/ lunes 25 de marzo de 2024

Opinión | Machismo: Una perspectiva más amplia

El machismo, tradicionalmente asociado con la dominancia masculina sobre las mujeres, también tiene un impacto profundo en los hombres. Ésta es una perspectiva menos explorada, pero de igual forma, bastante crítica. El académico Juan Guillermo Figueroa, del Colegio de México (ColMex) y profesor de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), profundiza en esta realidad en sus análisis.

En ellos, revela cómo el machismo afecta la relación de los hombres consigo mismos y con la sociedad.

Figueroa señala cómo los aprendizajes de género enmarcados en el machismo llevan a los hombres a una relación de auto-violencia. Esta autoagresión, manifestada en prácticas de riesgo y negligencia hacia su propio bienestar, es un aspecto del machismo rara vez abordado en el discurso público.

Por eso, es crucial reconocer que, bajo la máscara de la fortaleza y la independencia, muchos hombres sufren en silencio. Ello los somete a una lucha interna perpetuada por las expectativas de una masculinidad rígida y dañina.

El machismo, así, se revela como un doble filo que corta tanto a quienes lo ejercen como a quienes son sus víctimas. Las altas tasas de mortalidad en hombres jóvenes, por causas como suicidios y accidentes, son reflejo de una crisis directamente vinculada con estos mandatos de género destructivos.

En este sentido, México tuvo en el año 2017 una tasa de 9.8 suicidios por cada 100 mil habitantes varones, según datos del Banco Mundial. Mientras, según esta misma fuente, la tasa de suicidios en mujeres fue de 2.2 por cada 100 mil habitantes.

Estas cifras ponen de manifiesto que mientras las mujeres pueden realizar intentos de suicidio como un grito de ayuda, los hombres a menudo optan por el silencio. Más vale muertos que pedir ayuda.

Por eso, la masculinidad, bajo el prisma del machismo, se convierte en un factor de riesgo, donde los hombres se ven obligados a cumplir con normas que les son inherentemente perjudiciales. El famoso “el hombre no llora” y otros tantos dichos populares, son muestra de una sociedad machista que no solo afecta a las mujeres, sino que veladamente está hiriendo a los propios hombres.

Además, el machismo afecta profundamente la sexualidad masculina. Se presupone que los hombres deben ser siempre proveedores, estar siempre listos y dispuestos sexualmente, minimizando su derecho a poner límites, a asumir responsabilidades adultas desde edades tempranas. Un ejemplo muy común es el de un niño en una familia con un padre ausente, al cual se le dice "tú eres el hombre de la casa", cargándolo de obligaciones que no le corresponden, afectando su visión del mundo y la sociedad desde su niñez.

Y eso no es lo único, el machismo también influye en la forma en cómo los hombres se relacionan con su salud y su autocuidado. Figueroa destaca una tendencia preocupante muy arraigada: los hombres a menudo eligen padecer en silencio antes que buscar ayuda, perpetuando más el ciclo del sufrimiento y autolesión.

Este aspecto subraya la importancia de redefinir las normas de género, promoviendo una masculinidad que permita a los hombres expresar vulnerabilidad y buscar apoyo sin el temor de ser estigmatizados.

El machismo, en su forma tradicional y ampliada, es un sistema perjudicial tanto para las mujeres como para los hombres, por lo cual se requiere una revisión profunda y una reestructuración en nuestra sociedad para fomentar relaciones más saludables y equitativas.

Dicho cambio implica, desde luego, un esfuerzo colectivo para desmantelar las normativas de género tóxicas. Así, se podrá promover un ambiente donde la expresión de la vulnerabilidad masculina y el autocuidado no sean vistos como signos de debilidad, sino como actos de fortaleza y autoconciencia.

La lucha contra el machismo debe incluir, por tanto, una mirada comprensiva hacia las experiencias de los hombres a manera de reconocer que ellos también son víctimas de un sistema que limita su pleno desarrollo humano y emocional.

