María Mercedes Gámez Martínez, activa mujer de iglesia, quien nació un 8 de Enero de 1962, en Los Novillos, Mazapil, Zacatecas y plática con "El Sol de San Luis" sobre la gran bendición que es para ella haber nacido mujer, lo que agradece a Dios haberla creado con éste género.
Nos plática:
"Ingresé por decisión propia, plena convicción y amor a Dios, a la vida religiosa el 28 de agosto de 1983. Tengo 39 años de llevar felizmente vida consagrada.
La toma de hábito fue un 18 de Julio de 1986, en el Instituto de Misioneras Catequistas de San José (MCSJ).
Mis Votos perpetuos los hice el 18 de Marzo 1993, en el mismo Instituto de MCSJ.
¿QUÉ REPRESENTA PARA USTED SER MUJER?
Desde el principio Padre Dios formó a la mujer como parte muy importante dentro de la Creación, por lo que al haberme dado Dios el don de ser mujer, ha sido siempre el regalo más maravilloso que he disfrutado en las diferentes etapas de mi vida: como hija, hermana, en el campo laboral y sobre todo, en mi realización como religiosa consagrada, en la Misión que me encomendó durante 30 años, en el servicio a un Pastor como fue el señor Arzobispo Don Arturo Antonio Szymanski Ramírez.
¿POR QUÉ ELIGIÓ A DIOS Y QUISO SER RELIGIOSA?
De joven yo nunca pensé en ser religiosa, cuando estaba con mis papás, yo tenía otro proyecto para mi vida, llegar a ser empresaria y adoptar dos niños, esos eran mis sueños de jovencita. Sin saber lo que Dios me tenía preparado.
A los 19 años Él me tomó y me llevó a un convento a Zacatecas, donde me habló al corazón y me eligió para que fuera su esposa para siempre.
¿CUÁL ES LA MÁS GRANDE SATISFACCIÓN QUE HA TENIDO AL SER MUJER Y HABERSE CONSAGRADO A DIOS?
La más grande satisfacción es que, de entre muchas mujeres y aún con mejores capacidades, el Señor me eligió para ser su esposa a pesar de mis deficiencias y debilidades.
Me he podido realizar plenamente viviendo la maternidad al trabajar con los niños y jóvenes del catecismo, la fraternidad con mis hermanas de comunidad, con los Sacerdotes, con los padres de familia, etc.
Pero sobre todo, me siento afortunada de haber tenido a un Gran Maestro que hasta la fecha desde la eternidad me sigue aconsejando por dónde es el camino que debo seguir. Para terminar tomó las palabras del Santo Padre Francisco: “Una Iglesia sin mujeres es como el grupo de los Apóstoles sin la Santísima Virgen María, nuestra Madre”.