/ martes 27 de abril de 2021

Tiradero clandestino, útil para el sustento

Familias en el olvido... “Hemos aprendido a sacarle provecho al material que aquí dejan, separamos y nos lanzamos a vender lo que sirve, y con eso compramos nuestra comida del día”

  • El hoyanco de 200 metros de diámetro y de medio kilómetro de profundidad, recibe de 3 a 5 toneladas diarias de desechos
  • Ahí, algunas personas tiran cantera, concreto, arena, grava, aluminio, varillas, plástico y hasta desechos tóxicos

Un remolino de arena opaca la mirada de cualquiera al entrar a El Aguaje 2000, una colonia de la periferia oriente de la Capital, donde la marginación y la precariedad de sus residentes y pobladores es notoria.

Ningún vecino de esta zona se atreve a salir a solas -incluso a la luz del día-, pues sus calles sin pavimentar evidencian la presencia de la delincuencia y el olvido de las autoridades.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Al fondo, sobrepasando el perímetro que circunda esta colonia y rozando los límites del fraccionamiento San Nicolás, se encuentra a cielo abierto uno de los tiraderos o vertederos (clandestino) de escombro más utilizado y frecuentado por aquellas personas que se dedican al ramo de la construcción, y buscan deshacerse del material que les es inservible.

Cantera, concreto, arena, grava, aluminio, varillas de metal, plástico y hasta desechos tóxicos son esparcidos en un hoyanco de más de 200 metros de diámetro y medio kilómetro de profundidad, del cual emanan gran cantidad de olores y gases que inundan la atmósfera de las pequeñas casas distribuidas a sus alrededores.

Personas con camiones, camionetas, carretones y hasta carretillas con material llegan a esta zona desde temprana hora, para descargar la basura o residuos sin revisión o supervisión alguna.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Así es como algunas familias de la zona, subsisten de esta actividad, pues al ser vertidos los desechos, de inmediato bajan a buscar plástico y metal, el cual separan a conciencia, para poder venderlo después.

Al día, este vertedero de material de construcción puede llegar a recibir de 3 a cinco toneladas de desechos, los cuales son distribuidos por toda su área, sin un registro y sin ninguna medida de protección, lo que ha ocasionado que residentes cercanos y aledaños al lugar se quejen de la mala administración del sitio, que en ocasiones ha presentado varios incendios por la quema de basura.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Aunado a esto, el tiradero está marcado por la violencia que se origina no sólo de los maleantes que se esconden dentro de la maleza que está en sus alrededores para poder asaltar, sino también, porque su historia refleja, que en más de una ocasión han localizado cadáveres y restos humanos de la huella que ha dejado la delincuencia en este lugar.

VIVIR DE LAS RUINAS

En las orillas de este vertedero de escombros, gran cantidad de personas y familias arriban para pepenar el material que aún pueda serles de utilidad y comercializarlo, mismas que habitan la orilla del tiradero en casas elaboradas de lámina, cartón y madera, las cuales se encuentran en condiciones infrahumanas pues, la pobreza ha adolecido sus hogares durante muchos años.

Así lo es para los primos Alemán, cinco jóvenes hombres de entre los 17 y 21 años de edad, que se dedican a cuidar el tiradero y a recolectar el material que en él se deposita para sobrevivir económicamente.

Provenientes de familias de escasos recursos de la colonia La Joya y El Aguaje 2000, con una educación básica que solo llegó hasta el primero de secundaria, Miguel Ángel, Juan Alejandro y Jesús, rellenan el tiradero con el material que llega hasta esta zona.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Desde muy temprana hora, estos jovencitos se apresuran para comenzar a trabajar.

Su rostro expone los vestigios del polvo y la piedra que ahí se desechan. Acostados sobre una cama vieja descansan al ver que el sol se asoma con intensidad en el vertedero de escombros. Todo es desolación. Cansados y con las visibles huellas de un fuerte sol que ha dañado por años su piel, se dicen agradecidos de poder trabajar en este sitio que les ha dado de comer por un largo tiempo.

