/ sábado 6 de mayo de 2017

Francia: radiografía no complaciente de un país estancado

Si gana la elección del domingo, como predicen las encuestas,Emmanuel Macron deberá hacerse cargo de un país endeudado, con laeconomía estancada, prácticamente dividido en dos: entreopulentos y postergados, campesinos y población urbana.

Como ex ministro de Economía conoce la envergadura de lasdificultades que le esperan durante los próximos cinco años paratransformar un país que, en verdad presenta ventajas y pasivos quefueron modelados por los anteriores ocupantes del Palacio delElíseo (sede de la presidencia francesa).

Una radiografía del país o, mejor aun, un scanner completo,mostraría que los 67 millones de franceses representan 0.9 porciento de la población mundial. ¿Es normal un país que tienecasi tantos habitantes como animales domésticos (63 millones)?

Su peso económico lo convierte en la quinta potencia mundialcon un PIB equivalente a 3.2 por ciento de la riqueza planetaria.El 5.8 por ciento de las 500 empresas más importantes del globoson francesas.

Ese potencial, sin embargo, está casi inmovilizado por unadeuda pública de 2.3 billones de dólares (3.7 por ciento de ladeuda mundial) que representa 97 por ciento de su PIB. En 2016, eseendeudamiento colosal aumentó a un ritmo de 2.665 euros porsegundo. Si fuera necesario pagar hoy esos compromisos que crecenen forma exponencial desde 1978, cada francés debería firmar uncheque de 35.126 euros, incluyendo los recién nacidos. Solo elpago de los intereses consume cada año 44 mil 500 millones deeuros (dos por ciento del PIB nominal).

El endeudamiento se debe, en buena medida, al elevado nivel degasto público que tiene el país: 56.2 por ciento de la riquezaanual en 2016, contra 44 por ciento en Alemania. El llamado gastosocial explica la diferencia con el promedio de la UE. En 2014Francia gastó 30 por ciento más por adulto que Alemania, Austria,Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Suecia y Gran Bretaña. Enotras palabras, bajar el gasto público en Francia significareducir la protección social: jubilaciones, seguro de desempleo,reembolso de atención médica, indemnizaciones por enfermedad ymaternidad.

Contrariamente a la leyenda, Francia no es uno de los paísesmás equitativos del mundo. El salario neto promedio es de dos mil225 euros mensuales, según el instituto estadístico oficialINSEE, pero esa cifra es un espejismo porque 50 por ciento de losasalariados gana menos de mil 675 euros y otro 10.5 por ciento dela población activa que vive del salario mínimo neto recibe solomil 143 euros. En el otro extremo de la escala salarial, el uno porciento mejor retribuido cobra más de siete mil 654 euros. Elsupuesto paraíso de la igualdad tampoco pudo reducir la brecha degéneros en materia laboral: el salario de las mujeres es 18.6 porciento inferior al de los hombres.

A pesar de todo, Francia sigue siendo uno de los países dondela distribución de ingresos es la menos injusta. “El totalpercibido por el 20 por ciento de la población con los ingresosmás altos es 4.3 veces superior al que recibe el 20 por ciento conmás bajos ingresos”, dice un informe del instituto FranceStratégie. “Ese ratio es de 5.1 en Alemania y en el Reino Unido,5.8 en Italia y 6.8 en España”, precisa.

Contrariamente a lo que afirman con frecuencia los líderes delos extremos, la pobreza no ha crecido en forma exponencial. Desdelos años 1980, oscila entre el 13 y el 14.5 por ciento, lo que detodos modos es mucho para la segunda economía de Europa y laquinta del mundo. Hoy se considera pobre a todo aquel que percibe60 por ciento del ingreso mediano (no confundir con el promedio).Es decir mil 008 euros para una persona sola en 2014 y dos mil 100para una pareja con dos hijos.

Francia, heredera de las Luces, es un país de voracesconsumidores de cultura: en 2015 se editaron 76 mil 287 títulos yse vendieron 205 millones de entradas de cine, según las últimasestadísticas disponibles. Pero, al mismo tiempo, los franceses—conocidos por su chauvinismo y por su escaso dominio de losidiomas— prefieren no salir de las fronteras: 19 por ciento de lapoblación jamás subió a un avión.

Para medir la buena o la mala salud del país, el recursoadecuado es utilizar el mejor indicador: el PIB por habitante, esdecir la riqueza promedio anual producida por persona. Comparadocon Estados Unidos, el PIB de Francia no deja de retroceder desdecomienzos de los años 1980. Peor aun: si el país consiguemantenerse en la media de la Unión Europea (UE) es porque tantoItalia como España tiran el promedio hacia abajo. Francia, en todocaso, pierde terreno comparada con los países escandinavos, losanglo-sajones y, sobre todo, con Alemania.

