/ domingo 16 de enero de 2022

"Chuya", a todos nos dejó huérfanos; deja una familia devastada

A sus 44 años deja panorama ensordecedor en sus hijos, Iliana, Rosita, los gemelos Luis y Jesús, María de los Ángeles y a tres nietas, María de Jesús, Lupita y Mía

A todos nos dejó huérfanos, sus hijos hoy enfrentan abandono, adicciones, no saben qué hacer, están deprimidos, encuentran trabajo pero la muerte de Chuya pesa mucho y no duran en él. El Covid-19 lo desarticuló todo, dejó rotas y desamparadas a familias enteras.

Esta pasada Navidad fue horrible no cenaron nada en casa, no estrenaron ropa, no tuvieron su cena especial con fiesta, y las niñas chiquitas no tuvieron juguetes.

Este es el panorama ensordecedor que dejó en una familia potosina, la muerte por Covid-19 de María de Jesús Álvarez Morales "Chuya" de 44 años de edad. Ella falleció en el segundo semestre de 2020 cuando la pesadilla de la pandemia apenas se estaba entendiendo.

Esta temible enfermedad dejó en la orfandad a Iliana ahora de 25 años de edad, Rosita hoy con 22 años de edad, los gemelos Luis y Jesús que acaban de cumplir 17 años de edad, así como a María de los Ángeles que actualmente tiene 8 años de edad. Además de tres nietas, María de Jesús, Lupita y Mía.

Esta familia es originaria del municipio de Salinas de Hidalgo, San Luis Potosí, y desde que Chuya perdió la batalla frente al Coronavirus no han encontrado descanso porque están sufriendo los embates de ser una familia dependiente del matriarcado.

Se cree que Chuya se contagió por asistir a la fiesta de celebración de su hermano, quien festejaba que acababa de recibir los papeles de residencia en Estados Unidos tras su estancia migratoria de décadas, vino a su lugar de origen para conmemorar con tremendo pachangón, pero también contaminó a muchos con el virus; de esa fiesta varios resultaron afectados y 5 murieron, entre ellos se encontraba a quien describen como una brava mujer "Chuya". Cabe destacar que el migrante que trajo el virus, estuvo enfermo pero no falleció "estaba muy emocionada porque tenía un hermano que venía de Estados Unidos, no tenía documentos y se los dieron y vino a festejar que le dieron su residencia, vino a Salinas a hacer una fiesta, fueron de los primeros casos que se dieron en el municipio y fue muy impresionante porque en un solo mes, se murieron cinco integrantes de esa familia, tuvieron mucho exceso, banda, borrachera, a mi mamá le decíamos que no anduviera en fiestas, nos estaban diciendo que nos encerráramos y andaban buscándole, haciéndole al vivo. En esta fiesta, salieron muchos contagiados y muchos muertitos, no el hermano que vino de Estados Unidos, todo fue muy rápido, a la semana internaron a un hermano que murió inmediatamente y continuó Chuya que duró un mes internada pero no aguantó -muy probablemente porque era diabética y tiempo atrás había padecido de una fuerte neumonía-", narra Adriana Vega Calzada, amiga de está trabajadora doméstica.

Cuando esa comunidad del altiplano potosino se enteró que había sido hospitalizada, comenzó a juntar un cargamento de suero para entregarlo al nosocomio y que atendieran lo mejor posible a esta samaritana mujer.

Su historia es un tanto telenovelesca porque el mismo día que internan a Chuya en el Hospital General de Soledad de Graciano Sánchez -uno de los primeros asignados para convertirse en hospital Covid-19 en el estado de San Luis Potosí- también lo hicieron con su hija mayor que estaba embarazada, y en el momento que falleció, nació su nieta Mía, por eso creen que Chuya estaba esperando a que llegará la bebé, "estaban internadas juntas en el mismo hospital, fue muy curioso. Desde ese momento la han pasado muy mal porque a uno de sus gemelitos lo tuvieron que anexar porque empezó con problemas muy graves de drogadicción, la más pequeñita anda rodando en la casa de las hermanas mayores, pero las dos son abrumadas, las dejaron los maridos y Chuya era la de todo, lloran cada día, todavía no trabajan bien, un día se emborrachan y el otro lloran, no se han acomodado a la pérdida de su mamá".

