/ domingo 3 de febrero de 2019

Imagen, Estilo y algo más

Durante los últimos días, al iniciar este año 2019, hemos recibido noticias de fallecimientos de personas muy queridas, la primera de ellas, la señora Magdalena Anaya de Montemayor, mi querida Mamaga, cuyo fallecimiento me tomó por sorpresa, al encontrarme de vacaciones fuera de San Luis, lejos de la ciudad. No hubo chance de despedirme de ella, de decirle tantas cosas que a veces le decía cuando la veía.

Aunque se encontraba un poco delicada de salud, el impacto de su fallecimiento vino a marcar mi vida, recordé cómo desde niña convivíamos por ser vecinas en la calle de Carranza en el centro; sus hijos, mis amigos, fueron mis primeros hermanos, desde pequeña. Los hermanos que nunca tuve.

Ella me enseñó desde a hacer el agua de limón, el arroz blanco y las sincronizadas, hasta tejer con dos agujas, desde niña, cosas que se quedan marcadas para siempre. Con ella recé, comí, cené, desayuné y viaje; le aprendí a ser guerrera, ella, viuda desde muy joven y con 5 hijos, los sacó adelante con gran heroísmo, con gran valentía, sin miedo a la vida. Mis padres, cuando se iban al cine, me dejaban a su cuidado en su casa, donde convivía con sus hijos. Nos ponía la televisión para ver el Teatro Fantástico de Cachirulo, el famoso Teatro Familiar de la Azteca, los cuentos de Enrique Alonso.

Fumaba, reía, soñaba, vivía entregada a su trabajo en la entonces Galerías Gubert´s. No escatimaba el tiempo de su trabajo, entregada totalmente. De hecho, recuerdo que por trabajar tanto, en una ocasión, le dio una parálisis facial, muy joven todavía.

Siempre me aconsejó. Quería y amaba a mis hijas, a quienes también aconsejaba; nos hablaba fuerte, con energía, pero siempre con un profundo amor hacia nosotras. A mis hijas siempre les dijo “cuiden a su mamá, pórtense bien y estudien”. Nos regañaba cuando algo no le parecía, también nos apapachaba, y siempre, siempre, nos daba su bendición.

De niña, en misa de 1, en la Iglesia de la Compañía, los domingos, qué esperanzas que hiciéramos ruido o nos distrajéramos, de inmediato nos aplicaba el tradicional “pellizco” en el brazo. Esos pellizcos y regaños que ahora se agradecen.

Cuando murió mi madre, estuvo conmigo orientándome, rezando en la capilla, diciéndome que la dejara ir, que todo iba a estar bien. Siempre le dije que la quería, que la amaba, siempre le agradecí todo lo que de ella aprendí. Siempre me bendecía, guardo en mi corazón su bendición y sus oraciones.

Después, cuando falleció mi padre, pasó lo mismo, aconsejándome, nunca me dejó sola, me hablaba siempre de la fortaleza; me dio consuelo, apapachos y su cariño inmenso. Descanse en paz quien siempre estuvo y estará en mi corazón. ¡Gracias por tanto, mi querida Mamaga!

Después, hace apenas dos semanas, el intempestivo fallecimiento de otra gran señora, a la cual también quería mucho, la señora Susana Robles Gil de Gaviño, de ella aprendí también a ser guerrera, fuerte, amable, honesta y cariñosa. Con sus 13 hijos y su esposo, el doctor Jesús Gaviño, formaron una gran familia, muy querida por muchos.

De joven, recuerdo que siempre íbamos a los bailes de los lanceros de La Lonja, siempre con ellos; si no era con ellos, no me dejaban ir. Bailando toda la noche, hasta la madrugada, y después no podía faltar ir a “los faroles”, al pozole o a los taquitos de “la cigarra”.

