/ viernes 29 de marzo de 2024

Emotividad y Devoción: La Procesión de los Cristos en Villa de Pozos

Esta tradición, tiene más de 120 años de historia; es un rito que trasciende el tiempo y se sumerge en la esencia misma de la fe

  • En las angostas calles de la delegación, más de 400 imágenes de Cristo se alinearon, cada una portada con devoción por manos llenas de religiosidad.
  • Algunos cristos, muy antiguos, desgastados por los años y las lágrimas de generaciones pasadas; pero otros, recién esculpidos, llevaban en sus rasgos la pasión de los artesanos contemporáneos.
  • Las calles empedradas se llenaron de susurros y oraciones, y el aroma de las flores frescas se mezcló con el incienso.
  • Para los poceños, la procesión no es solo un ritual religioso, sino un acto de amor hacia el prójimo, pues en sus corazones, llevan las historias de milagros y resiliencia.


En el crepúsculo dorado, cuando los rayos del sol se desvanecieron tras los tejados de la Parroquia de San Francisco de Asís, el padre Benjamín Moreno Aguirre, con su sotana ondeando al viento, alzó la cruz y dio comienzo a la liturgia previa.

Sus palabras, cargadas de fervor, resonaron en el aire, en donde convocó a los fieles para congregarse en el atrio del templo y plaza principal, para así besar al Cristo de esta iglesia, como un símbolo de transformación, ánimo y un regalo a la humanidad.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Ese fue el preludio de una tradición con más de 120 años de historia, un rito que trasciende el tiempo y se sumerge en la esencia misma de la fe: la Procesión de los Cristos.

En las angostas calles de la delegación de Villa de Pozos, más de 400 imágenes de Cristo se alinearon, cada una portada con devoción por manos llenas de religiosidad.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Los rostros tallados en madera o modelados en yeso reflejaban el sufrimiento, la compasión y la esperanza. Algunos antiguos, desgastados por los años y las lágrimas de generaciones pasadas. Otros Cristos, recién esculpidos, llevaban en sus rasgos la pasión de los artesanos contemporáneos.

La procesión comenzó en punto de las 18:30 horas y así avanzó por las calles de 5 de Mayo, Centenario, Francisco I. Madero, Guadalupe Victoria, Jocoyota, Saturnino Cedillo y Rayón, mientras el sol se retiraba, dejando espacio a las velas encendidas que iluminanaron el camino.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Las campanas de la iglesia tañeron con solemnidad el recorrido, como si quisieran acompañar a los fieles en su peregrinaje. Las calles empedradas se llenaron de susurros y oraciones, y el aroma de las flores frescas se mezcló con el incienso.

El dolor y la esperanza se entrelazaron en cada paso. Las familias poceñas, con los ojos enrojecidos por el llanto, caminaron juntas, con una compasión que lo inundó todo.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Para ellos, la procesión no es solo un ritual religioso; es un acto de amor hacia el prójimo. Pues en sus corazones, llevan las historias de milagros y resiliencia. Cada Cristo representa una carga compartida, un consuelo en medio de la oscuridad.

El señor Francisco Zárate, cuya familia organiza la cabalgata en honor al Cristo de Estípula, sostuvo su imagen con reverencia. Sus manos, que son prueba de su trabajo duro, acariciaban con fe la madera desgastada de su imagen.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Para él, la procesión es un lazo que une pasado y presente, un recordatorio de que el sacrificio de Cristo no fue en vano.

Las imágenes desfilaron: el Cristo o el Señor del Olivo de la familia Castro Ávalos, el Señor de la Conquista de la familia Rocha Duarte, el Cristo de la Misericordia de la señora Guadalupe Méndez. Cada uno tiene su historia, su promesa de consuelo y redención.

Las flores y los listones de colores adornaron sus brazos extendidos, como símbolos de fe enraizada en la tierra y apuntando al cielo.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

En esta procesión, la emotividad se entrelazó con la tradición. Las lágrimas y los rezos se fundieron con el aroma a cera derretida y la brisa fresca de la tarde.

Y mientras las sombras se alargaban, la comunidad de Villa de Pozos caminó unida a través de sus cristos, sosteniendo la luz de la esperanza en sus manos.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

“Que cada paso sea un testimonio de amor y compasión. Que cada Cristo sea un faro en la noche”, murmuraban durante su camino de fe.