Ella era todo, no solo para su familia sino para sus amigos, pues Adriana Vega Calzada ex presidenta municipal panista de Salinas de Hidalgo, relata que trabajaba en la casa de su madre "era la mera buena para todo, hacía todo, iba al banco, ella manejaba a todos lados, organizaba campañas políticas, dirigía a las mujeres de la colonia, las cuadrillas, visitas domiciliarias, hacía todo, nos dejó huérfanos a todos, incluso en las pasadas elecciones la sentimos más, porque ella unía a la comunidad, es una triste historia, sus hijos todos los días están llorando, el cura del pueblo Jesús Rodríguez Cruz de la iglesia Nuestra Señora de la Paz, me pregunta qué podemos hacer con esta familia que tampoco tiene fe, nadie les ha ayudado a procesar este duelo".

A Chuya la describen como una máquina trabajadora, fuerte, alegre bailadora, risueña, gritona, maldicienta, claridosa, peleonera, buena para los trancazos y para el basquetbol, pero con un corazón gigante. En la ciudad conocida por la explotación de sal, todo el pueblo le tenía miedo porque defendía a todos los desvalidos, la querían mucho porque era muy solidaria, en algún momento fue encargada de entregar las becas del programa Progresa y Prospera de su colonia La Paz, se le cuadraban grandes y chicos porque sabían que era una persona justa.

Admirada como madre de familia porque construyó su casa con sus propias manos, le hacía a la albañilería, todo su dinero era para sus hijos, ella nunca se compraba cosas, todo era para sus retoños y nietas a quiénes quería muchísimo, todo el pueblo recurría a ella porque nada se le complicaba, podía manejar camionetas de ganado, ella tenía tokens, nips, tarjetas de la gente con quien trabajó, podía ir al banco a depositar miles de pesos y no le daba miedo andar en la calle con tanto en la bolsa, la seguía y respetaba todo el pueblo.

Su esposo Rubén Morales trabajaba con un exdiputado local dueño de gasolineras en Salinas de Hidalgo, batalla para encontrar trabajo, siempre lo descansan en Navidad para no darle aguinaldo, es quien junto con Iliana y Rosita, mantienen la casa tras la muerte de Chuya, aunque ya encontró a otra mujer y también se volcó al alcoholismo al no poder sopesar todo lo que ocurrió.

Sus hijos enfrentan una fuerte depresión y no saben cómo seguir adelante, sólo la mayor estudió en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios, CBTIS, Rosa cursó la secundaria, los gemelos no concluyeron la instrucción básica, y María de los Ángeles actualmente está en tercero de primaria.

Iliana actualmente de 25 años de edad nos cuenta que estos meses han sido un viacrucis "ha sido muy difícil porque ella era todo, ahora me encargo de todo porque soy la más grande, ahora me arrepiento de todo lo que no hice, no la valoré, no la ayudé, la extrañamos mucho. Yo me deprimí, entré en una fuerte depresión, yo no quería saber nada, me afectaba todo, pero por la responsabilidad de mis hijos y mis hermanos tuve que salir adelante".

Rosita que no estudió, tampoco se acomoda en ningún trabajo, después de un año del fallecimiento de su madre se separó del marido que se hizo adicto a la marihuana -Chuya lo traía marcando el paso pero tras su muerte, la situación cambio-. Está joven también estuvo laborando en una fábrica de arneses y por la depresión abandonó el empleo, su mamá le resolvía todo y sin duda al extrañarla también tomó la salida fácil pensando en olvidar su dolor, empezó a beber y posteriormente se hizo adicta al Cristal -metanfetamina estimulante muy adictiva-, le gustó esta droga porque el alcohol no la hacía olvidar y se la recomendaron donde la iniciaron a la bebida "le empezaban a decir que con el Cristal se iba a sentir mejor, comenzó fumándolo y luego inhalándolo".

En estos momentos, el sacerdote y una hermana de Chuya de nombre Feli, quieren llevar a Rosita con una psicóloga para que hable de la tristeza y enojo que siente tras esta pesadilla, sin embargo siempre cancela la cita y le rehuye a la ayuda especializada.

