Desatención, malas caras y pésimo trato están encontrando los familiares de pacientes del Hospital General del ISSSTE, Carlos Diez Gutiérrez de esta capital potosina, pareciera que el síndrome de Burnot que es el agotamiento físico y mental se ha impregnado al ánimo del sector laboral, aún y cuando no atiendan pacientes Covid.
A consecuencia de la pandemia del Coronavirus, la dinámica de actividades ha cambiado bastante, antes sobornabas con unas galletas, bolillos o cocas, a los trabajadores del ISSSTE que se creen todo poderoso por tener acceso a las puertas de urgencia y medicina familiar.
Es una práctica común entre la derechohabiencia dar hasta mangos para poder hacer migas con quienes tienen el control de los accesos, el motivo de esta usual estrategia es poder acceder a las instalaciones y darle más vueltas a los pacientes; pero pareciera que estas dinámicas se están terminando porque ahora se controlan religiosamente las entradas.
Aunque los familiares de pacientes quisieran estar aún lado de sus enfermos y ayudarlos a ir al baño, auxiliarlos, o echarles un ojito, esto se está terminando pues sólo se tiene permitido ingresar a las instalaciones, en tres ocasiones al día, durante el desayuno a las 10:00 de la mañana, a la hora de la comida, a las 13:00 horas y durante la cena a las 18:00 horas.
Hay un descontento entre los familiares porque nadie del personal de salud, se asoma a dar informes de los enfermos, aunque a todos les comen las ansias.
La situación recrudece cuando hay familiares impacientes que quieren saberlo todo, y se dan tremendos encontronazos entre los enfermeros, camilleros, guardias de seguridad y los que esperan por horas, saber que el estado de salud de su familiar. Es cuando se presentan, gritos, malas caras y enfrentamientos, mientras que los pacientes yacen solos y abandonados en las frías camas.
No están permitiendo que los pacientes tengan consigo artículos personales como celulares, vaya ni las cobijitas abrigadoras de casa dejan tener; algunas mantas que logran pasar desapercibidas del personal, se están desapareciendo, y nadie las tiene.
Los médicos están ausentes, hay sólo tres enfermeras para atender todo un piso de enfermos, mismas que rara vez dan informes y no se presentan a sus áreas de trabajo. Qué decir, sí es fin de semana.
Otra de las quejas que hay, es que muchos familiares salen llorando del hospital, porque cuando dejan a su enfermo en urgencias, no salen a decirles si tienen o no Covid, los pacientes son canalizados al área y el familiar se da cuenta hasta que le avisan que está muerto.
Aunque los que están hospitalizados están lejos del área Covid del nosocomio, relatan que ven pasar y pasar los casos de personas que resultaron infectadas y después de ello, nadie pasa a rociar las áreas para evitar que los que tienen otros padecimientos se contagien de Coronavirus, tampoco les dicen qué tienen, sólo saben que están enfermos porque las enfermeras cuentan todo.
También hay muchas quejas por la mala comunicación que hay “los modos”, no son los que se deben utilizar para tratar a un familiar que está desesperado por estar informado de la salud de su ser querido.
Y finalmente, los familiares son dejados a su suerte, antes podían estar en el nosocomio, ahora ni las frías bancas pueden ocupar, se tienen que quedar afuera en la intemperie. Lo peor no les prestan los sanitarios, tema del que se quejan los derechohabientes pues dicen “por humanidad” los deberían dejar utilizar los baños, muchos viajan largas distancias para estar ahí esperando a su gente.