/ martes 22 de diciembre de 2020

"La ciencia no propone verdades eternas": Alfredo López Austin

El historiador Alfredo López Austin, Premio Nacional de las Artes, asegura que no existe la historia absoluta

Alfredo López Austin (Ciudad Juárez, 1936) está convencido de que vivimos la actual crisis porque no hemos comprendido nuestro pasado. Y para entenderlo vale asimilar que el ser humano no es estático, está inmerso en un completo dinamismo y transformación constante lo que nos convierte en una sociedad plural. No existe, ataja, la historia absoluta.

Doctor en Historia por la UNAM, con más de 60 años de trayectoria, López Austin confía en que su labor como científico social es no imponer su opinión como única, sino establecer la realidad social para que cada quien entienda cuál es su posición como individuo y su deber en la sociedad.

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“Esa es la ciencia, la ciencia no es imponer verdades, la ciencia es hacer propuestas de interpretación de la realidad, propuestas que sabe uno que no son eternas. La ciencia nace sobre las ruinas de las verdades eternas, las ruinas de las verdades inamovibles, y entonces la ciencia no puede proponer verdades eternas, sus propuestas científicas son provisionales, la ciencia está cruzada por la historia”, afirmó en entrevista.

A propósito del Premio Nacional en Artes y Literatura 2020 que recibió en la categoría de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, López Austin habló con El Sol de México sobre qué significa, en el presente caótico que vivimos, estudiar el pasado; también qué nos falta para entender la cosmovisión de Mesoamérica de la que él es especialista y da un breve repaso sobre su encuentro con la Historia como profesión.

De entrada asegura que la historia debe comprenderse como una ciencia social, quizás la más importante en el sentido de ser la que estudia al hombre en su entorno. “Este es un reconocimiento a la ciencia, yo considero que la historia es una ciencia social y me siento muy contento de que un reconocimiento nacional sea a la ciencia porque cuando se entiende la historia como una ciencia social se debe entender que su fin principal es la investigación de las sociedades humanas en su transformación constante ante el devenir”, afirmó.

En esta base el académico ha sustentado sus investigaciones en más de seis décadas. De hecho es reconocido por reformular en su libro Los mitos del Tlacuache el concepto de mito y lo adaptó para explicar la realidad mesoamericana, su cosmovisión que, asegura, aún no es entendida por completo, en su naturaleza genuina.

Para él, el mito mesoamericano se entiende como un hecho social e histórico que sometido a la larga duración consiste en una serie de mitos y relatos que explican las características de la naturaleza y origen de los seres que habitan el mundo. Su definición de mito difiere de las de otros autores como Claude Lévi-Strauss y Joseph Campbell.

“Estamos entendiéndonos en el pasado, pero es un asunto tan complejo que apenas entendemos una pequeña porción de lo que fue el pasado, porque es un pasado bastante distante y no nada más son años, es todo lo que la distancia en tiempo significa, son transformaciones, cambios de puntos de vista, concepciones nuevas, conflicto entre las distintas cosmovisiones, tenemos indudablemente una composición social que ha vivido una vida colonial y la vida colonial tiene entre sus grandes defectos el provocar compartimentos de relaciones casi estancadas”, afirmó.

El problema de la sociedad actual es su visión hegemónica hacia las culturas prehispánicas. La mirada de empresarios, políticos, estudiosos y sociedad general que sigue creyendo que su simple presencia en comunidades indígenas será beneficiosa sin pensar que estas tienen un pensamiento y desarrollo propio.

Una perspectiva paternalista innecesaria. Ese fue el mal de la conquista hace 500 años y sigue siendo aún después del movimiento zapatista y hasta nuestros días que se promete progreso a regiones de cosmovisiones propias.

“La idea de que es necesario tener conciencia de que somos una nación plural, diversa, compuesta de piezas, todas importantes, es demasiado reciente. Podemos decir que esta idea germina en el zapatismo, este movimiento indígena vivo en nuestros días es el que nos ha abierto las puertas para empezar a entendernos pero esta naturaleza de diversidad de composición no está generalizada”, lamentó.

Así que está convencido de que su rol como historiador es estudiar esa realidad para presentarla lo más genuina posible. “Tenemos una población culturalmente hegemónica que conserva la vieja mentalidad del indigenismo paternalista, de considerar que las sociedad indígenas son infantiles, sin pensar que están formadas por hombres y mujeres adultos, inteligentes, que tienen su capacidad propia de razonar dentro de sus propios parámetros lógicos y tienen el mismo derecho de cualquier otro ciudadanos “

Un viaje por su propia historia

Austin López se muestra tímido cuando se trata de hablar de su propia historia. Cuenta que llegó a las ciencias sociales dando tumbos luego de ejercer por diez años la abogacía en Chihuahua, su ciudad natal. Aburrido de los juzgados, emprendió la aventura junto a su esposa e hijo de mudarse a la Ciudad de México para iniciar sus estudios en Historia en la UNAM, que se convirtió en su segundo hogar.

“Nunca es tarde para corregir errores y una vez iniciada la aventura me fue muy bien, con una compañera que aceptó aquel reto que se nos acercaba, ya éramos una familia y no lo hubiera hecho solo. Nos fue muy bien en esta nueva aventura, fue cuestión de destino particular y caí en el mejor lecho posible que se llama UNAM”, dijo.

