“El Ronchas” ya no aguantaba más. Llevaba la lengua arrastrando, los ojos vidriosos, la mirada perdida; olía un poco mal, por el sudor. Las orejas abajo, pero no dejaba de mover la cola. Se sentía feliz, pero su cuerpo no podía más…y apenas había trotado unos 300 metros.
Es un perro Bulldog americano, blanco, de cinco años, cuya dueña, Petrich de 50, le habla bonito, casi le ruega: “ándale chiquito, camina, ya falta menos -nada más y nada menos que casi 2,700 metros para cumplir el cometido-. El robusto can, de piel gruesa y arrugada seguramente escuchaba la voz de su dueña a lo lejos, muy lejos, pues estaba a punto del desmayo.
De pronto paro sobre el húmedo pavimento de la avenida Carranza, el collar le pesaba demasiado y se echó, ni para atrás ni para adelante. “Es que lo suyo, lo suyo, es caminar una dos o tres cuadras a su ritmo, porque eso de trotar o correr ya no es para el”, justificó Pertrich que lo cargó con amor maternal y se alejó con el pesado “Ronchas” para cubrir el recorrido de los tres kilómetros.
La Carrera Perruna de este domingo invadió la principal avenida de San Luis. Fueron 1,700 participantes según las cifras oficiales. Poco después de las 8 de la mañana, los participantes arrancaron el recorrido de 3 y 6 kilómetros con sus mascotas, tras registrarse con la donación de croquetas para perritos en situación de calle, de esos que abundan por todas partes y que tienen que hurgar entre la basura, acercarse a un puesto de tacos o hasta comerse una paloma para sobrevivir. Le entran a lo que sea.
Había de todas las razas, desde los espectaculares San Bernardo, hasta los latosos chihuahueños, que permanentemente están nerviosos, temblando, ladrando, inquietos. Pero con tremenda condición física que les permite recorrer cualquier tipo de distancia.
No fue un domingo de ciclovía normal. Ahora, los canes se apoderaron de la calle. El concierto de ladridos se escuchó a varias cuadras de distancia; los lances de enamoramiento entre las mascotas, hacían que los dueños perdieran el ritmo del trote. El diálogo entre el binomio era de un “Pecas ya cálmate” y un ladrido, orejas abajo y detención repentina por parte del animal. Definitivamente escenas que demostraban la conexión que generalmente prevalece.
“El Chon” es un perro de los conocidos como criollo. Nada de glamour, ni correa fina, sin visitas a la estética, sin corte de uñas ni baños de espuma. Es más bien callejero. Ronda el jardín de Tequis donde los vecinos del barrio lo conocen y alimentan. Este domingo se levantó temprano y se incorporó al evento, presumiendo su libertad, exhibiendo su piel entre café, amarilla y partes negras. Le echó el ojo a una perrita Pomerania pero apenas se le acercó unos metros, el dueño celoso lo alejó con chasquidos y movimientos al aire con su mano libre. Buen intento campeón pero no será esta vez, pensaron los testigos.
Un evento donde quienes pueden apoyar lo hacen para que otros, como “El Chon” tengan al menos un bocado o un lugar donde pasar la noche. Las familias salieron no solamente a participar sino a convivir, porque después de todo, de eso se trata, de pasarla “perrón”.