/ lunes 25 de abril de 2022

No pidas lo que no quieres

No hay que pedir, tan sólo por pedir; porque a veces, ni siquiera sabemos lo que estamos pidiendo.

Pedir, tan sólo por pedir, nos hace equivocarnos; porque así, estaremos pidiendo, lo que en fondo, no queremos. Por eso, que importante es revisar, lo que vamos a pedir.

No por nada, hay un texto del Evangelio donde Jesús nos dice: “Cuánto más, el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”. (Lc.11). Por eso, lo primero que hay que pedir, es el Espíritu de Dios, para que alumbre el pensamiento, y nos ayude a entender bien, qué es lo que estamos pidiendo. Ya que a veces, pedimos algo, rogando a Dios no obtenerlo. Y todo, porque en el fondo, no estamos bien convencidos, de lo que pedimos.

Por lo mismo, alguna vez, Jesús le pregunto a un ciego: “ Qué quieres que haga por ti”. (Lc.8). Y todo, porque hay ciegos que no quieren ver. Y le pedimos a Dios, que podamos ver, cuando en realidad, no queremos abrir los ojos.

Por eso mismo, no pidas, lo que en realidad no quieres. Para que luego no te quejes, de que Dios no te escucha.

Mejor sigamos el consejo del Señor, y pidamos primero al Espíritu Santo; para que sepamos bien, lo que vamos a pedir.

No hay que pedir, tan sólo por pedir; porque a veces, ni siquiera sabemos lo que estamos pidiendo.

Pedir, tan sólo por pedir, nos hace equivocarnos; porque así, estaremos pidiendo, lo que en fondo, no queremos. Por eso, que importante es revisar, lo que vamos a pedir.

No por nada, hay un texto del Evangelio donde Jesús nos dice: “Cuánto más, el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”. (Lc.11). Por eso, lo primero que hay que pedir, es el Espíritu de Dios, para que alumbre el pensamiento, y nos ayude a entender bien, qué es lo que estamos pidiendo. Ya que a veces, pedimos algo, rogando a Dios no obtenerlo. Y todo, porque en el fondo, no estamos bien convencidos, de lo que pedimos.

Por lo mismo, alguna vez, Jesús le pregunto a un ciego: “ Qué quieres que haga por ti”. (Lc.8). Y todo, porque hay ciegos que no quieren ver. Y le pedimos a Dios, que podamos ver, cuando en realidad, no queremos abrir los ojos.

Por eso mismo, no pidas, lo que en realidad no quieres. Para que luego no te quejes, de que Dios no te escucha.

Mejor sigamos el consejo del Señor, y pidamos primero al Espíritu Santo; para que sepamos bien, lo que vamos a pedir.