Luis, uno de los gemelos estuvo anexado varios meses en la capital de San Luis Potosí a consecuencia de su adicción a diversas sustancias tóxicas, lo encerraron para que no cayera en las garras del crimen organizado, sobre todo porque en los últimos meses han estado matando y levantando a muchos jovencitos en ese municipio. Ahora se fue a vivir con su novia y todos esperan que cambie su comportamiento, se dedique al amor y a la familia. Él, incluso formó un grupo musical con puro tumbao - música popular de origen afrocubano-, pero tras la partida de su madre, se tiró a la perdición, abandonó la agrupación y hoy lucha contra los fantasmas de los estimulantes.

El otro gemelo, Jesús, también sucumbió a las embellecedoras mieles de la salida fácil, pero logró alejarse debido a su fuerza de voluntad "después del Cristal, continuó con la cerveza, pero con el apoyo de mis tíos, le echaron la mano para que saliera de eso".

La menor de la familia, María de los Ángeles, llora todo el tiempo recordando a su madre y aunque no alcanza a medir por qué se fue, sabe que ya no está más. Hoy también es uno de los pendientes de esta desarticulada familia, porque saben que cuando crezca, el panorama será distinto y se cobrará el costo de la burbuja en que sea ensimismado.

Existe la anécdota que cuando Iliana estaba recién aliviada de su bebé, decía sentirse que se le venía el mundo encima por cuidar a la recién nacida, limpiar toda la casa, lavar, planchar, trabajar para tener ingresos, cuidar a los gemelos rebeldes, alimentarlos y también a toda su familia. Hoy, ella dice que su vida ha sido un caos y una locura porque en el confinamiento ha tenido que ayudar a sus hijas y hermanas a hacer las tareas, además de sus labores diarias.

Ahora dicen "la extraño un chorro y quisiera regresar el tiempo para portarme bien y hacerle todo, trabajar por ella y que no le diera ni el aire, pero ya es tarde".

La familia Vega con la que laboró más de 20 años, le paga la semana a sus hijos como si fueran a trabajar pero no lo hacen, con eso sobreviven, además de las actividades que emprenden las hijas mayores y el padre "sus abuelitos fueron vaqueros de mis papás en el rancho, hace 50 años, hasta que se retiraron de viejitos y se vinieron a vivir a Salinas y aquí murieron. De hecho ya empezó a trabajar con mi mamá recién casada, Elena de 15 años, hasta que se retiró por su edad, y continuó Chuya, pero se fue, cuando se enamoró y prefirió trabajar en una ferretería. Luego yo me casé a los 19 años y vino a mi casa a ayudarme, pero me cambió por mi mamá y ahí se quedó hasta el día de su muerte", nos explica Adriana Vega Calzada, quién insiste, esta mujer era más que su empleada, la veía como su propia hermana.

Cuenta una anécdota de la infancia "cuando era bebé yo de 3 años y ella de uno, su mamá, nos metía en un cazo de aluminio, en un baño donde lavaban la ropa para tenernos sentadas juntas y cuidarnos. Yo soy un año mayor que ella. De niña yo encerraba a Chuya en un ropero y siempre me lo echaba en cara, era mi mejor amiga".

Como ella, tenía muchas amigas que hoy lloran que ya no está en este mundo terrenal "la quería mucha gente, ella era muy solidaria con todos, ayudaba, si venían a pedirle para medicinas ella los apoyaba, aunque no podía darles todo, les daba lo que tenía, era muy conocida y la querían todos. Con su muerte cambiaron muchas cosas, era mi apoyo, ella era la buena, era mi todo, cambiaron muchas cosas", concluye su hija mayor, Iliana.

En el mundo, la pandemia de Covid-19 ha dejado al menos un millón 134 mil niños en la orfandad por las muertes asociadas de sus madres padres o abuelos custodios. En el caso de México, el Sistema Nacional DIF, SNDIF, calculó al mes de septiembre de 2021 que 118 mil niños y adolescentes se quedaron huérfanos. En San Luis Potosí, las autoridades encargadas de la Procuraduría de Protección de Niñas Niños y Adolescentes, PPNNA, aseguraban en el mes de marzo de 2021, tener el registro de 5 menores que perdieron a ambos o a uno de sus padres a consecuencia del Coronavirus.

