Fundada desde hace más de 70 años, la panadería de Don Beto, ofrece el mejor pan de Soledad elaborado en horno de ladrillo, y a precios que literalmente en ningún lado se puede encontrar, el pan dulce a 4 pesos y el bolillo a 2 pesos.
Fundada en 1949, este negocio se ubica casi esquina entre las calles Prolongación Melchor Ocampo y Corregidora, no tiene nombre, es una casa antigua, pero para quienes viven cerca del sitio, ubican el local como ‘la panadería de don Beto’.
La vivienda es sencilla y contrasta con la modernización que han tenido el resto que la rodean, y al ingresar a la misma, es un viaje en el tiempo al observar vitrinas de madera y vidrio en donde expone el pan a la venta, muebles de peltre, una vajilla antigua, un comedor de madera rustico, entre otros muebles que en tiempos actuales, bien se les podría llamar ‘vintage’.
También se alcanza a ver una fotografía; se trata del papá de don Beto que luce cargado unas charolas con pan, junto a dos sobrinos y él también, en un negocio que tenía más vida, con más trabajadores.
Sobre este lugar, Don Adalberto Olivas Fas, de 72 años de edad, al inicio de la entrevista en principio aclaró que actualmente el lugar ya no funciona como tal, es decir, una panadería, sino como un expendio de pan, la diferencia, dijo, es que actualmente elabora alrededor de 80 panes diarios y una panadería se compone de arriba de mil piezas.
El oficio lo aprendió de su papá, él se mantiene económicamente elaborando este alimento el cual lo prepara sin ayuda de nadie, “aquí no vivo, era la casa de mis papás, no más preparo el pan, y para eso me levanto muy temprano, a las 5 de la mañana”, indicó.
Al día hornea unos 80 panes y 50 bolillos, hay veces que los vende todos, y otras no, por lo que tiene que salir la calle a ofrecerlo, y lo que no se vende, lo liquida hasta en 3 pesos, “para ganarle algo”, expresó.
Don Beto invitó a este medio a conocer el lugar donde elabora el pan; de inmediato se sintió el calor del horno durante la cocción e incluso, el olor llama la atención, ‘huele a pan recién horneado’, a mantequilla, se evoca el recuerdo de la textura del azúcar, o lo crujiente de la corteza de un panecillo
Una mesa de panadero, junto a moldes y otros utensilios rústicos se logró observar, así como charolas y algunos ingredientes, y un techo humeado que constata los años en que se ha utilizado el horno de ladrillo para bolillos, conchas, las chilindrinas, los moños o las orejas, empanadas rellenas de piloncillo, entre otros.
Don Beto tiene tres hijos, pero ninguno se quiso dedicar a la panadería, “si les enseñé, pero no les gustó, porque este es u oficio de estar encerrado, y a ellos les gusta andar libres”, indicó.
“La casa está como mi papá la dejó”, expresó, al indicar que también todos los conocimientos, recetas y técnicas de preparación se quedaron con él.