Todos los economistas coinciden en que para sanear el sistemaproductivo del país  —reducir el déficit presupuestario,controlar el aumento de la deuda pública, reducir el desempleo queafecta a casi el 10 por ciento de la población activa, mejorar lacompetitividad, promover el desarrollo industrial y asegurar lajusticia intergeneracional—, el nuevo presidente deberá realizarreformas estructurales. El gran problema en ese terreno será eldiálogo social. Contrariamente a sus vecinos europeos, Franciaconserva una antigua tradición de desconfianza y enfrentamientoentre empresarios y sindicatos. Durante toda la campaña, lascentrales obreras amenazaron con “salir a la calle” si elpróximo ocupante del Palacio del Elíseo se atreve a modificar elCódigo de Trabajo, un volumen que contiene 10 mil 600 artículos ypesa casi tres kilos.

En todo caso, el país vive un lento proceso dedesindustrialización que se traduce en cuantiosasdeslocalizaciones, incluidos los sectores clave comotelecomunicaciones, electrónica, industria automotriz,aeroespacial y armamento. El sector terciario, que produce cercadel 80 por ciento del PIB francés y emplea más del 75 por cientode la población activa, también experimentó su propia crisis.Primer destino turístico del mundo que recibió 84.5 millones deextranjeros en 2015, el país resultó afectado por los atentadosde París en 2015 y de Niza en 2016.

Si bien durante la campaña Marine Le Pen insistió en denunciarque el país recibe “toda la miseria del mundo”  —expresiónpoco feliz acuñada por ex primer ministro Michel Rocard—, larealidad sobre la inmigración es diferente. Desde hace 15 años,Francia se ubica entre los últimos países de la OCDE en númerode migrantes. Las llegadas anuales representan 0.4 por ciento de lapoblación, mientras la media de los 35 países de la organizaciónse sitúa en 0.8 por ciento.

En total, el país cuenta con 5.9 millones de inmigrantes. Esdecir, 8.5 por ciento de la población total, contra un promedio de12.5 por ciento en la OCDE. En cuanto a los refugiados, en 2016 lacifra se elevó a 31 mil. En el mismo periodo, Alemania recibió800 mil migrantes.

Con la mirada puesta en esas cifras, es probable que para evitaruna crisis de nervios el futuro presidente se sienta tentado aimitar a sus compatriotas: los franceses —el pueblo máspesimista de la Tierra, según todas las encuestasinternacionales—  consumen 136 millones de cajas detranquilizantes por año.

Si gana la elección del domingo, como predicen las encuestas,Emmanuel Macron deberá hacerse cargo de un país endeudado, con laeconomía estancada, prácticamente dividido en dos: entreopulentos y postergados, campesinos y población urbana.

Como ex ministro de Economía conoce la envergadura de lasdificultades que le esperan durante los próximos cinco años paratransformar un país que, en verdad presenta ventajas y pasivos quefueron modelados por los anteriores ocupantes del Palacio delElíseo (sede de la presidencia francesa).

Una radiografía del país o, mejor aun, un scanner completo,mostraría que los 67 millones de franceses representan 0.9 porciento de la población mundial. ¿Es normal un país que tienecasi tantos habitantes como animales domésticos (63 millones)?

Su peso económico lo convierte en la quinta potencia mundialcon un PIB equivalente a 3.2 por ciento de la riqueza planetaria.El 5.8 por ciento de las 500 empresas más importantes del globoson francesas.

Ese potencial, sin embargo, está casi inmovilizado por unadeuda pública de 2.3 billones de dólares (3.7 por ciento de ladeuda mundial) que representa 97 por ciento de su PIB. En 2016, eseendeudamiento colosal aumentó a un ritmo de 2.665 euros porsegundo. Si fuera necesario pagar hoy esos compromisos que crecenen forma exponencial desde 1978, cada francés debería firmar uncheque de 35.126 euros, incluyendo los recién nacidos. Solo elpago de los intereses consume cada año 44 mil 500 millones deeuros (dos por ciento del PIB nominal).

El endeudamiento se debe, en buena medida, al elevado nivel degasto público que tiene el país: 56.2 por ciento de la riquezaanual en 2016, contra 44 por ciento en Alemania. El llamado gastosocial explica la diferencia con el promedio de la UE. En 2014Francia gastó 30 por ciento más por adulto que Alemania, Austria,Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Suecia y Gran Bretaña. Enotras palabras, bajar el gasto público en Francia significareducir la protección social: jubilaciones, seguro de desempleo,reembolso de atención médica, indemnizaciones por enfermedad ymaternidad.

