/ domingo 24 de junio de 2018

Artículo Dominical

LA LUCHA INÚTIL POR EL PODER

La vida se nos va en tratar de ser más que los demás, y la comparación nos persigue como una sombra. El hombre sufre por no ser como el otro; y se atormenta porque vive comparándose con sus semejantes. Pero lo peor, no es tanto la comparación, sino que siempre nos equivocamos a la hora de comparar.

El hombre es ciego para ver las cualidades. Pero es muy duro consigo mismo; no se perdona el no ser como “fulano de tal”. Y nos pasamos la vida, lamentando el no tener o ser como es el otro. Y de ahí, surge la rivalidad y la lucha por el poder.

Decía Nietzsche, que la vida es voluntad de poder. Aunque parece que esa voluntad de poder es la lucha por sobrevivir. Y por eso decía Schopenhauer: “…cada individuo se siente a sí mismo como la única voluntad de vivir, y se afana por mantener su vida por encima de todas las demás”.

Y Hobbes recogió de Plauto la frase: “homo homini lupus”. Es decir, “El hombre es un lobo para el hombre”. Y después dirá Schopenhauer: “La vida es perpetuo dolor y perpetua lucha de egoísmos”. Y en eso, también se nos va la vida.

Es cierto, el hombre tiene unas ansias irrefrenables por reafirmarse en el ser. Es decir, siempre busca hacerse sentir, y darse a notar. Esa, es una necesidad metafísica; pero no es sano, el reafirmarse destruyendo lo que te rodea, porque acabas destruyéndote a ti mismo.

Es inútil, pretender ser más que los demás; porque nadie es más que el otro, solo somos diferentes. Y absurda, es la lucha por el poder. Porque nunca tendremos el control de todo; se gana el mundo, pero perdemos el control de nosotros mismos. Y a partir de esto, diríamos como J. P. Sartre, “La vida es una pasión inútil”. Porque inútilmente luchamos por el poder, y eso nos lleva a perder la paz.

La vida, dejará de ser una pasión inútil, cuando luchemos por ser nosotros mismos, sin comparaciones; cuando la medida para realizarnos, no sea el otro, sino el desarrollo de nuestras propias cualidades.

El hombre se atormenta al compararse, y eso, es algo inútil. Porque así, nos medimos en base a los demás. Y nunca vamos a dar, ni lo que debemos, ni lo que podemos; solo daremos lo que nos ayude a estar por encima del otro.

Por mucho esfuerzo que hagamos, nunca lograremos ser como el otro. Porque cada quien es único, y no hay otro igual. Y la vida no se hizo para superar al otro, sino para superarnos a nosotros mismos, para potenciar nuestras capacidades.

Es muy sencillo destruir al otro, y juzgarlo equivocadamente, con tal de no sentirnos menos. Pero eso, es vivir en el engaño. Y lo que nos hace sobresalir, no es la comparación ni la crítica destructiva, sino la superación de uno mismo. No superes al otro; descúbrete, y supérate a ti mismo.




LA LUCHA INÚTIL POR EL PODER

La vida se nos va en tratar de ser más que los demás, y la comparación nos persigue como una sombra. El hombre sufre por no ser como el otro; y se atormenta porque vive comparándose con sus semejantes. Pero lo peor, no es tanto la comparación, sino que siempre nos equivocamos a la hora de comparar.

El hombre es ciego para ver las cualidades. Pero es muy duro consigo mismo; no se perdona el no ser como “fulano de tal”. Y nos pasamos la vida, lamentando el no tener o ser como es el otro. Y de ahí, surge la rivalidad y la lucha por el poder.

Decía Nietzsche, que la vida es voluntad de poder. Aunque parece que esa voluntad de poder es la lucha por sobrevivir. Y por eso decía Schopenhauer: “…cada individuo se siente a sí mismo como la única voluntad de vivir, y se afana por mantener su vida por encima de todas las demás”.

Y Hobbes recogió de Plauto la frase: “homo homini lupus”. Es decir, “El hombre es un lobo para el hombre”. Y después dirá Schopenhauer: “La vida es perpetuo dolor y perpetua lucha de egoísmos”. Y en eso, también se nos va la vida.

Es cierto, el hombre tiene unas ansias irrefrenables por reafirmarse en el ser. Es decir, siempre busca hacerse sentir, y darse a notar. Esa, es una necesidad metafísica; pero no es sano, el reafirmarse destruyendo lo que te rodea, porque acabas destruyéndote a ti mismo.

Es inútil, pretender ser más que los demás; porque nadie es más que el otro, solo somos diferentes. Y absurda, es la lucha por el poder. Porque nunca tendremos el control de todo; se gana el mundo, pero perdemos el control de nosotros mismos. Y a partir de esto, diríamos como J. P. Sartre, “La vida es una pasión inútil”. Porque inútilmente luchamos por el poder, y eso nos lleva a perder la paz.

La vida, dejará de ser una pasión inútil, cuando luchemos por ser nosotros mismos, sin comparaciones; cuando la medida para realizarnos, no sea el otro, sino el desarrollo de nuestras propias cualidades.

El hombre se atormenta al compararse, y eso, es algo inútil. Porque así, nos medimos en base a los demás. Y nunca vamos a dar, ni lo que debemos, ni lo que podemos; solo daremos lo que nos ayude a estar por encima del otro.

Por mucho esfuerzo que hagamos, nunca lograremos ser como el otro. Porque cada quien es único, y no hay otro igual. Y la vida no se hizo para superar al otro, sino para superarnos a nosotros mismos, para potenciar nuestras capacidades.

Es muy sencillo destruir al otro, y juzgarlo equivocadamente, con tal de no sentirnos menos. Pero eso, es vivir en el engaño. Y lo que nos hace sobresalir, no es la comparación ni la crítica destructiva, sino la superación de uno mismo. No superes al otro; descúbrete, y supérate a ti mismo.