Dos mil pesos al mes, -según indican-, son las ganancias netas que tienen al poder vender cualquier fierro o plástico que puedan sacar de este tiradero a cielo abierto. Todo es ganancia si se sabe trabajar y recolectar lo que sirva, puntualizan.

“Es mucho el material que llega de las construcciones a esta área. A veces muchas toneladas, todo depende de qué tanto trabajo haya. Hay días en los que no dejan nada, más que piedras, escombro y ladrillos”.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“Nosotros sobrevivimos de esto. Desde hace años muchos nos alejamos de nuestras familias, lo que originó que encontráramos aquí un lugar para vivir y trabajar”, comentó Miguel Ángel de 19 años de edad.

La imagen insana de este sitio no es un obstáculo para que los Alemán se empeñen en salir adelante. “Ya nos acostumbramos a esto, a estar llenos de arena o tierra, a guarecernos de las inclemencias del tiempo en esta casita de madera y cartón, al inclemente sol y al hambre”, mencionaron.

Mientras fuman una pipa que se comparten para paliar de alguna forma el cansancio que les deja su trabajo, los primos Alemán sonríen, al recordar las ganancias que les ha dejado su labor como recolectores en este tiradero.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“Pues con lo que se gana uno aquí se puede mantener un poco a los hermanos, para que sigan estudiando. Hemos aprendido a sacarle provecho al material que aquí dejan, porque en la mayoría de las ocasiones puede ser reutilizado o está en buenas condiciones. Se vende el plástico, el metal y otros tipo de materiales, los separamos y nos lanzamos a venderlos, con eso compramos nuestra comida del día y ya no batallamos ”, puntualizaron.

Los días en este vertedero transcurren entre el ruido del pesado escombro que cae cuesta abajo, las palas que se mueven entre las montañas de desechos y el sonido del viento repleto de la arena que cubre el rostro de quienes aquí viven y sobreviven.

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  • El hoyanco de 200 metros de diámetro y de medio kilómetro de profundidad, recibe de 3 a 5 toneladas diarias de desechos
  • Ahí, algunas personas tiran cantera, concreto, arena, grava, aluminio, varillas, plástico y hasta desechos tóxicos

Un remolino de arena opaca la mirada de cualquiera al entrar a El Aguaje 2000, una colonia de la periferia oriente de la Capital, donde la marginación y la precariedad de sus residentes y pobladores es notoria.

Ningún vecino de esta zona se atreve a salir a solas -incluso a la luz del día-, pues sus calles sin pavimentar evidencian la presencia de la delincuencia y el olvido de las autoridades.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Al fondo, sobrepasando el perímetro que circunda esta colonia y rozando los límites del fraccionamiento San Nicolás, se encuentra a cielo abierto uno de los tiraderos o vertederos (clandestino) de escombro más utilizado y frecuentado por aquellas personas que se dedican al ramo de la construcción, y buscan deshacerse del material que les es inservible.

Cantera, concreto, arena, grava, aluminio, varillas de metal, plástico y hasta desechos tóxicos son esparcidos en un hoyanco de más de 200 metros de diámetro y medio kilómetro de profundidad, del cual emanan gran cantidad de olores y gases que inundan la atmósfera de las pequeñas casas distribuidas a sus alrededores.

Personas con camiones, camionetas, carretones y hasta carretillas con material llegan a esta zona desde temprana hora, para descargar la basura o residuos sin revisión o supervisión alguna.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Así es como algunas familias de la zona, subsisten de esta actividad, pues al ser vertidos los desechos, de inmediato bajan a buscar plástico y metal, el cual separan a conciencia, para poder venderlo después.

