/ miércoles 5 de febrero de 2020

"Una dulce tradición", desde 1972 Don Andrés prepara ricos caramelos

De leche, calabaza, chilacayote, membrillo, coco, biznaga y muchos más, el hombre de 86 años continúa vendiendo en la esquina de las calles Benito Juárez y Allende

Desde hace 32 años Don Andrés Martínez se instala en la esquina de las calles Benito Juárez y Allende, para vender una variedad de dulces de leche, calabaza, chilacayote, membrillo, coco, biznaga, entre otros, y que él mismo elabora desde 1972.

Con casi 86 años, conserva en su memoria la técnica que su hermano usó por más de 50 años en su natal Cerritos, para preparar los típicos dulces mexicanos, como los arriba mencionadas, además de camote, tamarindo, macarrones y marinas de leche, que ofrece a los habitantes del municipio.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“Aquí todos me conocen, quien quiere un dulce, se acerca y me compra, tengo muchos años instalándome aquí”, expresó al compartir que él mismo aprendió el oficio de solo observar a su hermano.

Alrededor de las 09:30 de la mañana, don Andrés llega en su triciclo comercial, donde carga un banquito de madera y un contenedor de cristal para guardar los productos a vender del día, siempre en el mismo lugar.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

El olor a caramelo hecho con azúcar se puede disfrutar al abrir esa pequeña caja de cristal que contiene toda variedad de dulces arriba descritos.

Con sólo leche y azúcar se elabora la base de todos los dulces que vende, compartió al señalar que cada proceso es manual, con ingredientes cien por ciento naturales, y comprados de productores locales.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“En mis inicios me ponía a vender en la Plaza del Carmen, porque por ahí vivía, pero luego compré mi casita acá en Soledad, y fue por eso que empecé a vender aquí, en donde me está entrevistando, ya formo parte del paisaje urbano”, señaló en tono de broma.

Mientras continúa narrando la historia del oficio enseñado por su hermano, señaló uno de los dulces de leche, “ese que ve, así como me venden la leche de vaca, así la pongo a hervir, es mejor el de ‘chiva’, pero aquí no la venden...se deja hervir hasta que quede la cajeta, toda la noche se deja reposar, y al otro día lo apanisa...no se le mete mano, se le da forma con pura cuchara o cuchillo de mesa”, explicó don Andrés, sobre su técnica.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Agregó que sus dulces se siguen vendiendo porque precisamente aunque deben tener ese sabor azucarado, no utiliza tanto este ingrediente, “uso la mitad de los que debería ponerle, por eso les gusta, tienen un sabor a cajeta”, aseguró.

Y es que, no incorpora conservadores ni ningún tipo de sabor artificial, todo los dulces son totalmente artesanales elaborados en su vivienda; algunos tienen técnicas diferente, pero el cariño con el que se preparan es el mismo, en la misma cantidad.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Así, actualmente elabora cada 8 días alrededor de 150 piezas, lo que consideró es muy poco, “ya no más hago para no estar en casa, me gusta mi trabajo, aporto a mi casa, porque vie conmigo una hija y mi nieta”, señaló don Andrés, al lamentar que con él morirá este trabajo de sabor de tradición.

En cuanto al tiempo que le dedicará más a su oficio, manifestó que los “venderá hasta que ya no pueda, hasta que de plano no pueda, que ya casi estoy en eso, ando pisando los 86 años”, dijo soltando una carcajada.

Desde hace 32 años Don Andrés Martínez se instala en la esquina de las calles Benito Juárez y Allende, para vender una variedad de dulces de leche, calabaza, chilacayote, membrillo, coco, biznaga, entre otros, y que él mismo elabora desde 1972.

Con casi 86 años, conserva en su memoria la técnica que su hermano usó por más de 50 años en su natal Cerritos, para preparar los típicos dulces mexicanos, como los arriba mencionadas, además de camote, tamarindo, macarrones y marinas de leche, que ofrece a los habitantes del municipio.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“Aquí todos me conocen, quien quiere un dulce, se acerca y me compra, tengo muchos años instalándome aquí”, expresó al compartir que él mismo aprendió el oficio de solo observar a su hermano.

Alrededor de las 09:30 de la mañana, don Andrés llega en su triciclo comercial, donde carga un banquito de madera y un contenedor de cristal para guardar los productos a vender del día, siempre en el mismo lugar.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

El olor a caramelo hecho con azúcar se puede disfrutar al abrir esa pequeña caja de cristal que contiene toda variedad de dulces arriba descritos.

Con sólo leche y azúcar se elabora la base de todos los dulces que vende, compartió al señalar que cada proceso es manual, con ingredientes cien por ciento naturales, y comprados de productores locales.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“En mis inicios me ponía a vender en la Plaza del Carmen, porque por ahí vivía, pero luego compré mi casita acá en Soledad, y fue por eso que empecé a vender aquí, en donde me está entrevistando, ya formo parte del paisaje urbano”, señaló en tono de broma.

Mientras continúa narrando la historia del oficio enseñado por su hermano, señaló uno de los dulces de leche, “ese que ve, así como me venden la leche de vaca, así la pongo a hervir, es mejor el de ‘chiva’, pero aquí no la venden...se deja hervir hasta que quede la cajeta, toda la noche se deja reposar, y al otro día lo apanisa...no se le mete mano, se le da forma con pura cuchara o cuchillo de mesa”, explicó don Andrés, sobre su técnica.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Agregó que sus dulces se siguen vendiendo porque precisamente aunque deben tener ese sabor azucarado, no utiliza tanto este ingrediente, “uso la mitad de los que debería ponerle, por eso les gusta, tienen un sabor a cajeta”, aseguró.

Y es que, no incorpora conservadores ni ningún tipo de sabor artificial, todo los dulces son totalmente artesanales elaborados en su vivienda; algunos tienen técnicas diferente, pero el cariño con el que se preparan es el mismo, en la misma cantidad.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Así, actualmente elabora cada 8 días alrededor de 150 piezas, lo que consideró es muy poco, “ya no más hago para no estar en casa, me gusta mi trabajo, aporto a mi casa, porque vie conmigo una hija y mi nieta”, señaló don Andrés, al lamentar que con él morirá este trabajo de sabor de tradición.

En cuanto al tiempo que le dedicará más a su oficio, manifestó que los “venderá hasta que ya no pueda, hasta que de plano no pueda, que ya casi estoy en eso, ando pisando los 86 años”, dijo soltando una carcajada.

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