/ viernes 25 de octubre de 2019

Usuarios del ISSSTE siguen sufriendo por carencia de servicios

Don Armando tuvo que esperar 12 horas en una silla de plástico para fiestas, y cuando consiguió una cama, nunca pensó qué iba a hacer un colchón viejo roto

Aunque se estén retorciendo del dolor, lloren por la desesperanza e impotencia de no poder recibir los servicios sanitarios que ya han pagado quincena tras quincena, usuarios del ISSSTE en San Luis Potosí, siguen sufriendo por la desatención en que se conducen en ese organismo, por no llamarle deshumano.

Don Armando de 60 años de edad, llegó hace más de una semana a la clínica Carlos Bárcenas ubicada en la capital potosina, no podía respirar y traía agua en los pulmones, fue mientras le hacían su procedimiento de hemodiálisis que los mismos enfermeros del ISSSTE se percataron de su condición y lo mandaron a urgencias para recibir atención emergente.

Aunque llegó a las 17:00 horas al hospital, fue hasta nueve horas después que lo recibieron; mientras tanto lo mantenían sentado en una silla de plástico, de esas que dona la Corona y la Coca Cola. No hay que dejar de lado que mientras tanto se seguía sintiendo desfallecer del dolor y no poder ventilarse.

Tras comprobar sus síntomas y haberlo hecho esperar por horas, le otorgaron una cama, tuvieron que pasar 12 horas para comprobar que si se encontraba en un mal estado de salud, pese a que los familiares pedían que el personal se apiadara por lo menos por la falta de respiración.

Cuando consiguió una cama, nunca pensó que iba a llegar a un colchón viejo, sucio, roto y destartalado, que le provocaba que los ganchos de metal de la cama se le encajaran en las costillas y adoloridos pulmones. En tanto, a su alrededor, veía cómo mujeres y hombres quienes decían ser profesionales de la educación, eran maltratados de la misma manera. Agarraban parejo.

En las áreas de observación, los pacientes no pueden descansar, pues están acompañados de aquellos a quienes sientan para recibir atención médica. Mismos que están nerviosos, compungidos e histéricos por lo que están viendo, es así que contagian a quienes están tirados en las incomodas camas.

Lodo en las paredes, papeles tirados en el suelo, aparatos rotos en la pared, charolas vacías de medicamento, falta de luz, cortinas deshilachadas, son parte del panorama que se observa en uno de los hospitales que se consideraba de primer nivel en San Luis Potosí.

En el lugar, no sólo hay deficiencias en insumos, sino en personal, ya que los médicos son poco vistos y los que llegan a ir al área de urgencias, no pueden dar de su tiempo para atender a los perturbados familiares, decir el diagnóstico médico es casi un milagro para quién logra captar la atención de un galeno.

A pesar de que hay algunos pasantes jóvenes que intentan ayudar, también se les ve sumergidos en una etapa desinterés, ya no se les ve comprometidos con la salud de los enfermos, como en otros tiempos.

Hay enfermeras que realizan sus labores cada determinado tiempo, sin embargo no se dan abasto al cúmulo de historias que tienen que atender. Tan sólo en las noches posteriores a que Don Armando llegó al nosocomio, se observó la llegada de dos familias que se habían peleado bajo los influjos del alcohol y a tubazos se habían roto las manos. También había cuadros de pacientes que habían sido regresados a sus viviendas por la mañana y por la noche comprobaban que seguían enfermos regresando al lúgubre nosocomio en iguales condiciones.

También se observó la llegada de policías estatales que cargaban con un Policía Federal detenido que había sido golpeado en la cabeza, pero que por cuestiones de hambre y ética había sucumbido a las mieles del narcotráfico, aún así se le tenía que atender, ya no siendo del equipo de los buenos.

Incluso a las afueras de la concurrida área de emergencias del ISSSTE se observaba que hombres y guardias de seguridad del Carlos Bárcenas se liaban en serias discusiones, al grado de querer golpearse y realizar escenas bizarras que se pensaría son de un México antiguo, desconocido y sin educación, sin embargo son el pan nuestro de cada de día. Todos los días pasaba algo. No había tiempo para aburrirse, sí se toma el hecho con cierta ironía.

