/ miércoles 11 de abril de 2018

Cuatro Pueblos

A la mejor la culpa fue del camino. Mejor dicho, primeramente de la vereda, quien al paso del tiempo se fue ensanchando por pisadas de ganado, rodar de carretas y tantísima gente como fue naciendo, quienes no paraban de secar las plantas a los lados del sendero y, de esta manera, paso a paso, ir forjando un camino ancho en donde no solo los caballos pudieran desbocar su prisa, sino también las carretas tuvieran la oportunidad de llevar bastimento, harto y suficiente bastimento a los cuatro pueblos. Porque de haber, había mucho campo para que se dieran más pueblos, pero se dice que el trazo del camino ya estaba tratado (por quienes tratan las cosas y no requieren de ningún consentimiento…), y era solo para cuatro pueblos. Cuatro pueblos debían formarse en ese espacio y en ese tiempo.

En las iglesias, agua bendita contenida en piedra bajada del cerro, sin huella alguna de cal o de cemento. De una sola pieza para hacer y poder del bautismo, un sacramento.

Así las cosas, ahora mismo algunos dicen que la culpa de haber tenido al brujo rondando todita su vida por los cuatro pueblos, es por razón de que el camino no tuvo ahijaderos y, por lo mismo, nunca se empeñó en la tarea de chorrear veredas, porque cuando lo hizo, hombres y bestias, sin saber cómo, envueltos en una bruma que parecía emanar de su propio aliento, regresaban al camino que desde siempre se llamó de los cuatro pueblos.

Todo fue arreglado pues, en tiempo y forma en el sitio en donde se tratan las cosas..., desde la anchura del camino que uniría solamente a cuatro pueblos, ni uno más, ni uno menos. Igualmente se convino el color de las palmas, su fantasmal apariencia y color amarillento, nido de lechuzas y divisadero de cuervos, se habló y dijo de los acobachados nidos de coyotes, de lagartijas y serpientes que se abrazan por la noche ocultándose de la luna a la sombra de los huizachales, se habló del quebrantahuesos, del brujo y de los vientos.

De pronto a este cementerio llegan despojos cuyo origen no es reconocido como el de quienes aquí nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron... Tal y como la muchacha, ajena al color de estas tierras obscuras y quien a sus tres años de estar aquí, más que muerta, aún se resiste a creer que ya no tiene ojos para ver la lluvia ni hay manos ajenas para acariciar su cuerpo.

Quienes estuvieron presentes en ese desenlace de accidente mortal, culpan a la fragilidad del pie de muñeca en cuerpo de mujer enamorada, quien no pudo sostener el peso de María Fernanda... Ocho meses y domingo tras domingo se dio la visita del joven enamorado. Ocho meses y solo Dios sabe por qué no más... Y en ese su andar de siempre para atrás alrededor del cementerio, el brujo de los cuatro pueblos sentía plomo derretido en los oídos al grito del dolor que solo puede nacer en las entrañas de quien conoce el amor... Algún domingo pues, trató de verlo frente a frente, cuando el enamorado joven se retiraba después de llorar en la tumba de María Fernanda. Pero al brujo le dio miedo

Tres años han pasado desde la última visita que recibió María Fernanda. Seguramente que no es casualidad el que a partir de esta fecha el brujo de los cuatro pueblos sea el primero en salir en cuanto llega la hora del permiso señalado…, y se han llegado a escuchar comentarios entre búhos y arañas panteoneras, en el sentido de que el rápido andar, siempre hacia atrás del hechicero, se ha vuelto lento, fantasmal, perezoso y tardío, en cuanto de pasar se trata cerca de la tumba de María Fernanda. Y es de entender: los brujos también se saben enamorar.

A la mejor la culpa fue del camino. Mejor dicho, primeramente de la vereda, quien al paso del tiempo se fue ensanchando por pisadas de ganado, rodar de carretas y tantísima gente como fue naciendo, quienes no paraban de secar las plantas a los lados del sendero y, de esta manera, paso a paso, ir forjando un camino ancho en donde no solo los caballos pudieran desbocar su prisa, sino también las carretas tuvieran la oportunidad de llevar bastimento, harto y suficiente bastimento a los cuatro pueblos. Porque de haber, había mucho campo para que se dieran más pueblos, pero se dice que el trazo del camino ya estaba tratado (por quienes tratan las cosas y no requieren de ningún consentimiento…), y era solo para cuatro pueblos. Cuatro pueblos debían formarse en ese espacio y en ese tiempo.

En las iglesias, agua bendita contenida en piedra bajada del cerro, sin huella alguna de cal o de cemento. De una sola pieza para hacer y poder del bautismo, un sacramento.

Así las cosas, ahora mismo algunos dicen que la culpa de haber tenido al brujo rondando todita su vida por los cuatro pueblos, es por razón de que el camino no tuvo ahijaderos y, por lo mismo, nunca se empeñó en la tarea de chorrear veredas, porque cuando lo hizo, hombres y bestias, sin saber cómo, envueltos en una bruma que parecía emanar de su propio aliento, regresaban al camino que desde siempre se llamó de los cuatro pueblos.

Todo fue arreglado pues, en tiempo y forma en el sitio en donde se tratan las cosas..., desde la anchura del camino que uniría solamente a cuatro pueblos, ni uno más, ni uno menos. Igualmente se convino el color de las palmas, su fantasmal apariencia y color amarillento, nido de lechuzas y divisadero de cuervos, se habló y dijo de los acobachados nidos de coyotes, de lagartijas y serpientes que se abrazan por la noche ocultándose de la luna a la sombra de los huizachales, se habló del quebrantahuesos, del brujo y de los vientos.

De pronto a este cementerio llegan despojos cuyo origen no es reconocido como el de quienes aquí nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron... Tal y como la muchacha, ajena al color de estas tierras obscuras y quien a sus tres años de estar aquí, más que muerta, aún se resiste a creer que ya no tiene ojos para ver la lluvia ni hay manos ajenas para acariciar su cuerpo.

Quienes estuvieron presentes en ese desenlace de accidente mortal, culpan a la fragilidad del pie de muñeca en cuerpo de mujer enamorada, quien no pudo sostener el peso de María Fernanda... Ocho meses y domingo tras domingo se dio la visita del joven enamorado. Ocho meses y solo Dios sabe por qué no más... Y en ese su andar de siempre para atrás alrededor del cementerio, el brujo de los cuatro pueblos sentía plomo derretido en los oídos al grito del dolor que solo puede nacer en las entrañas de quien conoce el amor... Algún domingo pues, trató de verlo frente a frente, cuando el enamorado joven se retiraba después de llorar en la tumba de María Fernanda. Pero al brujo le dio miedo

Tres años han pasado desde la última visita que recibió María Fernanda. Seguramente que no es casualidad el que a partir de esta fecha el brujo de los cuatro pueblos sea el primero en salir en cuanto llega la hora del permiso señalado…, y se han llegado a escuchar comentarios entre búhos y arañas panteoneras, en el sentido de que el rápido andar, siempre hacia atrás del hechicero, se ha vuelto lento, fantasmal, perezoso y tardío, en cuanto de pasar se trata cerca de la tumba de María Fernanda. Y es de entender: los brujos también se saben enamorar.

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