DATO

  • La describen como una máquina trabajadora, fuerte, alegre bailadora, risueña, gritona, maldicienta, claridosa, peleonera, buena para los trancazos y para el basquetbol, pero con un corazón gigante.
  • La describen como una máquina trabajadora, fuerte, alegre bailadora, risueña, gritona, maldicienta, claridosa, peleonera, buena para los trancazos y para el basquetbol, pero con un corazón gigante

¿Qué más ha pasado en San Luis Potosí? entérate aquí

A todos nos dejó huérfanos, sus hijos hoy enfrentan abandono, adicciones, no saben qué hacer, están deprimidos, encuentran trabajo pero la muerte de Chuya pesa mucho y no duran en él. El Covid-19 lo desarticuló todo, dejó rotas y desamparadas a familias enteras.

Esta pasada Navidad fue horrible no cenaron nada en casa, no estrenaron ropa, no tuvieron su cena especial con fiesta, y las niñas chiquitas no tuvieron juguetes.

Este es el panorama ensordecedor que dejó en una familia potosina, la muerte por Covid-19 de María de Jesús Álvarez Morales "Chuya" de 44 años de edad. Ella falleció en el segundo semestre de 2020 cuando la pesadilla de la pandemia apenas se estaba entendiendo.

Esta temible enfermedad dejó en la orfandad a Iliana ahora de 25 años de edad, Rosita hoy con 22 años de edad, los gemelos Luis y Jesús que acaban de cumplir 17 años de edad, así como a María de los Ángeles que actualmente tiene 8 años de edad. Además de tres nietas, María de Jesús, Lupita y Mía.

Esta familia es originaria del municipio de Salinas de Hidalgo, San Luis Potosí, y desde que Chuya perdió la batalla frente al Coronavirus no han encontrado descanso porque están sufriendo los embates de ser una familia dependiente del matriarcado.

Se cree que Chuya se contagió por asistir a la fiesta de celebración de su hermano, quien festejaba que acababa de recibir los papeles de residencia en Estados Unidos tras su estancia migratoria de décadas, vino a su lugar de origen para conmemorar con tremendo pachangón, pero también contaminó a muchos con el virus; de esa fiesta varios resultaron afectados y 5 murieron, entre ellos se encontraba a quien describen como una brava mujer "Chuya". Cabe destacar que el migrante que trajo el virus, estuvo enfermo pero no falleció "estaba muy emocionada porque tenía un hermano que venía de Estados Unidos, no tenía documentos y se los dieron y vino a festejar que le dieron su residencia, vino a Salinas a hacer una fiesta, fueron de los primeros casos que se dieron en el municipio y fue muy impresionante porque en un solo mes, se murieron cinco integrantes de esa familia, tuvieron mucho exceso, banda, borrachera, a mi mamá le decíamos que no anduviera en fiestas, nos estaban diciendo que nos encerráramos y andaban buscándole, haciéndole al vivo. En esta fiesta, salieron muchos contagiados y muchos muertitos, no el hermano que vino de Estados Unidos, todo fue muy rápido, a la semana internaron a un hermano que murió inmediatamente y continuó Chuya que duró un mes internada pero no aguantó -muy probablemente porque era diabética y tiempo atrás había padecido de una fuerte neumonía-", narra Adriana Vega Calzada, amiga de está trabajadora doméstica.

Cuando esa comunidad del altiplano potosino se enteró que había sido hospitalizada, comenzó a juntar un cargamento de suero para entregarlo al nosocomio y que atendieran lo mejor posible a esta samaritana mujer.

Su historia es un tanto telenovelesca porque el mismo día que internan a Chuya en el Hospital General de Soledad de Graciano Sánchez -uno de los primeros asignados para convertirse en hospital Covid-19 en el estado de San Luis Potosí- también lo hicieron con su hija mayor que estaba embarazada, y en el momento que falleció, nació su nieta Mía, por eso creen que Chuya estaba esperando a que llegará la bebé, "estaban internadas juntas en el mismo hospital, fue muy curioso. Desde ese momento la han pasado muy mal porque a uno de sus gemelitos lo tuvieron que anexar porque empezó con problemas muy graves de drogadicción, la más pequeñita anda rodando en la casa de las hermanas mayores, pero las dos son abrumadas, las dejaron los maridos y Chuya era la de todo, lloran cada día, todavía no trabajan bien, un día se emborrachan y el otro lloran, no se han acomodado a la pérdida de su mamá".

