/ domingo 9 de diciembre de 2018

Opinión

¡EFECTOS COLATERALES, INCIDENTE! ¿Y DESPUÉS QUÉ?


Es lamentable el bajo proceder de los inspectores de la SCT al golpear a un señor ante la impotencia de su señora esposa e hijo enfermo, pues además de dejar un mal sabor de boca, no se puede explicar el porqué, la que se supone es una dependencia estatal cuya misión es servir a Juan Pueblo y María Ciudadana hace todo al revés.

La gota que derramó el vaso fue la tibia actitud del titular Juan Ramiro Robledo Ruíz, quien declaró que fue “un incidente” y que separaría del cargo a los involucrados, lo que originó el repudio del pueblo y qué el gobernador Juan Manuel Carreras López, lo llamara para que le explicara el triste episodio que protagonizaron sus subalternos: y no era para menos pues ese “incidente”, empañaba en gran medida su imagen ante la opinión pública.

Ojalá esa llamada de atención sirva para que Robledo Ruíz de ahora en adelante defienda al Juan y a la María, en lugar de andar abrigando a inspectores y taxistas mañosos y mafiosos, que violentan los derechos humanos de personas ajenas al gremio, al tratar de agredir a choferes de Uber. De no hacerlo el problema cual bola de nieve crecerá y cuando quieran frenarla, será demasiado tarde, y el caos los arrastrará en su frenética caída.

Solo recuerden que funcionarios de cualquier nivel están para servir al pueblo y no para servirse de él, mucho menos para minimizar lo grave de tal acción, como hace años lo hizo el expresidente Felipe Calderón cuando le reclamaron las muertes de hombres, mujeres y niños civiles, -pues como Pilatos se lavó las manos- al declarar que eran “efectos colaterales” de la cruzada contra la delincuencia. Lo peor es que la matanza de esos “efectos colaterales” aún continúa.

Dios quiera que todo termine y se pongan a trabajar para que reine la paz y bienestar en el San Luis de las tunas y el nopal; y para que la espera sea más leve, “El Sol de San Luis” entrega a sus fieles lectores está reflexión que forma parte de las compilaciones del padre Fernando Castro Villanueva.

Y reitera su agradecimiento tanto a participantes como a patrocinadores de la Magna Segunda Carrera Atlética de “El Sol de San Luis” que con éxito se llevó a cabo para celebrar su LXVI Aniversario.

Kasusu, hábil cazador, puso varias trampas para cazar algunos animales. Después de un par de días encontró en la primera trampa una serpiente muy grande, que medía diez metros. Iba a matarla, pero la serpiente empezó a suplicarle. -¡No me mates, te lo ruego! Si me dejas vivir, yo seré tu mejor amiga y podré ayudarte en un momento difícil.

El cazador vaciló por un momento, pero luego dejó libre al animal. Entonces la serpiente estalló en una carcajada diabólica y le dijo: -Gracias, pero qué ingenuo eres, pues ahora mismo voy a devorarte. -¡Pero si me has prometido ser mi amiga fiel! -¿Y desde cuándo un hambriento deja escapar a su presa?

-Por lo menos- insistió el hombre- permite que este asunto sea juzgado por las autoridades de la selva. La serpiente a regañadientes aceptó y mandó llamar a los animales de la zona. Acudieron muchos y formaron un círculo a una distancia conveniente. La serpiente les expuso el caso: -Yo he agarrado a este hombre. ¿No es un derecho de todo cazador comer las fieras que caen en sus manos?

-¡Es mentira! -dijo Kasusu- ¡Soy yo el que te encontró en la trampa! Luego te he liberado por compasión y ahora, mintiendo como acostumbran las serpientes, quieres devorarme.

Los animales se miraron unos a otros, temerosos e indecisos. Al final se adelantó la zorra y le dijo: -Para juzgar con imparcialidad, necesito ver cómo sucedieron los hechos. Las palabras a veces resultan ambiguas.

El hombre rehízo la trampa: la serpiente se acercó con cautela, explicando como el hombre la había capturado a traición. Pero de pronto el lazo saltó, apretando a la serpiente del cuello.

Entonces la zorra pronunció la sentencia:

-Hombre, estás a salvo, pero otra vez no confíes de una víbora. ¡No seas tonto! Como honorario, dame una gallina. Gracias -respondió Kasusu-, esta noche ven a mi casa. Dejaré el corral abierto para que puedas tomar las que quieras. Por la noche Kasusu dejo abierto el corral, pero olvidó decírselo a su mujer y ella lo cerró. Cuando llegó la zorra, quedó decepcionada y tuvo que marcharse gruñendo: -¿Es que ya no existe el agradecimiento?


