/ domingo 7 de marzo de 2021

La violencia se esconde hasta en los actos más cotidianos: Floretta Mayerson

Se trata de una plataforma gratuita a la que cualquiera puede tener acceso, solo se necesita una cuenta de Facebook o Instagram.

Hace tres años, Floretta Mayerson vivió lo que millones de mujeres: “Si te vas, me suicido”. Fue lo que le dijo su novio de aquel entonces cuando le comentó sus intenciones de volver a México tras estudiar la carrera de comunicación política en la Syracuse University de Nueva York.

“La violencia se esconde hasta en los actos más cotidianos. Los problemas con mi antigua pareja no comenzaron con ese chantaje, sino mucho antes, desde que era una relación de pareja no exclusiva. Luego vino la violencia psicológica y se volvió más turbulento el asunto”, recuerda esta chica de 23 años que ahora es una emprendedora de tiempo completo.

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Su proyecto, Violetta, es un chatbot de inteligencia artificial que detecta, mediante una conversación automatizada en redes sociales, cuando una persona sufre de violencia psicológica, económica, física o laboral.

Se trata de una plataforma gratuita a la que cualquiera puede tener acceso. Sólo se necesita una cuenta de Facebook o Instagram. Con eso basta para que el usuario platique con el robot y le cuente sobre aquello de lo que no se atreve a hablar en público: golpes, chantajes, insultos, abusos sexuales.

Tras una conversación automatizada, el algoritmo de Violetta detecta si la usuaria o el usuario está en problemas. En caso de que sí, se abren dos opciones: un enlace con alguno de los psicólogos de Fundación Origen —asociación civil que desde hace 20 años se dedica a brindar atención integral a mujeres en situación vulnerable— o una llamada al 911.

Según datos de la Secretaría de Gobernación, las llamadas S.O.S. realizadas por mujeres en México aumentaron un 46% desde que empezó la pandemia.

“Queremos que Violetta sea ese espacio seguro que a veces no encontramos en nuestra vida diaria por falta de información, por vergüenza o porque no tenemos la confianza de hablar sobre violencia con nuestros familiares y amigos”, dice Mayerson, quien pertenece a la comunidad judía, donde la mayoría de las mujeres siguen siendo relegadas a las labores del hogar.

¿Pero qué hacer en caso de que a la víctima le revisen el celular? No importa, Violetta también funciona en la página https://holasoyvioletta.com/, “porque sabemos que a muchas personas víctimas de violencia les espían el teléfono, de esta manera pueden borrar la conversación o cerrar la pestaña y no queda registro de que tuvieron contacto con nosotros”.

A CONTRACORRIENTE

Si hubiera sido hombre, Floretta está segura que su padre la hubiera apoyado en su proyecto. Pero no fue así. “Nací mujer y soy independiente, algo rarísimo en la comunidad judía, donde te sales de tu casa hasta que te casas”.

Haber crecido entre privilegios económicos y una familia disfuncional la dotó de una perspectiva distinta. No se convirtió, dice, en la clásica whitexican que no sale de su burbuja.

Recuerda cuando estudiaba la preparatoria en el Colegio Israelita De México, una de las escuelas más elitistas del país. Allí, ella fue la única que en 2014 levantó la voz por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

“Una tarde iba llegando a la escuela y escuché a mis amigas quejarse por el tráfico que había a causa de las manifestaciones. Sus comentarios me resultaron ofensivos. No podía entender su desconexión de la realidad y su falta de empatía sólo porque ellas vivían en su burbuja de privilegios mientras afuera había gente muerta de dolor porque no encontraba a sus familiares”, recuerda.

Su reacción fue casi inmediata: preparó material para sensibilizar a sus compañeros sobre el caso Ayotzinapa y hasta formó un comité con todas las instituciones de la red judía para realizar un evento donde se generara conciencia sobre la tragedia. “Pero un día antes me hablaron y me dijeron que tenía que cancelar todo porque el evento representaba tomar postura contra el gobierno, y ellos (las autoridades del colegio) no se podían dar el lujo de hacerlo. El discurso que había armado estaba todo tachado en rojo y lo que me quedó fue sumarme a los manifestantes en las calles”.

Por eso no le resultó raro cuando, hace dos meses, presentó Violetta ante los directivos de la comunidad judía en México. “Eran puros hombres, se volteaban a ver entre ellos, nunca viéndome a mí, nunca dándome mi lugar. Me vieron como la niña de 23 años que está trabajando. Y eso los agitó, los puso nerviosos, porque en la comunidad (judía) es incómodo cualquier tema que revuelva el status quo”.

Su próximo paso es buscar un modelo de negocios sostenible para Violetta, plataforma que ya ha sido apoyada por empresas transnacionales como Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico. “No queremos depender de donaciones o concursos: creemos que podemos ser rentables mediante alianzas con universidades y compañías ahora que entró en vigor la NOM 035 y es obligatoria la salud mental de los trabajadores. Violetta puede ayudar a medir e identificar la violencia”.