La Procesión de los Cristos en Villa de Pozos, es una ventana hacia lo divino, pero sobretodo es un manto humano de amor, un abrazo eterno entre lo terrenal y lo celestial.

  • En las angostas calles de la delegación, más de 400 imágenes de Cristo se alinearon, cada una portada con devoción por manos llenas de religiosidad.
  • Algunos cristos, muy antiguos, desgastados por los años y las lágrimas de generaciones pasadas; pero otros, recién esculpidos, llevaban en sus rasgos la pasión de los artesanos contemporáneos.
  • Las calles empedradas se llenaron de susurros y oraciones, y el aroma de las flores frescas se mezcló con el incienso.
  • Para los poceños, la procesión no es solo un ritual religioso, sino un acto de amor hacia el prójimo, pues en sus corazones, llevan las historias de milagros y resiliencia.


En el crepúsculo dorado, cuando los rayos del sol se desvanecieron tras los tejados de la Parroquia de San Francisco de Asís, el padre Benjamín Moreno Aguirre, con su sotana ondeando al viento, alzó la cruz y dio comienzo a la liturgia previa.

Sus palabras, cargadas de fervor, resonaron en el aire, en donde convocó a los fieles para congregarse en el atrio del templo y plaza principal, para así besar al Cristo de esta iglesia, como un símbolo de transformación, ánimo y un regalo a la humanidad.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Ese fue el preludio de una tradición con más de 120 años de historia, un rito que trasciende el tiempo y se sumerge en la esencia misma de la fe: la Procesión de los Cristos.

En las angostas calles de la delegación de Villa de Pozos, más de 400 imágenes de Cristo se alinearon, cada una portada con devoción por manos llenas de religiosidad.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Los rostros tallados en madera o modelados en yeso reflejaban el sufrimiento, la compasión y la esperanza. Algunos antiguos, desgastados por los años y las lágrimas de generaciones pasadas. Otros Cristos, recién esculpidos, llevaban en sus rasgos la pasión de los artesanos contemporáneos.

La procesión comenzó en punto de las 18:30 horas y así avanzó por las calles de 5 de Mayo, Centenario, Francisco I. Madero, Guadalupe Victoria, Jocoyota, Saturnino Cedillo y Rayón, mientras el sol se retiraba, dejando espacio a las velas encendidas que iluminanaron el camino.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Las campanas de la iglesia tañeron con solemnidad el recorrido, como si quisieran acompañar a los fieles en su peregrinaje. Las calles empedradas se llenaron de susurros y oraciones, y el aroma de las flores frescas se mezcló con el incienso.

El dolor y la esperanza se entrelazaron en cada paso. Las familias poceñas, con los ojos enrojecidos por el llanto, caminaron juntas, con una compasión que lo inundó todo.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Para ellos, la procesión no es solo un ritual religioso; es un acto de amor hacia el prójimo. Pues en sus corazones, llevan las historias de milagros y resiliencia. Cada Cristo representa una carga compartida, un consuelo en medio de la oscuridad.

El señor Francisco Zárate, cuya familia organiza la cabalgata en honor al Cristo de Estípula, sostuvo su imagen con reverencia. Sus manos, que son prueba de su trabajo duro, acariciaban con fe la madera desgastada de su imagen.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

Para él, la procesión es un lazo que une pasado y presente, un recordatorio de que el sacrificio de Cristo no fue en vano.

Las imágenes desfilaron: el Cristo o el Señor del Olivo de la familia Castro Ávalos, el Señor de la Conquista de la familia Rocha Duarte, el Cristo de la Misericordia de la señora Guadalupe Méndez. Cada uno tiene su historia, su promesa de consuelo y redención.

Las flores y los listones de colores adornaron sus brazos extendidos, como símbolos de fe enraizada en la tierra y apuntando al cielo.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

En esta procesión, la emotividad se entrelazó con la tradición. Las lágrimas y los rezos se fundieron con el aroma a cera derretida y la brisa fresca de la tarde.

Y mientras las sombras se alargaban, la comunidad de Villa de Pozos caminó unida a través de sus cristos, sosteniendo la luz de la esperanza en sus manos.

Juana María Olivo / El Sol de San Luis

“Que cada paso sea un testimonio de amor y compasión. Que cada Cristo sea un faro en la noche”, murmuraban durante su camino de fe.

La Procesión de los Cristos en Villa de Pozos, es una ventana hacia lo divino, pero sobretodo es un manto humano de amor, un abrazo eterno entre lo terrenal y lo celestial.

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