Al igual que Mamaga, la señora Susy siempre estuvo fortaleciéndome durante ms pérdidas, tanto de mi madre como de mi padre. Cuando pasaba algún problema en mi trabajo, siempre me aconsejaba, me orientaba a tomar la mejor decisión.

Cuando llegaba a su casa, siempre me ofrecía ese pay de queso delicioso que siempre hacía acompañado de su cafecito. Compartía conmigo tips de cocina. Siempre con una sonrisa. Cuando le platicaba algo de alguien que me había hecho daño, en alguna situación, también se enojaba, siempre se ponía en los zapatos de una, tomaba las cosas como si fueran de ella, siempre atenta, siempre dando el consejo atinado, el comentario certero.

Ella también me confiaba algunas cosas, lo cual agradecí siempre que me brindara su confianza. También le dije que la quería y que la admiraba.

Así pues, en tan solo 3 semanas, se me fueron dos grandes reinas, dos señoras a quienes les aprendí muchísimo a lo largo de mi vida. Hoy, las recuerdo con todo mi cariño y admiración, agradeciendo todo y tanto.

Abrazo con gran cariño, en primer término, a los hijos de Mamaga: Enrique, Maga, Lula, Marcela y Laurita. Y a los hijos de la señora Susy: Jesús Alfonso, Alberto, Gustavo, Eduardo, Susy, Sandra. Sairy, Sonia, Silvia. Soraya. Sabrina, Sulema y Selene. El pasado muere, el presente vive, los recuerdos quedan y la vida sigue.

Me despido con la siguiente reflexión: Aunque el mundo se vuelva a caer, aunque el alma te vuelva a doler, aunque la persona que quieras te quiera perder, aunque pocos valoren tu forma de ser, vas a poder. Porque el amor que diste, de alguna forma, la vida te lo va a devolver. Tranquila, mañana será mejor que ayer. Que tengan una excelente semana y les invito para que nos escriban a la siguiente dirección: anavaldez@prodigy.net.mx y en Facebook: Facebook.com/anamariavaldezcastrejon, en twitter @anacastrejon

Durante los últimos días, al iniciar este año 2019, hemos recibido noticias de fallecimientos de personas muy queridas, la primera de ellas, la señora Magdalena Anaya de Montemayor, mi querida Mamaga, cuyo fallecimiento me tomó por sorpresa, al encontrarme de vacaciones fuera de San Luis, lejos de la ciudad. No hubo chance de despedirme de ella, de decirle tantas cosas que a veces le decía cuando la veía.

Aunque se encontraba un poco delicada de salud, el impacto de su fallecimiento vino a marcar mi vida, recordé cómo desde niña convivíamos por ser vecinas en la calle de Carranza en el centro; sus hijos, mis amigos, fueron mis primeros hermanos, desde pequeña. Los hermanos que nunca tuve.

Ella me enseñó desde a hacer el agua de limón, el arroz blanco y las sincronizadas, hasta tejer con dos agujas, desde niña, cosas que se quedan marcadas para siempre. Con ella recé, comí, cené, desayuné y viaje; le aprendí a ser guerrera, ella, viuda desde muy joven y con 5 hijos, los sacó adelante con gran heroísmo, con gran valentía, sin miedo a la vida. Mis padres, cuando se iban al cine, me dejaban a su cuidado en su casa, donde convivía con sus hijos. Nos ponía la televisión para ver el Teatro Fantástico de Cachirulo, el famoso Teatro Familiar de la Azteca, los cuentos de Enrique Alonso.

Fumaba, reía, soñaba, vivía entregada a su trabajo en la entonces Galerías Gubert´s. No escatimaba el tiempo de su trabajo, entregada totalmente. De hecho, recuerdo que por trabajar tanto, en una ocasión, le dio una parálisis facial, muy joven todavía.

