/ domingo 14 de junio de 2020

Misión de voluntarios con enfermos de Covid-19 en SLP

Llevan la conexión del Dios de la vida para dar esperanza y ¡hasta despensas!. Testimonio de amor

El impacto emocional, moral y espiritual que ha dejado esta pandemia, resuena ineludiblemente en la población, pero aún más en aquellos que han entregado su vida a Dios, seres humanos que sin flaqueo alguno se han comprometido a contribuir en dar apoyo y soporte a quien más lo necesite en esta crisis sanitaria.

Este es uno de los objetivos del Voluntariado “Del Divino Cirineo”, un programa de “sano acercamiento” al personal médico, familiares, sospechosos y pacientes Covid-19, que organiza la Vida Consagrada de la Arquidiócesis de San Luis Potosí, con el apoyo y asesoría de Salud y Comunión, A.C., conjuntamente con un equipo interdisciplinar de profesionistas de la salud, sin fines de lucro y comprometidos con los hombres y mujeres que entregan su vida a favor de otro.

Así lo compartió el Vicario Episcopal para la Vida Consagrada y Misionero del Espíritu Santo, el P. René Alberto Carrera Morales, en exclusiva para El Sol de San Luis, quien en coordinación con las autoridades sanitarias y civiles del Estado de San Luis Potosí, particularmente con los Servicios de Salud, en el Hospital de Soledad y en la Unidad Centinela ubicada en la Fenapo, realizan labores de ayuda, además de llevar a cabo visitas domiciliarias a quien se pone en contacto con ellos.

Ser y edificar el mandato de Cristo es uno de los motivos por los cuales Vida Consagrada y Salud y Comunión, A.C, han decidido ser el soporte de enfermos y familias que padecen el duro trance de la enfermedad respiratoria ocasionada por el Covid - 19, “Por fidelidad a Jesús, “El Divino Cirineo” que ha venido a cargar con nuestra cruz y a acompañarnos en nuestro viacrucis. Aunque la Iglesia está realizando muchas otras acciones de oración o evangelización a distancia, era necesario que alguien se acercara físicamente a los enfermos, sus familiares y el personal médico, para hacerles cercano el amor de Dios y la asistencia de la Iglesia Católica”, señaló el Padre René Carrera.

En esta vocación de caridad sincera y longanimidad, participan un total de 20 voluntarios que incluyen tres sacerdotes, 8 consagrados, cuatro laicos comprometidos y cinco miembros de Salud y Comunión, A.C., asimismo participan profesionales como médicos, psicólogos, una fisioterapeuta, nutrióloga y abogados. “El voluntariado lo iniciamos con 17 personas, seis de las cuales son voluntarios internos (se quedan en casa) para servicios de cocina, lavandería y proveeduría, y 11 para el servicio externo (visita hospitalaria y domiciliaria). Providencialmente hemos iniciado 11 como los apóstoles, después de Pascua. Y precisamente el día de San Matías, se completaría el número de los apóstoles, pues se agregaron otros tres, entre ellos un sacerdote diocesano y dos religiosos más”.

Foto | Alejandra Ruiz

De hecho y verdad, la ayuda que dan

El apoyo que brindan a esta población afligida y vulnerada por este terrible virus, consiste en acompañamiento espiritual y contención emocional, orientación e intervención psicológica, impartición de sacramentos y bendiciones, y por último entrega de despensas e insumos de higiene y protección.

Sin embargo son muchos los retos a los que se han enfrentado, para cumplir esta misión salvífica, “Lo más difícil ha sido convocar a los voluntarios. En un principio pensamos que seríamos un buen número, somos 700 consagrados en la Arquidiócesis; después, descartando por edad, salud, disposición, nos fuimos quedando muy pocos; finalmente, los riesgos y el miedo también cobró su buena cuota, prácticamente por el lado de los consagrados participamos sólo un 1%.

También fue arduo el que las autoridades sanitarias y civiles aceptaran nuestra colaboración, tuvimos que tocar puertas, ganarnos su confianza, deslindar responsabilidades. Finalmente logramos trabajar muy de la mano con los Servicios de Salud del Estado”.

De igual forma sortear los riesgos de contagio y enganches emocionales con pacientes y familiares ha sido una de las dificultades que han tenido que hacer frente, “Hemos formado un equipo fraterno y unido. Ordinariamente no trabajamos juntos y venimos de diferentes circunstancias. La eucaristía, el rezar juntos, el compartir, los juegos y las experiencias nos han unido bastante. Además del financiamiento y sostenimiento del proyecto. Hospedaje, alimentación, equipo para veinte personas por dos meses, también nos ha requerido un esfuerzo económico importante.

