/ domingo 20 de mayo de 2018

Cuando tu enemigo es una posibilidad para mejorar en todos los aspectos de tu vida

Nadie quisiéramos tener enemigos, y bastar ver cómo nos esforzamos por evitarlos; pero hay veces, que nos libramos de uno, y surge otro más fuerte que el anterior. Todo eso, nos hace pensar que los enemigos son algo inevitable. Pero no es fácil vivir sin adversidades; tampoco es fácil, evitar que nos dañen.

Sería bueno preguntarnos: ¿Por qué Dios permite que tengamos enemigos? La Escritura dice, que todo lo que nos pasa es para bien. Y aunque necesitamos de los amigos, también son necesarios los enemigos. Porque si no hay obstáculos, tampoco hay avances.

Para el que ve lo positivo, no es difícil reconocer, que mucho de lo que hemos logrado, es gracias a nuestros adversarios. La lucha por vencer al enemigo, nos hace fuertes. Y si no tuviéramos adversarios, no lograríamos hacer mucho.

Hay que reconocer, que por la hostilidad del enemigo, alguien pudo alcanzar la posición que ahora ocupa. Y todo, porque la dureza de los contrarios nos hace ser más exigentes con nosotros mismos.

En cambio, nuestros “amigos” con sus adulaciones y cumplidos, hacen que nos instalemos y nos volvamos conformistas. Las alabanzas de los amigos, nos hacen dormir en nuestros laureles. Es decir, las glorias que recibimos de los amigos, nos pueden volver perezosos. Y eso, ya no deja que nos esforzamos por mejorar.

Pero la crítica del enemigo, nos empuja a superarnos. Y es así, que caemos en la cuenta, de que el enemigo, lejos de ser un obstáculo, es una posibilidad. En esta vida, necesitamos de todos, hasta de los enemigos. Éstos, con su silencio mal intencionado su crítica destructiva, nos empujan a perfeccionar lo que vamos haciendo. Y así, es como el enemigo se convierte en la posibilidad de superar muchas carencias.

Tenemos mucho que agradecer a nuestros adversarios; porque sin ellos, tal vez no hubiéramos hecho tan bien las cosas. Y sin su competencia, jamás nos hubiéramos pulido, para mejorar nuestros actos.

Nadie quisiéramos tener enemigos, y bastar ver cómo nos esforzamos por evitarlos; pero hay veces, que nos libramos de uno, y surge otro más fuerte que el anterior. Todo eso, nos hace pensar que los enemigos son algo inevitable. Pero no es fácil vivir sin adversidades; tampoco es fácil, evitar que nos dañen.

Sería bueno preguntarnos: ¿Por qué Dios permite que tengamos enemigos? La Escritura dice, que todo lo que nos pasa es para bien. Y aunque necesitamos de los amigos, también son necesarios los enemigos. Porque si no hay obstáculos, tampoco hay avances.

Para el que ve lo positivo, no es difícil reconocer, que mucho de lo que hemos logrado, es gracias a nuestros adversarios. La lucha por vencer al enemigo, nos hace fuertes. Y si no tuviéramos adversarios, no lograríamos hacer mucho.

Hay que reconocer, que por la hostilidad del enemigo, alguien pudo alcanzar la posición que ahora ocupa. Y todo, porque la dureza de los contrarios nos hace ser más exigentes con nosotros mismos.

En cambio, nuestros “amigos” con sus adulaciones y cumplidos, hacen que nos instalemos y nos volvamos conformistas. Las alabanzas de los amigos, nos hacen dormir en nuestros laureles. Es decir, las glorias que recibimos de los amigos, nos pueden volver perezosos. Y eso, ya no deja que nos esforzamos por mejorar.

Pero la crítica del enemigo, nos empuja a superarnos. Y es así, que caemos en la cuenta, de que el enemigo, lejos de ser un obstáculo, es una posibilidad. En esta vida, necesitamos de todos, hasta de los enemigos. Éstos, con su silencio mal intencionado su crítica destructiva, nos empujan a perfeccionar lo que vamos haciendo. Y así, es como el enemigo se convierte en la posibilidad de superar muchas carencias.

Tenemos mucho que agradecer a nuestros adversarios; porque sin ellos, tal vez no hubiéramos hecho tan bien las cosas. Y sin su competencia, jamás nos hubiéramos pulido, para mejorar nuestros actos.