Contrariamente a la leyenda, Francia no es uno de los paísesmás equitativos del mundo. El salario neto promedio es de dos mil225 euros mensuales, según el instituto estadístico oficialINSEE, pero esa cifra es un espejismo porque 50 por ciento de losasalariados gana menos de mil 675 euros y otro 10.5 por ciento dela población activa que vive del salario mínimo neto recibe solomil 143 euros. En el otro extremo de la escala salarial, el uno porciento mejor retribuido cobra más de siete mil 654 euros. Elsupuesto paraíso de la igualdad tampoco pudo reducir la brecha degéneros en materia laboral: el salario de las mujeres es 18.6 porciento inferior al de los hombres.

A pesar de todo, Francia sigue siendo uno de los países dondela distribución de ingresos es la menos injusta. “El totalpercibido por el 20 por ciento de la población con los ingresosmás altos es 4.3 veces superior al que recibe el 20 por ciento conmás bajos ingresos”, dice un informe del instituto FranceStratégie. “Ese ratio es de 5.1 en Alemania y en el Reino Unido,5.8 en Italia y 6.8 en España”, precisa.

Contrariamente a lo que afirman con frecuencia los líderes delos extremos, la pobreza no ha crecido en forma exponencial. Desdelos años 1980, oscila entre el 13 y el 14.5 por ciento, lo que detodos modos es mucho para la segunda economía de Europa y laquinta del mundo. Hoy se considera pobre a todo aquel que percibe60 por ciento del ingreso mediano (no confundir con el promedio).Es decir mil 008 euros para una persona sola en 2014 y dos mil 100para una pareja con dos hijos.

Francia, heredera de las Luces, es un país de voracesconsumidores de cultura: en 2015 se editaron 76 mil 287 títulos yse vendieron 205 millones de entradas de cine, según las últimasestadísticas disponibles. Pero, al mismo tiempo, los franceses—conocidos por su chauvinismo y por su escaso dominio de losidiomas— prefieren no salir de las fronteras: 19 por ciento de lapoblación jamás subió a un avión.

Para medir la buena o la mala salud del país, el recursoadecuado es utilizar el mejor indicador: el PIB por habitante, esdecir la riqueza promedio anual producida por persona. Comparadocon Estados Unidos, el PIB de Francia no deja de retroceder desdecomienzos de los años 1980. Peor aun: si el país consiguemantenerse en la media de la Unión Europea (UE) es porque tantoItalia como España tiran el promedio hacia abajo. Francia, en todocaso, pierde terreno comparada con los países escandinavos, losanglo-sajones y, sobre todo, con Alemania.

Todos los economistas coinciden en que para sanear el sistemaproductivo del país  —reducir el déficit presupuestario,controlar el aumento de la deuda pública, reducir el desempleo queafecta a casi el 10 por ciento de la población activa, mejorar lacompetitividad, promover el desarrollo industrial y asegurar lajusticia intergeneracional—, el nuevo presidente deberá realizarreformas estructurales. El gran problema en ese terreno será eldiálogo social. Contrariamente a sus vecinos europeos, Franciaconserva una antigua tradición de desconfianza y enfrentamientoentre empresarios y sindicatos. Durante toda la campaña, lascentrales obreras amenazaron con “salir a la calle” si elpróximo ocupante del Palacio del Elíseo se atreve a modificar elCódigo de Trabajo, un volumen que contiene 10 mil 600 artículos ypesa casi tres kilos.

En todo caso, el país vive un lento proceso dedesindustrialización que se traduce en cuantiosasdeslocalizaciones, incluidos los sectores clave comotelecomunicaciones, electrónica, industria automotriz,aeroespacial y armamento. El sector terciario, que produce cercadel 80 por ciento del PIB francés y emplea más del 75 por cientode la población activa, también experimentó su propia crisis.Primer destino turístico del mundo que recibió 84.5 millones deextranjeros en 2015, el país resultó afectado por los atentadosde París en 2015 y de Niza en 2016.

Si bien durante la campaña Marine Le Pen insistió en denunciarque el país recibe “toda la miseria del mundo”  —expresiónpoco feliz acuñada por ex primer ministro Michel Rocard—, larealidad sobre la inmigración es diferente. Desde hace 15 años,Francia se ubica entre los últimos países de la OCDE en númerode migrantes. Las llegadas anuales representan 0.4 por ciento de lapoblación, mientras la media de los 35 países de la organizaciónse sitúa en 0.8 por ciento.

En total, el país cuenta con 5.9 millones de inmigrantes. Esdecir, 8.5 por ciento de la población total, contra un promedio de12.5 por ciento en la OCDE. En cuanto a los refugiados, en 2016 lacifra se elevó a 31 mil. En el mismo periodo, Alemania recibió800 mil migrantes.

Con la mirada puesta en esas cifras, es probable que para evitaruna crisis de nervios el futuro presidente se sienta tentado aimitar a sus compatriotas: los franceses —el pueblo máspesimista de la Tierra, según todas las encuestasinternacionales—  consumen 136 millones de cajas detranquilizantes por año.

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