Hace tres años, Floretta Mayerson vivió lo que millones de mujeres: “Si te vas, me suicido”. Fue lo que le dijo su novio de aquel entonces cuando le comentó sus intenciones de volver a México tras estudiar la carrera de comunicación política en la Syracuse University de Nueva York.

“La violencia se esconde hasta en los actos más cotidianos. Los problemas con mi antigua pareja no comenzaron con ese chantaje, sino mucho antes, desde que era una relación de pareja no exclusiva. Luego vino la violencia psicológica y se volvió más turbulento el asunto”, recuerda esta chica de 23 años que ahora es una emprendedora de tiempo completo.

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Su proyecto, Violetta, es un chatbot de inteligencia artificial que detecta, mediante una conversación automatizada en redes sociales, cuando una persona sufre de violencia psicológica, económica, física o laboral.

Se trata de una plataforma gratuita a la que cualquiera puede tener acceso. Sólo se necesita una cuenta de Facebook o Instagram. Con eso basta para que el usuario platique con el robot y le cuente sobre aquello de lo que no se atreve a hablar en público: golpes, chantajes, insultos, abusos sexuales.

Tras una conversación automatizada, el algoritmo de Violetta detecta si la usuaria o el usuario está en problemas. En caso de que sí, se abren dos opciones: un enlace con alguno de los psicólogos de Fundación Origen —asociación civil que desde hace 20 años se dedica a brindar atención integral a mujeres en situación vulnerable— o una llamada al 911.

Según datos de la Secretaría de Gobernación, las llamadas S.O.S. realizadas por mujeres en México aumentaron un 46% desde que empezó la pandemia.

“Queremos que Violetta sea ese espacio seguro que a veces no encontramos en nuestra vida diaria por falta de información, por vergüenza o porque no tenemos la confianza de hablar sobre violencia con nuestros familiares y amigos”, dice Mayerson, quien pertenece a la comunidad judía, donde la mayoría de las mujeres siguen siendo relegadas a las labores del hogar.

¿Pero qué hacer en caso de que a la víctima le revisen el celular? No importa, Violetta también funciona en la página https://holasoyvioletta.com/, “porque sabemos que a muchas personas víctimas de violencia les espían el teléfono, de esta manera pueden borrar la conversación o cerrar la pestaña y no queda registro de que tuvieron contacto con nosotros”.

A CONTRACORRIENTE

Si hubiera sido hombre, Floretta está segura que su padre la hubiera apoyado en su proyecto. Pero no fue así. “Nací mujer y soy independiente, algo rarísimo en la comunidad judía, donde te sales de tu casa hasta que te casas”.

Haber crecido entre privilegios económicos y una familia disfuncional la dotó de una perspectiva distinta. No se convirtió, dice, en la clásica whitexican que no sale de su burbuja.

Recuerda cuando estudiaba la preparatoria en el Colegio Israelita De México, una de las escuelas más elitistas del país. Allí, ella fue la única que en 2014 levantó la voz por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

“Una tarde iba llegando a la escuela y escuché a mis amigas quejarse por el tráfico que había a causa de las manifestaciones. Sus comentarios me resultaron ofensivos. No podía entender su desconexión de la realidad y su falta de empatía sólo porque ellas vivían en su burbuja de privilegios mientras afuera había gente muerta de dolor porque no encontraba a sus familiares”, recuerda.

Su reacción fue casi inmediata: preparó material para sensibilizar a sus compañeros sobre el caso Ayotzinapa y hasta formó un comité con todas las instituciones de la red judía para realizar un evento donde se generara conciencia sobre la tragedia. “Pero un día antes me hablaron y me dijeron que tenía que cancelar todo porque el evento representaba tomar postura contra el gobierno, y ellos (las autoridades del colegio) no se podían dar el lujo de hacerlo. El discurso que había armado estaba todo tachado en rojo y lo que me quedó fue sumarme a los manifestantes en las calles”.

Por eso no le resultó raro cuando, hace dos meses, presentó Violetta ante los directivos de la comunidad judía en México. “Eran puros hombres, se volteaban a ver entre ellos, nunca viéndome a mí, nunca dándome mi lugar. Me vieron como la niña de 23 años que está trabajando. Y eso los agitó, los puso nerviosos, porque en la comunidad (judía) es incómodo cualquier tema que revuelva el status quo”.

Su próximo paso es buscar un modelo de negocios sostenible para Violetta, plataforma que ya ha sido apoyada por empresas transnacionales como Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico. “No queremos depender de donaciones o concursos: creemos que podemos ser rentables mediante alianzas con universidades y compañías ahora que entró en vigor la NOM 035 y es obligatoria la salud mental de los trabajadores. Violetta puede ayudar a medir e identificar la violencia”.

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