Siempre me aconsejó. Quería y amaba a mis hijas, a quienes también aconsejaba; nos hablaba fuerte, con energía, pero siempre con un profundo amor hacia nosotras. A mis hijas siempre les dijo “cuiden a su mamá, pórtense bien y estudien”. Nos regañaba cuando algo no le parecía, también nos apapachaba, y siempre, siempre, nos daba su bendición.

De niña, en misa de 1, en la Iglesia de la Compañía, los domingos, qué esperanzas que hiciéramos ruido o nos distrajéramos, de inmediato nos aplicaba el tradicional “pellizco” en el brazo. Esos pellizcos y regaños que ahora se agradecen.

Cuando murió mi madre, estuvo conmigo orientándome, rezando en la capilla, diciéndome que la dejara ir, que todo iba a estar bien. Siempre le dije que la quería, que la amaba, siempre le agradecí todo lo que de ella aprendí. Siempre me bendecía, guardo en mi corazón su bendición y sus oraciones.

Después, cuando falleció mi padre, pasó lo mismo, aconsejándome, nunca me dejó sola, me hablaba siempre de la fortaleza; me dio consuelo, apapachos y su cariño inmenso. Descanse en paz quien siempre estuvo y estará en mi corazón. ¡Gracias por tanto, mi querida Mamaga!

Después, hace apenas dos semanas, el intempestivo fallecimiento de otra gran señora, a la cual también quería mucho, la señora Susana Robles Gil de Gaviño, de ella aprendí también a ser guerrera, fuerte, amable, honesta y cariñosa. Con sus 13 hijos y su esposo, el doctor Jesús Gaviño, formaron una gran familia, muy querida por muchos.

De joven, recuerdo que siempre íbamos a los bailes de los lanceros de La Lonja, siempre con ellos; si no era con ellos, no me dejaban ir. Bailando toda la noche, hasta la madrugada, y después no podía faltar ir a “los faroles”, al pozole o a los taquitos de “la cigarra”.

Al igual que Mamaga, la señora Susy siempre estuvo fortaleciéndome durante ms pérdidas, tanto de mi madre como de mi padre. Cuando pasaba algún problema en mi trabajo, siempre me aconsejaba, me orientaba a tomar la mejor decisión.

Cuando llegaba a su casa, siempre me ofrecía ese pay de queso delicioso que siempre hacía acompañado de su cafecito. Compartía conmigo tips de cocina. Siempre con una sonrisa. Cuando le platicaba algo de alguien que me había hecho daño, en alguna situación, también se enojaba, siempre se ponía en los zapatos de una, tomaba las cosas como si fueran de ella, siempre atenta, siempre dando el consejo atinado, el comentario certero.

Ella también me confiaba algunas cosas, lo cual agradecí siempre que me brindara su confianza. También le dije que la quería y que la admiraba.

Así pues, en tan solo 3 semanas, se me fueron dos grandes reinas, dos señoras a quienes les aprendí muchísimo a lo largo de mi vida. Hoy, las recuerdo con todo mi cariño y admiración, agradeciendo todo y tanto.

Abrazo con gran cariño, en primer término, a los hijos de Mamaga: Enrique, Maga, Lula, Marcela y Laurita. Y a los hijos de la señora Susy: Jesús Alfonso, Alberto, Gustavo, Eduardo, Susy, Sandra. Sairy, Sonia, Silvia. Soraya. Sabrina, Sulema y Selene. El pasado muere, el presente vive, los recuerdos quedan y la vida sigue.

Me despido con la siguiente reflexión: Aunque el mundo se vuelva a caer, aunque el alma te vuelva a doler, aunque la persona que quieras te quiera perder, aunque pocos valoren tu forma de ser, vas a poder. Porque el amor que diste, de alguna forma, la vida te lo va a devolver. Tranquila, mañana será mejor que ayer. Que tengan una excelente semana y les invito para que nos escriban a la siguiente dirección: anavaldez@prodigy.net.mx y en Facebook: Facebook.com/anamariavaldezcastrejon, en twitter @anacastrejon