Alfredo López Austin (Ciudad Juárez, 1936) está convencido de que vivimos la actual crisis porque no hemos comprendido nuestro pasado. Y para entenderlo vale asimilar que el ser humano no es estático, está inmerso en un completo dinamismo y transformación constante lo que nos convierte en una sociedad plural. No existe, ataja, la historia absoluta.

Doctor en Historia por la UNAM, con más de 60 años de trayectoria, López Austin confía en que su labor como científico social es no imponer su opinión como única, sino establecer la realidad social para que cada quien entienda cuál es su posición como individuo y su deber en la sociedad.

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“Esa es la ciencia, la ciencia no es imponer verdades, la ciencia es hacer propuestas de interpretación de la realidad, propuestas que sabe uno que no son eternas. La ciencia nace sobre las ruinas de las verdades eternas, las ruinas de las verdades inamovibles, y entonces la ciencia no puede proponer verdades eternas, sus propuestas científicas son provisionales, la ciencia está cruzada por la historia”, afirmó en entrevista.

A propósito del Premio Nacional en Artes y Literatura 2020 que recibió en la categoría de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, López Austin habló con El Sol de México sobre qué significa, en el presente caótico que vivimos, estudiar el pasado; también qué nos falta para entender la cosmovisión de Mesoamérica de la que él es especialista y da un breve repaso sobre su encuentro con la Historia como profesión.

De entrada asegura que la historia debe comprenderse como una ciencia social, quizás la más importante en el sentido de ser la que estudia al hombre en su entorno. “Este es un reconocimiento a la ciencia, yo considero que la historia es una ciencia social y me siento muy contento de que un reconocimiento nacional sea a la ciencia porque cuando se entiende la historia como una ciencia social se debe entender que su fin principal es la investigación de las sociedades humanas en su transformación constante ante el devenir”, afirmó.

En esta base el académico ha sustentado sus investigaciones en más de seis décadas. De hecho es reconocido por reformular en su libro Los mitos del Tlacuache el concepto de mito y lo adaptó para explicar la realidad mesoamericana, su cosmovisión que, asegura, aún no es entendida por completo, en su naturaleza genuina.

Para él, el mito mesoamericano se entiende como un hecho social e histórico que sometido a la larga duración consiste en una serie de mitos y relatos que explican las características de la naturaleza y origen de los seres que habitan el mundo. Su definición de mito difiere de las de otros autores como Claude Lévi-Strauss y Joseph Campbell.

“Estamos entendiéndonos en el pasado, pero es un asunto tan complejo que apenas entendemos una pequeña porción de lo que fue el pasado, porque es un pasado bastante distante y no nada más son años, es todo lo que la distancia en tiempo significa, son transformaciones, cambios de puntos de vista, concepciones nuevas, conflicto entre las distintas cosmovisiones, tenemos indudablemente una composición social que ha vivido una vida colonial y la vida colonial tiene entre sus grandes defectos el provocar compartimentos de relaciones casi estancadas”, afirmó.

El problema de la sociedad actual es su visión hegemónica hacia las culturas prehispánicas. La mirada de empresarios, políticos, estudiosos y sociedad general que sigue creyendo que su simple presencia en comunidades indígenas será beneficiosa sin pensar que estas tienen un pensamiento y desarrollo propio.

Una perspectiva paternalista innecesaria. Ese fue el mal de la conquista hace 500 años y sigue siendo aún después del movimiento zapatista y hasta nuestros días que se promete progreso a regiones de cosmovisiones propias.

“La idea de que es necesario tener conciencia de que somos una nación plural, diversa, compuesta de piezas, todas importantes, es demasiado reciente. Podemos decir que esta idea germina en el zapatismo, este movimiento indígena vivo en nuestros días es el que nos ha abierto las puertas para empezar a entendernos pero esta naturaleza de diversidad de composición no está generalizada”, lamentó.

Así que está convencido de que su rol como historiador es estudiar esa realidad para presentarla lo más genuina posible. “Tenemos una población culturalmente hegemónica que conserva la vieja mentalidad del indigenismo paternalista, de considerar que las sociedad indígenas son infantiles, sin pensar que están formadas por hombres y mujeres adultos, inteligentes, que tienen su capacidad propia de razonar dentro de sus propios parámetros lógicos y tienen el mismo derecho de cualquier otro ciudadanos “

Un viaje por su propia historia

Austin López se muestra tímido cuando se trata de hablar de su propia historia. Cuenta que llegó a las ciencias sociales dando tumbos luego de ejercer por diez años la abogacía en Chihuahua, su ciudad natal. Aburrido de los juzgados, emprendió la aventura junto a su esposa e hijo de mudarse a la Ciudad de México para iniciar sus estudios en Historia en la UNAM, que se convirtió en su segundo hogar.

“Nunca es tarde para corregir errores y una vez iniciada la aventura me fue muy bien, con una compañera que aceptó aquel reto que se nos acercaba, ya éramos una familia y no lo hubiera hecho solo. Nos fue muy bien en esta nueva aventura, fue cuestión de destino particular y caí en el mejor lecho posible que se llama UNAM”, dijo.

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