El machismo, tradicionalmente asociado con la dominancia masculina sobre las mujeres, también tiene un impacto profundo en los hombres. Ésta es una perspectiva menos explorada, pero de igual forma, bastante crítica. El académico Juan Guillermo Figueroa, del Colegio de México (ColMex) y profesor de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), profundiza en esta realidad en sus análisis.

En ellos, revela cómo el machismo afecta la relación de los hombres consigo mismos y con la sociedad.

Figueroa señala cómo los aprendizajes de género enmarcados en el machismo llevan a los hombres a una relación de auto-violencia. Esta autoagresión, manifestada en prácticas de riesgo y negligencia hacia su propio bienestar, es un aspecto del machismo rara vez abordado en el discurso público.

Por eso, es crucial reconocer que, bajo la máscara de la fortaleza y la independencia, muchos hombres sufren en silencio. Ello los somete a una lucha interna perpetuada por las expectativas de una masculinidad rígida y dañina.

El machismo, así, se revela como un doble filo que corta tanto a quienes lo ejercen como a quienes son sus víctimas. Las altas tasas de mortalidad en hombres jóvenes, por causas como suicidios y accidentes, son reflejo de una crisis directamente vinculada con estos mandatos de género destructivos.

En este sentido, México tuvo en el año 2017 una tasa de 9.8 suicidios por cada 100 mil habitantes varones, según datos del Banco Mundial. Mientras, según esta misma fuente, la tasa de suicidios en mujeres fue de 2.2 por cada 100 mil habitantes.

Estas cifras ponen de manifiesto que mientras las mujeres pueden realizar intentos de suicidio como un grito de ayuda, los hombres a menudo optan por el silencio. Más vale muertos que pedir ayuda.

Por eso, la masculinidad, bajo el prisma del machismo, se convierte en un factor de riesgo, donde los hombres se ven obligados a cumplir con normas que les son inherentemente perjudiciales. El famoso “el hombre no llora” y otros tantos dichos populares, son muestra de una sociedad machista que no solo afecta a las mujeres, sino que veladamente está hiriendo a los propios hombres.

Además, el machismo afecta profundamente la sexualidad masculina. Se presupone que los hombres deben ser siempre proveedores, estar siempre listos y dispuestos sexualmente, minimizando su derecho a poner límites, a asumir responsabilidades adultas desde edades tempranas. Un ejemplo muy común es el de un niño en una familia con un padre ausente, al cual se le dice "tú eres el hombre de la casa", cargándolo de obligaciones que no le corresponden, afectando su visión del mundo y la sociedad desde su niñez.

Y eso no es lo único, el machismo también influye en la forma en cómo los hombres se relacionan con su salud y su autocuidado. Figueroa destaca una tendencia preocupante muy arraigada: los hombres a menudo eligen padecer en silencio antes que buscar ayuda, perpetuando más el ciclo del sufrimiento y autolesión.

Este aspecto subraya la importancia de redefinir las normas de género, promoviendo una masculinidad que permita a los hombres expresar vulnerabilidad y buscar apoyo sin el temor de ser estigmatizados.

El machismo, en su forma tradicional y ampliada, es un sistema perjudicial tanto para las mujeres como para los hombres, por lo cual se requiere una revisión profunda y una reestructuración en nuestra sociedad para fomentar relaciones más saludables y equitativas.

Dicho cambio implica, desde luego, un esfuerzo colectivo para desmantelar las normativas de género tóxicas. Así, se podrá promover un ambiente donde la expresión de la vulnerabilidad masculina y el autocuidado no sean vistos como signos de debilidad, sino como actos de fortaleza y autoconciencia.

La lucha contra el machismo debe incluir, por tanto, una mirada comprensiva hacia las experiencias de los hombres a manera de reconocer que ellos también son víctimas de un sistema que limita su pleno desarrollo humano y emocional.