/ miércoles 16 de diciembre de 2020

Toda una industria la venta de tamales; aunque golpeados por la pandemia

Los patrones los fabrican a mano o con máquinas, y contratan quienes los vendan en triciclos o en puestos fijos. El Covid-19, inhibe a la población a comprar comida en áreas públicas como la calle. La gente tiene miedo de compras en la calle

El tamal ha sido un alimento que ha permanecido en el gusto de los mexicanos a través de los siglos y que es en su forma, una de las maneras más sencillas de cocinar el maíz, cultivo principal de grandes civilizaciones.

La venta de este platillo tradicional se ha convertido para muchas familias, en una forma de sustentar los gastos del hogar y que gracias a su gran demanda, han hecho de este alimento un consumo casi obligado para cualquier persona.

Ya sea para calmar el antojo o el hambre que originan las largas horas de trabajo, los y las tamaleras han convertido el comercio de la venta de este platillo en un oficio identitario, que ha tenido sus transformaciones con el tiempo.

Hoy día el negocio que ha surgido de la elaboración de tamales es muy grande, tanto que, ya no son sólo las familias las que los elaboran, sino que también se apoyan de máquinas industrializadas y hasta de personas ajenas a su entorno para producir una mayor cantidad de producto.

Ahora quien los cocina es raro que salga a venderlos, sino que cuentan ya con flotillas especiales que se encargan de mercadear el platillo en los distintivos triciclos, situándose en puntos estratégicos para la venta.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

Entre 120 y 150 tamales son los que se reparten entre los vendedores, quienes siguen rutas específicas en cada pedaleo para alcanzar su única meta: vender todos los tamales.

De rajas, lomo, verde, picadillo y dulce, son los sabores de los tamales que Graciela Martínez, vendedora fija en el Mercado Hidalgo y Luis Sánchez, tamalero triciclero, ofrecen a la clientela quien los busca deseosos de calmar por un momento el hambre de sus estómagos.

Ambos señalan que desde hace años ya no es muy común que quien prepara los tamales salga a venderlos, pues el negocio ha crecido tanto que prefieren contratar a otras personas para que salgan a venderlos.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Yo tengo en este negocio 8 años como empleada vendiendo tamales aquí en el mercado, pero este puesto tiene más de 30 años aquí. Yo no preparo los tamales, sólo me dedico a venderlos. Normalmente las familias que los elaboran también tienen otros trabajos y actividades, y por eso contratan empleados como yo para cuidar sus puestos y atender a la clientela”, indicó Gabriela.

Por otro lado Luis, en punto de las nueve de la mañana se encuentra con otros compañeros y compañeras tricicleros para coordinarse en rutas y así ofrecer unos ricos tamales en diversas zonas de la ciudad.

“Tengo un año y medio vendiendo tamales. Nosotros sólo nos dedicamos a venderlos y nuestro patrón es quien los hace. Al día nos llegan a dar en cada olla un total de 100 o 120 tamales para vender y salimos desde temprano en la mañana y terminamos como a las 2 o 3 de la tarde”.

Estos dos vendedores manifiestan que actualmente la venta de tamales ha decrecido un poco, pues ya sólo compran uno o dos tamales por persona, “Ya es raro que vengan las jefas del hogar o las familias a llevarse grandes cantidades de tamales, ya ahora se llevan uno o dos tamales como máximo para comerse en ese momento y se acabó”.

Y es que también la presencia del Covid-19, expresa Luis, ha sido uno de los pretextos que no motivan a la población a comprar comida en áreas públicas como la calle, “Ha sido difícil toda esta temporada, hay días en los que si se nos quedan bastantes tamales. La gente tiene miedo, como que no le da confianza pero que sepan que mantenemos todo limpio e incluso seguimos las recomendaciones de salud”, expresó Luis.

Gabriela confirma que ya desde hace mucho tiempo se viene dando esta dinámica comercial, pues “Anteriormente si venían familias completas a comprar platos repletos de tamales 10 o hasta 15 se llevaban, o hacían pedidos, ahora ya no hay gente que le interese comprar en grandes cantidades. Tal vez en fechas especiales, pero más no. Este negocio se mantiene gracias a la clientela que ya nos conoce y siempre viene”.

