, no es libertad, ni mucho menos, vida.
Pbro. Lic. Salvador González Vásquez.