/ martes 11 de agosto de 2020

Opinión

El feminicidio un delito que hace crisis

Entre los ajustes sociales que son indispensables para configurar el desarrollo de un país está el de proporcionar seguridad a la vida de las personas que lo habitan.

Sin seguridad no hay confianza y sin ésta no puede haber mejoría en el bienestar de la población como tampoco hay firmeza en la construcción del futuro colectivo.

México comienza a revisar sus estadísticas del feminicidio como un fenómeno que se presenta en la base social que es, sin duda, la familia. Lesionar siquiera a la esposa, la hermana o la hija, rompe la base de esa estructura social y siembra el caos que enseguida se manifiesta en muchos otros delitos.

Asesinar a una mujer por el hecho de serlo, es la expresión más salvaje que un individuo puede mostrar. El feminicida hace equivocados juicios de valor y canaliza toda su energía por la vía más censurable que podamos imaginar.

Quince mujeres han sido asesinadas durante el primer semestre de este año en nuestro estado. Más allá de cuales hayan sido las causas que motivaron al asesino, este simple número de sacrificios llama nuestra atención y merece ser ventilado junto con el gran número de asuntos legislativos que nos lleve a proponer medidas más ajustadas a la consecución de la seguridad para la vida de nuestras mujeres.

En nuestro país 7 mujeres son objeto de violencia todos los días y eso coloca a México ante el reto de abatir las agresiones cualesquiera que sean las consecuencias físicas, morales o psicológicas que sufran las víctimas. Evidentemente es un asunto de conciencia, pero también de sanciones.

El género de la víctima debe convertirse en un agravante para el culpable del delito que se haya generado. Sería razonable pensar así.

El feminicidio un delito que hace crisis

Entre los ajustes sociales que son indispensables para configurar el desarrollo de un país está el de proporcionar seguridad a la vida de las personas que lo habitan.

Sin seguridad no hay confianza y sin ésta no puede haber mejoría en el bienestar de la población como tampoco hay firmeza en la construcción del futuro colectivo.

México comienza a revisar sus estadísticas del feminicidio como un fenómeno que se presenta en la base social que es, sin duda, la familia. Lesionar siquiera a la esposa, la hermana o la hija, rompe la base de esa estructura social y siembra el caos que enseguida se manifiesta en muchos otros delitos.

Asesinar a una mujer por el hecho de serlo, es la expresión más salvaje que un individuo puede mostrar. El feminicida hace equivocados juicios de valor y canaliza toda su energía por la vía más censurable que podamos imaginar.

Quince mujeres han sido asesinadas durante el primer semestre de este año en nuestro estado. Más allá de cuales hayan sido las causas que motivaron al asesino, este simple número de sacrificios llama nuestra atención y merece ser ventilado junto con el gran número de asuntos legislativos que nos lleve a proponer medidas más ajustadas a la consecución de la seguridad para la vida de nuestras mujeres.

En nuestro país 7 mujeres son objeto de violencia todos los días y eso coloca a México ante el reto de abatir las agresiones cualesquiera que sean las consecuencias físicas, morales o psicológicas que sufran las víctimas. Evidentemente es un asunto de conciencia, pero también de sanciones.

El género de la víctima debe convertirse en un agravante para el culpable del delito que se haya generado. Sería razonable pensar así.

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