Cada tamal tiene un costo de entre 10 y 12 pesos, y tradicionalmente van acompañados por atole o champurrado, el cual se comercia por los mismos precios. Grabriela vende tamales hasta que se le acaben y Luis hasta recorrer el primer perímetro de la capital.

Los tamales más pedidos por la clientela a estos dos vendedores, son los de lomo rojo y y verdes, “A la gente le gustan más por el sabor del guiso y por supuesto porque son llenadores por su relleno. Casi no consumen el dulce por eso de ese sabor traemos menor cantidad”, abundó Grabriela.

En estas fechas decembrinas Luis y Gabriela han notado que se ha percibido mucho menos clientela, pues esta temporada es en la que más solían vender tamales, “En años anteriores, muchas personas compraban más tamales o ya habían hecho sus pedidos, pero hasta ahora todo se mantiene “normal”, la misma clientela o en ocasiones hasta menos”.

Según indican los tamales en ocasiones son hechos por sus jefes, o bien, se apoyan de máquinas especiales que agilizan el proceso de poner la masa y el guiso en la hoja. “Se tratan de hacer de la manera más tradicional, pero como son grandes cantidades las que se distribuyen para vender en toda la ciudad se apoyan de otros métodos. Los hacen desde muy temprana hora por la madrugada, ya tienen listos los guisos y la masa”, refirió Luis.

Los ingredientes secretos para un buen tamal según puntualizan estos vendedores, está en la masa y la manteca que utilizan, “Yo se que también lo que le da sazón a los tamales es hacerle “la cruz” antes de ponerlos en la vaporera, yo creo que sí influye”.

Las y los tamaleros llevan consigo vaporeras con más de 50 kilos de sabor, para ofrecer este manjar tradicional por excelencia. Como Luis que lleva consigo una, a recorrer cada rincón de la ciudad, donde el vapor parece anunciar la llegada de este exquisito platillo nacido del maíz.

Por otro lado Gabriela puede tener consigo más de una olla vaporera, pues al ser empleada fija tiene oportunidad de vender un poco más de tamales a la clientela.

Ya sean rojos o verdes, los tamales son un alimento típico de la cocina mexicana, el cual esperan Gabriela y Luis nunca desaparezca, pues además de saciar el antojo de cientos de potosinos, les ha otorgado a ambos una manera digna de trabajar y salir adelante, ante tiempos tan apremiantes como los de ahora.

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El tamal ha sido un alimento que ha permanecido en el gusto de los mexicanos a través de los siglos y que es en su forma, una de las maneras más sencillas de cocinar el maíz, cultivo principal de grandes civilizaciones.

La venta de este platillo tradicional se ha convertido para muchas familias, en una forma de sustentar los gastos del hogar y que gracias a su gran demanda, han hecho de este alimento un consumo casi obligado para cualquier persona.

Ya sea para calmar el antojo o el hambre que originan las largas horas de trabajo, los y las tamaleras han convertido el comercio de la venta de este platillo en un oficio identitario, que ha tenido sus transformaciones con el tiempo.

Hoy día el negocio que ha surgido de la elaboración de tamales es muy grande, tanto que, ya no son sólo las familias las que los elaboran, sino que también se apoyan de máquinas industrializadas y hasta de personas ajenas a su entorno para producir una mayor cantidad de producto.

Ahora quien los cocina es raro que salga a venderlos, sino que cuentan ya con flotillas especiales que se encargan de mercadear el platillo en los distintivos triciclos, situándose en puntos estratégicos para la venta.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

Entre 120 y 150 tamales son los que se reparten entre los vendedores, quienes siguen rutas específicas en cada pedaleo para alcanzar su única meta: vender todos los tamales.

De rajas, lomo, verde, picadillo y dulce, son los sabores de los tamales que Graciela Martínez, vendedora fija en el Mercado Hidalgo y Luis Sánchez, tamalero triciclero, ofrecen a la clientela quien los busca deseosos de calmar por un momento el hambre de sus estómagos.

Ambos señalan que desde hace años ya no es muy común que quien prepara los tamales salga a venderlos, pues el negocio ha crecido tanto que prefieren contratar a otras personas para que salgan a venderlos.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Yo tengo en este negocio 8 años como empleada vendiendo tamales aquí en el mercado, pero este puesto tiene más de 30 años aquí. Yo no preparo los tamales, sólo me dedico a venderlos. Normalmente las familias que los elaboran también tienen otros trabajos y actividades, y por eso contratan empleados como yo para cuidar sus puestos y atender a la clientela”, indicó Gabriela.