Al día, este vertedero de material de construcción puede llegar a recibir de 3 a cinco toneladas de desechos, los cuales son distribuidos por toda su área, sin un registro y sin ninguna medida de protección, lo que ha ocasionado que residentes cercanos y aledaños al lugar se quejen de la mala administración del sitio, que en ocasiones ha presentado varios incendios por la quema de basura.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Aunado a esto, el tiradero está marcado por la violencia que se origina no sólo de los maleantes que se esconden dentro de la maleza que está en sus alrededores para poder asaltar, sino también, porque su historia refleja, que en más de una ocasión han localizado cadáveres y restos humanos de la huella que ha dejado la delincuencia en este lugar.

VIVIR DE LAS RUINAS

En las orillas de este vertedero de escombros, gran cantidad de personas y familias arriban para pepenar el material que aún pueda serles de utilidad y comercializarlo, mismas que habitan la orilla del tiradero en casas elaboradas de lámina, cartón y madera, las cuales se encuentran en condiciones infrahumanas pues, la pobreza ha adolecido sus hogares durante muchos años.

Así lo es para los primos Alemán, cinco jóvenes hombres de entre los 17 y 21 años de edad, que se dedican a cuidar el tiradero y a recolectar el material que en él se deposita para sobrevivir económicamente.

Provenientes de familias de escasos recursos de la colonia La Joya y El Aguaje 2000, con una educación básica que solo llegó hasta el primero de secundaria, Miguel Ángel, Juan Alejandro y Jesús, rellenan el tiradero con el material que llega hasta esta zona.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

Desde muy temprana hora, estos jovencitos se apresuran para comenzar a trabajar.

Su rostro expone los vestigios del polvo y la piedra que ahí se desechan. Acostados sobre una cama vieja descansan al ver que el sol se asoma con intensidad en el vertedero de escombros. Todo es desolación. Cansados y con las visibles huellas de un fuerte sol que ha dañado por años su piel, se dicen agradecidos de poder trabajar en este sitio que les ha dado de comer por un largo tiempo.

Dos mil pesos al mes, -según indican-, son las ganancias netas que tienen al poder vender cualquier fierro o plástico que puedan sacar de este tiradero a cielo abierto. Todo es ganancia si se sabe trabajar y recolectar lo que sirva, puntualizan.

“Es mucho el material que llega de las construcciones a esta área. A veces muchas toneladas, todo depende de qué tanto trabajo haya. Hay días en los que no dejan nada, más que piedras, escombro y ladrillos”.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“Nosotros sobrevivimos de esto. Desde hace años muchos nos alejamos de nuestras familias, lo que originó que encontráramos aquí un lugar para vivir y trabajar”, comentó Miguel Ángel de 19 años de edad.

La imagen insana de este sitio no es un obstáculo para que los Alemán se empeñen en salir adelante. “Ya nos acostumbramos a esto, a estar llenos de arena o tierra, a guarecernos de las inclemencias del tiempo en esta casita de madera y cartón, al inclemente sol y al hambre”, mencionaron.

Mientras fuman una pipa que se comparten para paliar de alguna forma el cansancio que les deja su trabajo, los primos Alemán sonríen, al recordar las ganancias que les ha dejado su labor como recolectores en este tiradero.

Juanita Olivo | El Sol de San Luis

“Pues con lo que se gana uno aquí se puede mantener un poco a los hermanos, para que sigan estudiando. Hemos aprendido a sacarle provecho al material que aquí dejan, porque en la mayoría de las ocasiones puede ser reutilizado o está en buenas condiciones. Se vende el plástico, el metal y otros tipo de materiales, los separamos y nos lanzamos a venderlos, con eso compramos nuestra comida del día y ya no batallamos ”, puntualizaron.

Los días en este vertedero transcurren entre el ruido del pesado escombro que cae cuesta abajo, las palas que se mueven entre las montañas de desechos y el sonido del viento repleto de la arena que cubre el rostro de quienes aquí viven y sobreviven.

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