Comentarios: altagracia_155@hotmail.com






¡EFECTOS COLATERALES, INCIDENTE! ¿Y DESPUÉS QUÉ?


Es lamentable el bajo proceder de los inspectores de la SCT al golpear a un señor ante la impotencia de su señora esposa e hijo enfermo, pues además de dejar un mal sabor de boca, no se puede explicar el porqué, la que se supone es una dependencia estatal cuya misión es servir a Juan Pueblo y María Ciudadana hace todo al revés.

La gota que derramó el vaso fue la tibia actitud del titular Juan Ramiro Robledo Ruíz, quien declaró que fue “un incidente” y que separaría del cargo a los involucrados, lo que originó el repudio del pueblo y qué el gobernador Juan Manuel Carreras López, lo llamara para que le explicara el triste episodio que protagonizaron sus subalternos: y no era para menos pues ese “incidente”, empañaba en gran medida su imagen ante la opinión pública.

Ojalá esa llamada de atención sirva para que Robledo Ruíz de ahora en adelante defienda al Juan y a la María, en lugar de andar abrigando a inspectores y taxistas mañosos y mafiosos, que violentan los derechos humanos de personas ajenas al gremio, al tratar de agredir a choferes de Uber. De no hacerlo el problema cual bola de nieve crecerá y cuando quieran frenarla, será demasiado tarde, y el caos los arrastrará en su frenética caída.

Solo recuerden que funcionarios de cualquier nivel están para servir al pueblo y no para servirse de él, mucho menos para minimizar lo grave de tal acción, como hace años lo hizo el expresidente Felipe Calderón cuando le reclamaron las muertes de hombres, mujeres y niños civiles, -pues como Pilatos se lavó las manos- al declarar que eran “efectos colaterales” de la cruzada contra la delincuencia. Lo peor es que la matanza de esos “efectos colaterales” aún continúa.

Dios quiera que todo termine y se pongan a trabajar para que reine la paz y bienestar en el San Luis de las tunas y el nopal; y para que la espera sea más leve, “El Sol de San Luis” entrega a sus fieles lectores está reflexión que forma parte de las compilaciones del padre Fernando Castro Villanueva.

Y reitera su agradecimiento tanto a participantes como a patrocinadores de la Magna Segunda Carrera Atlética de “El Sol de San Luis” que con éxito se llevó a cabo para celebrar su LXVI Aniversario.

Kasusu, hábil cazador, puso varias trampas para cazar algunos animales. Después de un par de días encontró en la primera trampa una serpiente muy grande, que medía diez metros. Iba a matarla, pero la serpiente empezó a suplicarle. -¡No me mates, te lo ruego! Si me dejas vivir, yo seré tu mejor amiga y podré ayudarte en un momento difícil.

El cazador vaciló por un momento, pero luego dejó libre al animal. Entonces la serpiente estalló en una carcajada diabólica y le dijo: -Gracias, pero qué ingenuo eres, pues ahora mismo voy a devorarte. -¡Pero si me has prometido ser mi amiga fiel! -¿Y desde cuándo un hambriento deja escapar a su presa?

-Por lo menos- insistió el hombre- permite que este asunto sea juzgado por las autoridades de la selva. La serpiente a regañadientes aceptó y mandó llamar a los animales de la zona. Acudieron muchos y formaron un círculo a una distancia conveniente. La serpiente les expuso el caso: -Yo he agarrado a este hombre. ¿No es un derecho de todo cazador comer las fieras que caen en sus manos?

-¡Es mentira! -dijo Kasusu- ¡Soy yo el que te encontró en la trampa! Luego te he liberado por compasión y ahora, mintiendo como acostumbran las serpientes, quieres devorarme.

Los animales se miraron unos a otros, temerosos e indecisos. Al final se adelantó la zorra y le dijo: -Para juzgar con imparcialidad, necesito ver cómo sucedieron los hechos. Las palabras a veces resultan ambiguas.

El hombre rehízo la trampa: la serpiente se acercó con cautela, explicando como el hombre la había capturado a traición. Pero de pronto el lazo saltó, apretando a la serpiente del cuello.

Entonces la zorra pronunció la sentencia:

-Hombre, estás a salvo, pero otra vez no confíes de una víbora. ¡No seas tonto! Como honorario, dame una gallina. Gracias -respondió Kasusu-, esta noche ven a mi casa. Dejaré el corral abierto para que puedas tomar las que quieras. Por la noche Kasusu dejo abierto el corral, pero olvidó decírselo a su mujer y ella lo cerró. Cuando llegó la zorra, quedó decepcionada y tuvo que marcharse gruñendo: -¿Es que ya no existe el agradecimiento?


Comentarios: altagracia_155@hotmail.com






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