Ella era todo, no solo para su familia sino para sus amigos, pues Adriana Vega Calzada ex presidenta municipal panista de Salinas de Hidalgo, relata que trabajaba en la casa de su madre "era la mera buena para todo, hacía todo, iba al banco, ella manejaba a todos lados, organizaba campañas políticas, dirigía a las mujeres de la colonia, las cuadrillas, visitas domiciliarias, hacía todo, nos dejó huérfanos a todos, incluso en las pasadas elecciones la sentimos más, porque ella unía a la comunidad, es una triste historia, sus hijos todos los días están llorando, el cura del pueblo Jesús Rodríguez Cruz de la iglesia Nuestra Señora de la Paz, me pregunta qué podemos hacer con esta familia que tampoco tiene fe, nadie les ha ayudado a procesar este duelo".

A Chuya la describen como una máquina trabajadora, fuerte, alegre bailadora, risueña, gritona, maldicienta, claridosa, peleonera, buena para los trancazos y para el basquetbol, pero con un corazón gigante. En la ciudad conocida por la explotación de sal, todo el pueblo le tenía miedo porque defendía a todos los desvalidos, la querían mucho porque era muy solidaria, en algún momento fue encargada de entregar las becas del programa Progresa y Prospera de su colonia La Paz, se le cuadraban grandes y chicos porque sabían que era una persona justa.

Admirada como madre de familia porque construyó su casa con sus propias manos, le hacía a la albañilería, todo su dinero era para sus hijos, ella nunca se compraba cosas, todo era para sus retoños y nietas a quiénes quería muchísimo, todo el pueblo recurría a ella porque nada se le complicaba, podía manejar camionetas de ganado, ella tenía tokens, nips, tarjetas de la gente con quien trabajó, podía ir al banco a depositar miles de pesos y no le daba miedo andar en la calle con tanto en la bolsa, la seguía y respetaba todo el pueblo.

Su esposo Rubén Morales trabajaba con un exdiputado local dueño de gasolineras en Salinas de Hidalgo, batalla para encontrar trabajo, siempre lo descansan en Navidad para no darle aguinaldo, es quien junto con Iliana y Rosita, mantienen la casa tras la muerte de Chuya, aunque ya encontró a otra mujer y también se volcó al alcoholismo al no poder sopesar todo lo que ocurrió.

Sus hijos enfrentan una fuerte depresión y no saben cómo seguir adelante, sólo la mayor estudió en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios, CBTIS, Rosa cursó la secundaria, los gemelos no concluyeron la instrucción básica, y María de los Ángeles actualmente está en tercero de primaria.

Iliana actualmente de 25 años de edad nos cuenta que estos meses han sido un viacrucis "ha sido muy difícil porque ella era todo, ahora me encargo de todo porque soy la más grande, ahora me arrepiento de todo lo que no hice, no la valoré, no la ayudé, la extrañamos mucho. Yo me deprimí, entré en una fuerte depresión, yo no quería saber nada, me afectaba todo, pero por la responsabilidad de mis hijos y mis hermanos tuve que salir adelante".

Rosita que no estudió, tampoco se acomoda en ningún trabajo, después de un año del fallecimiento de su madre se separó del marido que se hizo adicto a la marihuana -Chuya lo traía marcando el paso pero tras su muerte, la situación cambio-. Está joven también estuvo laborando en una fábrica de arneses y por la depresión abandonó el empleo, su mamá le resolvía todo y sin duda al extrañarla también tomó la salida fácil pensando en olvidar su dolor, empezó a beber y posteriormente se hizo adicta al Cristal -metanfetamina estimulante muy adictiva-, le gustó esta droga porque el alcohol no la hacía olvidar y se la recomendaron donde la iniciaron a la bebida "le empezaban a decir que con el Cristal se iba a sentir mejor, comenzó fumándolo y luego inhalándolo".

En estos momentos, el sacerdote y una hermana de Chuya de nombre Feli, quieren llevar a Rosita con una psicóloga para que hable de la tristeza y enojo que siente tras esta pesadilla, sin embargo siempre cancela la cita y le rehuye a la ayuda especializada.