Tras una semana de estar en cama, por fin salió de su encierro médico, Don Armando, lo primero que hizo fue intentar alimentarse mejor, toda vez que hasta en eso, encontró serias fallas durante su estancia en ese lugar al que antes se consideraba de cierto prestigio.

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Aunque se estén retorciendo del dolor, lloren por la desesperanza e impotencia de no poder recibir los servicios sanitarios que ya han pagado quincena tras quincena, usuarios del ISSSTE en San Luis Potosí, siguen sufriendo por la desatención en que se conducen en ese organismo, por no llamarle deshumano.

Don Armando de 60 años de edad, llegó hace más de una semana a la clínica Carlos Bárcenas ubicada en la capital potosina, no podía respirar y traía agua en los pulmones, fue mientras le hacían su procedimiento de hemodiálisis que los mismos enfermeros del ISSSTE se percataron de su condición y lo mandaron a urgencias para recibir atención emergente.

Aunque llegó a las 17:00 horas al hospital, fue hasta nueve horas después que lo recibieron; mientras tanto lo mantenían sentado en una silla de plástico, de esas que dona la Corona y la Coca Cola. No hay que dejar de lado que mientras tanto se seguía sintiendo desfallecer del dolor y no poder ventilarse.

Tras comprobar sus síntomas y haberlo hecho esperar por horas, le otorgaron una cama, tuvieron que pasar 12 horas para comprobar que si se encontraba en un mal estado de salud, pese a que los familiares pedían que el personal se apiadara por lo menos por la falta de respiración.

Cuando consiguió una cama, nunca pensó que iba a llegar a un colchón viejo, sucio, roto y destartalado, que le provocaba que los ganchos de metal de la cama se le encajaran en las costillas y adoloridos pulmones. En tanto, a su alrededor, veía cómo mujeres y hombres quienes decían ser profesionales de la educación, eran maltratados de la misma manera. Agarraban parejo.

En las áreas de observación, los pacientes no pueden descansar, pues están acompañados de aquellos a quienes sientan para recibir atención médica. Mismos que están nerviosos, compungidos e histéricos por lo que están viendo, es así que contagian a quienes están tirados en las incomodas camas.

Lodo en las paredes, papeles tirados en el suelo, aparatos rotos en la pared, charolas vacías de medicamento, falta de luz, cortinas deshilachadas, son parte del panorama que se observa en uno de los hospitales que se consideraba de primer nivel en San Luis Potosí.

En el lugar, no sólo hay deficiencias en insumos, sino en personal, ya que los médicos son poco vistos y los que llegan a ir al área de urgencias, no pueden dar de su tiempo para atender a los perturbados familiares, decir el diagnóstico médico es casi un milagro para quién logra captar la atención de un galeno.

A pesar de que hay algunos pasantes jóvenes que intentan ayudar, también se les ve sumergidos en una etapa desinterés, ya no se les ve comprometidos con la salud de los enfermos, como en otros tiempos.

Hay enfermeras que realizan sus labores cada determinado tiempo, sin embargo no se dan abasto al cúmulo de historias que tienen que atender. Tan sólo en las noches posteriores a que Don Armando llegó al nosocomio, se observó la llegada de dos familias que se habían peleado bajo los influjos del alcohol y a tubazos se habían roto las manos. También había cuadros de pacientes que habían sido regresados a sus viviendas por la mañana y por la noche comprobaban que seguían enfermos regresando al lúgubre nosocomio en iguales condiciones.

También se observó la llegada de policías estatales que cargaban con un Policía Federal detenido que había sido golpeado en la cabeza, pero que por cuestiones de hambre y ética había sucumbido a las mieles del narcotráfico, aún así se le tenía que atender, ya no siendo del equipo de los buenos.

Incluso a las afueras de la concurrida área de emergencias del ISSSTE se observaba que hombres y guardias de seguridad del Carlos Bárcenas se liaban en serias discusiones, al grado de querer golpearse y realizar escenas bizarras que se pensaría son de un México antiguo, desconocido y sin educación, sin embargo son el pan nuestro de cada de día. Todos los días pasaba algo. No había tiempo para aburrirse, sí se toma el hecho con cierta ironía.

Tras una semana de estar en cama, por fin salió de su encierro médico, Don Armando, lo primero que hizo fue intentar alimentarse mejor, toda vez que hasta en eso, encontró serias fallas durante su estancia en ese lugar al que antes se consideraba de cierto prestigio.

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