/ martes 21 de noviembre de 2023

Opinión | Fantasías Sexuales

Descubriendo el Poder de lo Imaginario

La sexualidad humana es un tapiz complejo y vibrante, tejido con los hilos del deseo, la intimidad y las fantasías sexuales.

Lejos de ser meras curiosidades, las fantasías sexuales son pilares fundamentales en la arquitectura de nuestro ser íntimo, pese a que rara vez se les otorga el lugar que merecen en el discurso público.

Desde que somos niños, cerca de los 5 años, comenzamos a dar forma a esos paisajes internos donde lo posible se extiende más allá de las fronteras de la realidad. Son más que simples caprichos de la mente; son laboratorios seguros donde podemos explorar y reconocer nuestros deseos más profundos sin las restricciones impuestas por el mundo exterior.

Y es que, la sociedad, con su colección de tabúes y restricciones morales, a menudo colorea estas fantasías con tonos de culpa y vergüenza.

Se nos enseña a ocultarlas, a reprimir nuestras verdades más íntimas. Pero al hacerlo, no solo nos alejamos de una comprensión más rica de nosotros mismos, sino que también tenemos la idea de que ciertas formas de deseo son incorrectas o perjudiciales. Algo que para nada es cierto.

Porque, contrario a la creencia popular, las fantasías sexuales no son cartografías fidedignas de nuestras intenciones o comportamientos en el plano físico, son más bien como obras de ficción personales que nos permiten experimentar con escenarios y emociones en un espacio seguro y controlado. Así como un lector no desea vivir las tragedias de los personajes de una novela, quien fantasea no busca necesariamente hacer realidad cada imagen o narrativa que visita su mente.

Por eso, entender y aceptar nuestras fantasías sexuales es un acto de valentía y autoconocimiento.

No hay fantasías buenas o malas; cada una es un espejo de nuestra complejidad emocional y psicológica. Aceptarlas no significa que debamos actuar según ellas; sino reconocerlas como parte de nuestro espectro de deseos, algunos de los cuales nos llenan de placer, mientras que otros pueden ser el reflejo de ansiedades o miedos que necesitamos abordar.

Las fantasías sexuales son visitantes frecuentes de nuestra mente, pueden aparecer tanto en momentos de intimidad con otros como en la soledad del autoerotismo.

Su presencia no es un motivo de alarma, sino un recordatorio de nuestra capacidad para sentir y desear intensamente. Son regalos de nuestra imaginación, permitiéndonos acceder a niveles de satisfacción y plenitud que enriquecen nuestra experiencia humana.

La próxima vez que te encuentres navegando por las aguas de tus fantasías sexuales, recuerda que no estás solo en este viaje.

Las fantasías son una parte intrínseca del ser humano, un componente vital de nuestra sexualidad. Al explorarlas, no solo nos damos permiso para ser más completos en nuestra individualidad, sino que también abrimos la puerta a una vida sexual y emocional más rica y plena. Así que déjate llevar por ese mar de sensaciones que viven en tu mente.

Descubriendo el Poder de lo Imaginario

La sexualidad humana es un tapiz complejo y vibrante, tejido con los hilos del deseo, la intimidad y las fantasías sexuales.

Lejos de ser meras curiosidades, las fantasías sexuales son pilares fundamentales en la arquitectura de nuestro ser íntimo, pese a que rara vez se les otorga el lugar que merecen en el discurso público.

Desde que somos niños, cerca de los 5 años, comenzamos a dar forma a esos paisajes internos donde lo posible se extiende más allá de las fronteras de la realidad. Son más que simples caprichos de la mente; son laboratorios seguros donde podemos explorar y reconocer nuestros deseos más profundos sin las restricciones impuestas por el mundo exterior.

Y es que, la sociedad, con su colección de tabúes y restricciones morales, a menudo colorea estas fantasías con tonos de culpa y vergüenza.

Se nos enseña a ocultarlas, a reprimir nuestras verdades más íntimas. Pero al hacerlo, no solo nos alejamos de una comprensión más rica de nosotros mismos, sino que también tenemos la idea de que ciertas formas de deseo son incorrectas o perjudiciales. Algo que para nada es cierto.

Porque, contrario a la creencia popular, las fantasías sexuales no son cartografías fidedignas de nuestras intenciones o comportamientos en el plano físico, son más bien como obras de ficción personales que nos permiten experimentar con escenarios y emociones en un espacio seguro y controlado. Así como un lector no desea vivir las tragedias de los personajes de una novela, quien fantasea no busca necesariamente hacer realidad cada imagen o narrativa que visita su mente.

Por eso, entender y aceptar nuestras fantasías sexuales es un acto de valentía y autoconocimiento.

No hay fantasías buenas o malas; cada una es un espejo de nuestra complejidad emocional y psicológica. Aceptarlas no significa que debamos actuar según ellas; sino reconocerlas como parte de nuestro espectro de deseos, algunos de los cuales nos llenan de placer, mientras que otros pueden ser el reflejo de ansiedades o miedos que necesitamos abordar.

Las fantasías sexuales son visitantes frecuentes de nuestra mente, pueden aparecer tanto en momentos de intimidad con otros como en la soledad del autoerotismo.

Su presencia no es un motivo de alarma, sino un recordatorio de nuestra capacidad para sentir y desear intensamente. Son regalos de nuestra imaginación, permitiéndonos acceder a niveles de satisfacción y plenitud que enriquecen nuestra experiencia humana.

La próxima vez que te encuentres navegando por las aguas de tus fantasías sexuales, recuerda que no estás solo en este viaje.

Las fantasías son una parte intrínseca del ser humano, un componente vital de nuestra sexualidad. Al explorarlas, no solo nos damos permiso para ser más completos en nuestra individualidad, sino que también abrimos la puerta a una vida sexual y emocional más rica y plena. Así que déjate llevar por ese mar de sensaciones que viven en tu mente.