/ jueves 4 de marzo de 2021

En el mundo del carnicero, mujer potosina muestra el doble de habilidades

En el oficio de los hombres, hay que probar que eres capaz de hacer lo que ellos han realizado durante toda su vida: Blanca Estela

La mujer trabajadora a través de la historia humana se ha enfrentado al cambio y a la transformación de los oficios y profesiones, en los cuales ha podido abarcar espacios laborales que en su mayoría estaban destinados al género masculino. Hoy, miles de mujeres le demuestran a una sociedad entera que sus habilidades y conocimientos son suficientes para ser su propio sostén y el de su familia.

Como la historia de Blanquita, quien se desenvuelve en el oficio de la carnicería en el icónico local “El Modelo” en el tradicional Mercado Hidalgo y quien comparte para El Sol de San Luis un poco de su oficio e historia de trabajo, para recordar que las mujeres siempre lo han podido hacer todo.

En punto de las 7:00 horas, Blanca Estela Navarrete de 38 años de edad, jefa de familia y madre de cuatro hijos, se alista para salir a trabajar al Mercado Hidalgo donde desde hace cuatro años comenzaría a laborar al calor de una tradicional fonda, para después cambiar de rubro y con un poco de esfuerzo dedicarse a ser una carnicera.

Es así como llegaría a la carnicería “El Modelo” donde su ambición por aprender cosas nuevas la motivaría a solicitar trabajo en este local de 70 años de historia. Su gran observancia y el apoyo constante de su patrón, le enseñaría el complejo oficio de ser carnicera; realizar cortes de carne, conocer ampliamente la anatomía de los animales, reconocer cómo pide la clientela el “surtido” de la semana y por supuesto la atención amable, han sido algunas de las tantas situaciones que ha aprendido de este trabajo.

“Llegué aquí porque me llamó la atención el oficio y el ambiente. Mis patrones son muy buenos conmigo y mis compañeros ni se diga. Aún sigo aprendiendo, ser carnicera es un trabajo que requiere no solo de entrega, sino también de disciplina y constancia, es toda una materia”.

A Blanquita -como la nombran con estima-, el oficio de la carnicería le apasiona, y dice no sentirse impresionada -como muchos otros- por la carne, pues sabe que esta profesión implica adaptarse a lo que el consumidor solicite, y no solo eso, respetar y ver sin morbo lo que le da la oportunidad de salir adelante.

El trabajo de esta naciente carnicera va desde tomar pedidos, recibir, inspeccionar y almacenar productos cárnicos, tajar, rebanar, recortar, deshuesar, moldear, atar y triturar carnes; dar precio y colocar los trozos en mostradores, además de envolver, pesar y etiquetar productos, y recibir pagos. Donde todos los días de la semana, se aguarda paciente a la espera de la clientela en la singular vitrina blanca, para picar, cortar o aplanar cualquier pedazo de carne.

“El pedido que más me gusta atender es el de la milanesa de res, me gusta aplanarla y prepararla para la clientela. También es uno de mis cortes favoritos el cual preparo con mucho gusto en mi casa. Pero aquí se hace de todo, esta carnicería es toda una enciclopedia de conocimientos que me obligan a aprender todos los tipos de cortes de carne que solicita el cliente, ya sea cuerno de puerco, costilla de puerco, chuleta, pescuezo, carne deshebrada, chamberete de res, molida, bisteck, de todo hay y es necesario conocerlo”, declara orgullosa.

Para Blanca ser mujer carnicera es un reto más en su vida “No es tan sencillo ser carnicera, es más, me sería difícil nombrarme como tal, siento que aún estoy aprendiendo. Es complejo, porque los que se desempeñan en este oficio y los que tienen más experticia en su mayoría o totalidad, son hombres. Ser mujer te obliga a demostrar el doble de tus habilidades y de manera insistente probar que eres capaz de hacer lo que ellos han realizado durante toda su vida”.

Poco a poco esta carnicera aprende y lleva a la práctica todo el conocimiento otorgado en medio de cortadoras, machetes, cuchillos y aplanadoras, que hoy se han convertido en sus herramientas principales de trabajo.

Su mirada refleja la satisfacción que le ha dejado un trabajo milenario que con el tiempo las mujeres han podido adentrarse y hacer suyo, como su fuente principal de ingresos.

Alzar el machete para Blanca es reconocer que las mujeres han sido parte importante de la fuerza del trabajo, donde sus ocupaciones y actividades hoy día se han convertido en más que esenciales. “Quiero ser una buena carnicera, aprender lo más complejo del oficio, quiero que mis patrones estén orgullosos de mi por lo que he aprendido. Este trabajo me ha dado mucho, sobre todo el poder subsistir con mi familia, amo este oficio”, puntualizó.

