- "Ella nos ama, mucho más de lo que nos amamos a nosotros mismos y quiere nuestra conversión ¡ya!", dijo el clérigo
En el atrio de la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo ubicada en la Garita de Jalisco de la capital potosina, se despidió a Nuestra Señora de San Juan de los Lagos.
Sacerdotes del Decanato Benedicto XVI. La homilía estuvo a cargo de nuestro colaborador, Presbítero, L.F. Salvador González Vásquez, quien con emotivas palabras conmovió a los presentes, a quienes les hizo recordar y hacer suyas las palabras:
“¿Quien soy yo, para que la madre de mi Señor, venga a verme?”. (Lc.1,39).
La respuesta, está en Mateo: “Tú eres mi hijo, el amado; en ti me complazco”. (Lc.3,22).
Las palabras que vienen de Dios, curan el alma; y la respuesta que necesitamos escuchar, es que alguien nos diga: Tu eres mi hijo.
Porque esas palabras, nos hacen sentir, que somos alguien; que le pertenecemos a Dios, y que la vida tiene un sentido.
Hay un ser que nos ama, mucho más de lo que nos amamos a nosotros mismos.
Por tanto, no estamos solos enfrentando al mundo; hay alguien, que daría su vida por nosotros.
Sin embargo, no basta con escuchar que alguien nos ama, es necesario creer, que somos amados.
Porque la fe, es la puerta, que nos da la entrada a una vida nueva; una vida llena de amor y de sentido
Creer, nos hace cambiar de pensamiento y actitud; y transforma la vida del creyente
María, es el modelo de mujer que ha creído. Y eso, le valió el elogio de Isabel, que le dijo: “Dichosa tu, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.(Lc.1,45).
Hoy, al igual que en tiempos de Isabel, María deja lo suyo para ocuparse de lo nuestro.
Porque, la mirada de una madre, va con nosotros a donde quiera que estemos; porque donde están los hijos, ahí también está la madre.
El amor de Madre, es un amor incondicional; en el éxito, está la Mamá, y en la tribulación, ella también está contigo. Porque el amor maternal, no pone condiciones.
María, en su tiempo, dejó su vida y sus problemas en las manos de Dios, y llena de fe, se encaminó alegre, para ayudar a su prima Isabel.
Y, si hoy le preguntamos a María, por qué está aquí, entre nosotros, la respuesta es clara: Porque tú eres mi hijo.
Pidámosle a Ella, que nos contagie de su fe; esa misma, que la hizo vivir con alegría, a pesar del dolor.
Volvamos a creer, para vivir dichosos. Y demos gracias a Nuestra Madre, la Virgen de San Juan, porque hoy, está con nosotros.
Ya que, al contemplar su imagen, volvemos a recordar, que contamos con su mirada materna, que nos acompaña en donde quiera que estemos.
Y, no olvidemos esas palabras, que María le dijo a Juan Diego: “ No temas está enfermedad, ni otra angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?” (Nican Mopohua).