La tradición lleva más de cien años, pero apenas hace menos de dos fue declarada Patrimonio Municipal. Ahora, los alrededor de 400 altares de Dolores que se instalan en el llamado Callejón del Buche, en el barrio de Santiago, cuentan con mayor proyección y, se supone, sus hacedoras y hacedores con apoyo oficial.
Algunos al interior y otros al exterior de los domicilios –aunque éstos últimos debieron ser desmontados y posteriormente vueltos a instalar por las fuertes vientos de domingo y lunes-, los altares de Dolores se convierten en una atracción para locales y visitantes que convierten ese tramo de la calle de Ignacio Altamirano en un corredor de ir y venir de decenas de personas.
Las familias que instalan los altares ofrecen una “reliquia” a quien se acerca a admirar su altar, y generalmente consiste en un vaso de agua de sabores, a veces dulces, a veces nieve.
Hay también el comercio local con venta de “recuerdos” o antojitos, y no dejan de escucharse las notas musicales de algún grupo norteño, de alguna banda o de otros músicos que también aciden a ofrecer sus servicios de forma gratuita. No faltan los tradicionales danzantes.
Cualquier otro día del año el callejón pasa desapercibido, pero a partir del Viernes de Dolores -una semana antes del Viernes Santo- se viste de los colores negro, blanco y morado.
“Los altares son una señal de luto”, explica a El Sol de San Luis la señora María que, dice, heredó de su madre el seguir con la tradición. Dice que la Virgen de Dolores llora por la muerte de Jesús.
Y explica que un altar de Dolores no es nada más “ponerlo como se te ocurra”, debe cumplir con características: Debe contener flores y velas, y adornos en blanco y morado -otros incluyen también el color negro-, una o más esferas de vidrio, un espejo y evidentemente la imagen de la virgen también conocida como La Dolorosa. “Las velas deben ser siete”, aclara la señora.
No obstante, algunos altares lucen dos o más imágenes, la mayoría de ellas pasadas de generación en generación. Efigies de Jesús ya en la cruz y hasta imágenes de la Virgen con Jesús en sus brazos, llorando. Y hay dudas sobre la presencia de un gallo en algunos altares: Dicen que ello recuerda la negación de San Pedro, de conocer a Jesús.
Algunos asemejan a un altar de Día de Muertos, pero sin sus colores tradicionales, con banderillas clavadas en naranjas, todas en color morado que, se explica, es el color de la tristeza.
Durante la apertura de los altares, no parece haber mucha señal de luto por la música y las decenas y decenas de visitantes que acuden o disfrutar inclusive de los “toritos” que se encienden.
La familia de la señora María dice que se han llegado a instalar hasta 400 altares en esa zona y, quizá ahora no son tantos, pero hay quienes ya no han seguido con la tradición. “La gente grande se va y los hijos ya no siguen la tradición”; en la calle Altamirano es posible ver, que muchos inmuebles están desocupados y otros presentan un letrero de venta en su exterior.
¿Y por qué le dicen callejón del Buche?, se le pregunta y explica que antes, muchos años atrás, había una persona que montaba su altar de Dolores y, en lugar de agua o dulces ofrecía como reliquia taquitos de buche, y se quedó decir: “Vamos al callejón del buche…”.
Los altares de Dolores permanecen toda la Semana Mayor; lamentablemente, luego de los vientos atípicos del domingo y este lunes, los altares que estaban al exterior de domicilios debieron ser desinstalados; ya por la tarde fueron armados de nueva cuenta. Otros están en cocheras, en zaguanes y hasta en habitaciones dentro de domicilios.
“No se trata de una competencia, de quién instala el mejor altar, no, es solamente una tradición”, dice Jorge R. En cada altar, sea sencillo u ostentoso, hay corazón, hay fe.
El vecino solicitó una mayor atención de las autoridades para seguir con ello, ya que la calle Ignacio Altamirano suele parecer abandonada por tantos inmuebles desocupados y, algunos literalmente en ruinas, y solamente se le pone atención en esta fecha.
Este año, por ejemplo, no hubo arreglo de adoquines ni se acudió al pintado de fachadas; aplaude, sin embargo, la mayor presencia policiaca.
De acuerdo con el Ayuntamiento de la capital, que en abril de 2022 elevó esta tradición -junto con la peregrinación o procesión de los Cristos, en Villa de Pozos-, los altares de Dolores en el barrio de Santiago suma más de 120 años.