Moisés Lira Serafín Art. 868
«Dice una leyenda que a la Magdalena la convirtió una mirada de Jesús y que esa mirada la traspasó, la hirió mortalmente, la iluminó y la convirtió, le dio fortaleza para entregarse y cambiar de vida completamente. ¿Qué cosa era esto?
Todo el Ser de Jesús estaba informado por la divinidad y, sin embargo, en esa sencillez humana nada de extraordinario. Vivía como Dios en el mundo, pero resplandecía la divinidad, se le escapaba la divinidad en sus miradas, en sus palabras, en sus ademanes, en sus actos, aún en los más ordinarios de nuestra humanidad como es el comer y beber, el dormir, el descansar, en todo aparecía algo divino y especial que era la divinidad. En su exterior así era. ¿Por qué? Porque en su interior habitaba la plenitud de la divinidad, ese cuerpo, esa alma llevaban a la divinidad, llevaban el cielo por la plenitud de la divinidad, y con Él iba el Padre y el Espíritu Santo, son inseparables.
Esa alma era feliz, tranquila, sumergida totalmente en la divinidad más que todos los ángeles y santos; el alma de Jesús estaba más llena de Dios que nadie más. Ese fue Jesús durante toda su vida, en todos los acontecimientos de su vida, todo en Él llevaba la plenitud de la divinidad.
Nosotros a veces llevamos nuestro amor propio; tenemos dura la cabeza, pero también por eso Dios nos tiene lástima, nos espera más que nadie; cuando pecamos lo siente, pero sigue amándonos y nos espera, apenas nos humillamos “olvida”.
De la señora Armida decían: Ni chiste hace de andar con tantas penitencias viene luego nuestro Señor y la consuela ¡yo la quisiera ver sin ello! Es un grandísimo sostén que nuestro Señor nos dé sus consuelos y claro que nos hace sufrir cuando se nos oculta. Durante toda la existencia de Jesús su alma fue un cielo en la tierra, un mar sereno, profundo de alegría, de Dios y de allí todas sus acciones. El alma de Jesús estaba recibiendo constantemente las voluntades de Dios y poniéndose en sus manos un poquito de cera blanda.
A nosotros nos tocan un cabello y nos ponemos irritados, casi nos morimos del disgusto. Si nos hacen una injusticia nos hacen un favor, pues nos dan ocasión de ofrecer algo “en blanco”, diremos, es decir, sin culpa, algo que sea más acepto a los ojos de Dios, porque las más de las veces cuando nos reprenden por algo es porque nos lo merecíamos… y a pesar de ello protestamos. Nuestro Señor era inocente y cargó con nuestros pecados. ¡Pobrecito de nuestro Señor! Y nosotros tan orgullosos. Ved a Jesús, que estaba siempre lleno de Dios.
Con esta mirada a Jesús, tendréis un poco más de luz para ver por qué tanto insisto en la unión con Dios», insta el apóstol de la bondad.
Encomiéndate a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Moisés Lira Serafín. Comunica gracias y favores recibidos al teléfono: 5555 47-3139 o al correo electrónico: secretariageneralmcmi@gmail.com