Luis, uno de los gemelos estuvo anexado varios meses en la capital de San Luis Potosí a consecuencia de su adicción a diversas sustancias tóxicas, lo encerraron para que no cayera en las garras del crimen organizado, sobre todo porque en los últimos meses han estado matando y levantando a muchos jovencitos en ese municipio. Ahora se fue a vivir con su novia y todos esperan que cambie su comportamiento, se dedique al amor y a la familia. Él, incluso formó un grupo musical con puro tumbao - música popular de origen afrocubano-, pero tras la partida de su madre, se tiró a la perdición, abandonó la agrupación y hoy lucha contra los fantasmas de los estimulantes.

El otro gemelo, Jesús, también sucumbió a las embellecedoras mieles de la salida fácil, pero logró alejarse debido a su fuerza de voluntad "después del Cristal, continuó con la cerveza, pero con el apoyo de mis tíos, le echaron la mano para que saliera de eso".

La menor de la familia, María de los Ángeles, llora todo el tiempo recordando a su madre y aunque no alcanza a medir por qué se fue, sabe que ya no está más. Hoy también es uno de los pendientes de esta desarticulada familia, porque saben que cuando crezca, el panorama será distinto y se cobrará el costo de la burbuja en que sea ensimismado.

Existe la anécdota que cuando Iliana estaba recién aliviada de su bebé, decía sentirse que se le venía el mundo encima por cuidar a la recién nacida, limpiar toda la casa, lavar, planchar, trabajar para tener ingresos, cuidar a los gemelos rebeldes, alimentarlos y también a toda su familia. Hoy, ella dice que su vida ha sido un caos y una locura porque en el confinamiento ha tenido que ayudar a sus hijas y hermanas a hacer las tareas, además de sus labores diarias.

Ahora dicen "la extraño un chorro y quisiera regresar el tiempo para portarme bien y hacerle todo, trabajar por ella y que no le diera ni el aire, pero ya es tarde".

La familia Vega con la que laboró más de 20 años, le paga la semana a sus hijos como si fueran a trabajar pero no lo hacen, con eso sobreviven, además de las actividades que emprenden las hijas mayores y el padre "sus abuelitos fueron vaqueros de mis papás en el rancho, hace 50 años, hasta que se retiraron de viejitos y se vinieron a vivir a Salinas y aquí murieron. De hecho ya empezó a trabajar con mi mamá recién casada, Elena de 15 años, hasta que se retiró por su edad, y continuó Chuya, pero se fue, cuando se enamoró y prefirió trabajar en una ferretería. Luego yo me casé a los 19 años y vino a mi casa a ayudarme, pero me cambió por mi mamá y ahí se quedó hasta el día de su muerte", nos explica Adriana Vega Calzada, quién insiste, esta mujer era más que su empleada, la veía como su propia hermana.

Cuenta una anécdota de la infancia "cuando era bebé yo de 3 años y ella de uno, su mamá, nos metía en un cazo de aluminio, en un baño donde lavaban la ropa para tenernos sentadas juntas y cuidarnos. Yo soy un año mayor que ella. De niña yo encerraba a Chuya en un ropero y siempre me lo echaba en cara, era mi mejor amiga".

Como ella, tenía muchas amigas que hoy lloran que ya no está en este mundo terrenal "la quería mucha gente, ella era muy solidaria con todos, ayudaba, si venían a pedirle para medicinas ella los apoyaba, aunque no podía darles todo, les daba lo que tenía, era muy conocida y la querían todos. Con su muerte cambiaron muchas cosas, era mi apoyo, ella era la buena, era mi todo, cambiaron muchas cosas", concluye su hija mayor, Iliana.

En el mundo, la pandemia de Covid-19 ha dejado al menos un millón 134 mil niños en la orfandad por las muertes asociadas de sus madres padres o abuelos custodios. En el caso de México, el Sistema Nacional DIF, SNDIF, calculó al mes de septiembre de 2021 que 118 mil niños y adolescentes se quedaron huérfanos. En San Luis Potosí, las autoridades encargadas de la Procuraduría de Protección de Niñas Niños y Adolescentes, PPNNA, aseguraban en el mes de marzo de 2021, tener el registro de 5 menores que perdieron a ambos o a uno de sus padres a consecuencia del Coronavirus.

DATO

  • La describen como una máquina trabajadora, fuerte, alegre bailadora, risueña, gritona, maldicienta, claridosa, peleonera, buena para los trancazos y para el basquetbol, pero con un corazón gigante.
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