Por otro lado Luis, en punto de las nueve de la mañana se encuentra con otros compañeros y compañeras tricicleros para coordinarse en rutas y así ofrecer unos ricos tamales en diversas zonas de la ciudad.

“Tengo un año y medio vendiendo tamales. Nosotros sólo nos dedicamos a venderlos y nuestro patrón es quien los hace. Al día nos llegan a dar en cada olla un total de 100 o 120 tamales para vender y salimos desde temprano en la mañana y terminamos como a las 2 o 3 de la tarde”.

Estos dos vendedores manifiestan que actualmente la venta de tamales ha decrecido un poco, pues ya sólo compran uno o dos tamales por persona, “Ya es raro que vengan las jefas del hogar o las familias a llevarse grandes cantidades de tamales, ya ahora se llevan uno o dos tamales como máximo para comerse en ese momento y se acabó”.

Y es que también la presencia del Covid-19, expresa Luis, ha sido uno de los pretextos que no motivan a la población a comprar comida en áreas públicas como la calle, “Ha sido difícil toda esta temporada, hay días en los que si se nos quedan bastantes tamales. La gente tiene miedo, como que no le da confianza pero que sepan que mantenemos todo limpio e incluso seguimos las recomendaciones de salud”, expresó Luis.

Gabriela confirma que ya desde hace mucho tiempo se viene dando esta dinámica comercial, pues “Anteriormente si venían familias completas a comprar platos repletos de tamales 10 o hasta 15 se llevaban, o hacían pedidos, ahora ya no hay gente que le interese comprar en grandes cantidades. Tal vez en fechas especiales, pero más no. Este negocio se mantiene gracias a la clientela que ya nos conoce y siempre viene”.

Cada tamal tiene un costo de entre 10 y 12 pesos, y tradicionalmente van acompañados por atole o champurrado, el cual se comercia por los mismos precios. Grabriela vende tamales hasta que se le acaben y Luis hasta recorrer el primer perímetro de la capital.

Los tamales más pedidos por la clientela a estos dos vendedores, son los de lomo rojo y y verdes, “A la gente le gustan más por el sabor del guiso y por supuesto porque son llenadores por su relleno. Casi no consumen el dulce por eso de ese sabor traemos menor cantidad”, abundó Grabriela.

En estas fechas decembrinas Luis y Gabriela han notado que se ha percibido mucho menos clientela, pues esta temporada es en la que más solían vender tamales, “En años anteriores, muchas personas compraban más tamales o ya habían hecho sus pedidos, pero hasta ahora todo se mantiene “normal”, la misma clientela o en ocasiones hasta menos”.

Según indican los tamales en ocasiones son hechos por sus jefes, o bien, se apoyan de máquinas especiales que agilizan el proceso de poner la masa y el guiso en la hoja. “Se tratan de hacer de la manera más tradicional, pero como son grandes cantidades las que se distribuyen para vender en toda la ciudad se apoyan de otros métodos. Los hacen desde muy temprana hora por la madrugada, ya tienen listos los guisos y la masa”, refirió Luis.

Los ingredientes secretos para un buen tamal según puntualizan estos vendedores, está en la masa y la manteca que utilizan, “Yo se que también lo que le da sazón a los tamales es hacerle “la cruz” antes de ponerlos en la vaporera, yo creo que sí influye”.

Las y los tamaleros llevan consigo vaporeras con más de 50 kilos de sabor, para ofrecer este manjar tradicional por excelencia. Como Luis que lleva consigo una, a recorrer cada rincón de la ciudad, donde el vapor parece anunciar la llegada de este exquisito platillo nacido del maíz.

Por otro lado Gabriela puede tener consigo más de una olla vaporera, pues al ser empleada fija tiene oportunidad de vender un poco más de tamales a la clientela.

Ya sean rojos o verdes, los tamales son un alimento típico de la cocina mexicana, el cual esperan Gabriela y Luis nunca desaparezca, pues además de saciar el antojo de cientos de potosinos, les ha otorgado a ambos una manera digna de trabajar y salir adelante, ante tiempos tan apremiantes como los de ahora.

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