La mujer trabajadora a través de la historia humana se ha enfrentado al cambio y a la transformación de los oficios y profesiones, en los cuales ha podido abarcar espacios laborales que en su mayoría estaban destinados al género masculino. Hoy, miles de mujeres le demuestran a una sociedad entera que sus habilidades y conocimientos son suficientes para ser su propio sostén y el de su familia.

Como la historia de Blanquita, quien se desenvuelve en el oficio de la carnicería en el icónico local “El Modelo” en el tradicional Mercado Hidalgo y quien comparte para El Sol de San Luis un poco de su oficio e historia de trabajo, para recordar que las mujeres siempre lo han podido hacer todo.

En punto de las 7:00 horas, Blanca Estela Navarrete de 38 años de edad, jefa de familia y madre de cuatro hijos, se alista para salir a trabajar al Mercado Hidalgo donde desde hace cuatro años comenzaría a laborar al calor de una tradicional fonda, para después cambiar de rubro y con un poco de esfuerzo dedicarse a ser una carnicera.

Es así como llegaría a la carnicería “El Modelo” donde su ambición por aprender cosas nuevas la motivaría a solicitar trabajo en este local de 70 años de historia. Su gran observancia y el apoyo constante de su patrón, le enseñaría el complejo oficio de ser carnicera; realizar cortes de carne, conocer ampliamente la anatomía de los animales, reconocer cómo pide la clientela el “surtido” de la semana y por supuesto la atención amable, han sido algunas de las tantas situaciones que ha aprendido de este trabajo.

“Llegué aquí porque me llamó la atención el oficio y el ambiente. Mis patrones son muy buenos conmigo y mis compañeros ni se diga. Aún sigo aprendiendo, ser carnicera es un trabajo que requiere no solo de entrega, sino también de disciplina y constancia, es toda una materia”.

A Blanquita -como la nombran con estima-, el oficio de la carnicería le apasiona, y dice no sentirse impresionada -como muchos otros- por la carne, pues sabe que esta profesión implica adaptarse a lo que el consumidor solicite, y no solo eso, respetar y ver sin morbo lo que le da la oportunidad de salir adelante.

El trabajo de esta naciente carnicera va desde tomar pedidos, recibir, inspeccionar y almacenar productos cárnicos, tajar, rebanar, recortar, deshuesar, moldear, atar y triturar carnes; dar precio y colocar los trozos en mostradores, además de envolver, pesar y etiquetar productos, y recibir pagos. Donde todos los días de la semana, se aguarda paciente a la espera de la clientela en la singular vitrina blanca, para picar, cortar o aplanar cualquier pedazo de carne.

“El pedido que más me gusta atender es el de la milanesa de res, me gusta aplanarla y prepararla para la clientela. También es uno de mis cortes favoritos el cual preparo con mucho gusto en mi casa. Pero aquí se hace de todo, esta carnicería es toda una enciclopedia de conocimientos que me obligan a aprender todos los tipos de cortes de carne que solicita el cliente, ya sea cuerno de puerco, costilla de puerco, chuleta, pescuezo, carne deshebrada, chamberete de res, molida, bisteck, de todo hay y es necesario conocerlo”, declara orgullosa.

Para Blanca ser mujer carnicera es un reto más en su vida “No es tan sencillo ser carnicera, es más, me sería difícil nombrarme como tal, siento que aún estoy aprendiendo. Es complejo, porque los que se desempeñan en este oficio y los que tienen más experticia en su mayoría o totalidad, son hombres. Ser mujer te obliga a demostrar el doble de tus habilidades y de manera insistente probar que eres capaz de hacer lo que ellos han realizado durante toda su vida”.

Poco a poco esta carnicera aprende y lleva a la práctica todo el conocimiento otorgado en medio de cortadoras, machetes, cuchillos y aplanadoras, que hoy se han convertido en sus herramientas principales de trabajo.

Su mirada refleja la satisfacción que le ha dejado un trabajo milenario que con el tiempo las mujeres han podido adentrarse y hacer suyo, como su fuente principal de ingresos.

Alzar el machete para Blanca es reconocer que las mujeres han sido parte importante de la fuerza del trabajo, donde sus ocupaciones y actividades hoy día se han convertido en más que esenciales. “Quiero ser una buena carnicera, aprender lo más complejo del oficio, quiero que mis patrones estén orgullosos de mi por lo que he aprendido. Este trabajo me ha dado mucho, sobre todo el poder subsistir con mi familia, amo este oficio”, puntualizó.

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