Afortunadamente hemos contado con el apoyo de Salud y Comunión, A.C., del CECAP, y de algunas comunidades religiosas, y esperamos recuperar algo de los gastos a través de un apoyo de la Iglesia de Alemania”, comentó el también Director General de Salud y Comunión, A.C., P. René Alberto.

“Aún si van por valles tenebrosos, no temen peligro"

Una pregunta obligada fue acerca del temor que existe en ellos al realizar esta obra advocada al bienestar humano, y a disipar toda sombra de desánimo.

“Si existe el miedo. Y más de morir a causa de la enfermedad Covid-19. Pero no nos angustiamos al respecto, confiamos en la protección de Dios, nuestra preparación, el buen equipo que hemos conseguido y el apoyo de cada uno de los compañeros. Nos cuidamos mucho entre nosotros. No tomamos riesgos innecesarios, preferimos exagerar. Al presente seis de los voluntarios que realizaban servicio externo (contacto con pacientes y sospechosos) ya terminaron su estancia en el voluntariado y salieron negativos en las pruebas a Covid-19”.

Parte de las medidas preventivas sanitarias que llevan a cabo antes de brindar apoyo o soporte a estas familias son: Eucaristía y oración diaria. “Compartir por parejas o grupo lo que vamos viviendo (2 o 3 veces por semana). Una buena nutrición, jugos naturales, vitaminas, inhalaciones 2 veces al día, gargarismos. Tenemos un soporte médico, psicológico y espiritual permanente, y lo básico: sana distancia, uso de cubrebocas, lavado frecuente de manos, sanitización, uso de filtro sanitario, exclusividad en regaderas y baños. También contamos con equipo personal de protección. Todos los voluntarios que salen cuentan con overol, gafas de protección, careta, cubrebocas N95 y simples, guantes internos y externos, botas, gorro y bata quirúrgica, alcohol en gel. Y atendemos a los protocolos que nos señalan en cada una de las instituciones que visitamos”.

Foto | Alejandra Ruiz

Restaurando a los abatidos

Ser la mano amiga que ilumina la vida y espiritualidad de los enfermos y familiares es un trabajo que puede tornarse emocionalmente difícil, “Por un lado lo es. Muchos familiares, amigos y compañeros de trabajo los han dejado. Se han alejado de manera física, pero también afectiva, moral y económica. Por otro lado no, en cuanto que nos han recibido con el corazón abierto y son muy sensibles y disponibles a nuestra escucha, y terminan muy agradecidos”.

Y por supuesto los pacientes que padecen este tormentoso trance , son los más agradecidos por la presencia de estos discípulos de la gracia de Cristo, “Sorpresa es lo que se llevan ellos de que estemos acompañándolos, cuando los más cercanos los han dejado a un lado. Tienen otra idea de la Iglesia católica y les contrasta con nuestra presencia cercana y afectuosa. Sienten que Dios les acompaña y que no están solos. Retoman fuerzas y alegría. De igual forma algunos familiares se muestran agradecidos. También refieren gestos de sorpresa. De reconocimiento. Deseos de apoyar nuestra obra”.

Con estas complejas situaciones su labor se vuelve más compleja y por ende doloroso el ser testigos de lo que provoca esta grave enfermedad, “No es sólo la enfermedad, es todo lo que le rodea y lo que ya estaba antes. Cada caso es un verdadero drama: familias separadas, personas sin recursos, muertes inesperadas, procesos interrumpidos. Aunque también hemos visto “milagros”, la entrega de los médicos, personas que la libran, y hasta conversiones”.

Pero a pesar de ello, indudablemente confían que el poder de la oración lo puede todo, hasta sanar al mismo cuerpo, “Definitivamente sí, el estar conectados con el Dios de la vida acrecienta la esperanza y la alegría; se encuentra sentido al sufrimiento y se fortalece el sistema inmunológico”.

Donde sin duda la flaqueza en ocasiones se ha hecho presente, pero con la presencia de Dios su misión se fortalece, “Hemos experimentado el miedo y el dolor frente a las situaciones que nos han tocado. Afortunadamente contamos con Dios, la oración y la comunidad. ¡Ay! de aquellos que no creen en Dios y no tienen hermanos que les acompañen”, refirió el padre René.

La fe como garantía de lo que se espera

Hablar de esta obra salvadora, también es hablar del proceso de la muerte y las ausencias que ha cobrado este inesperado virus, “ Nos ha tocado presenciar muchos fallecimientos por Covid-19, y algunos los hemos acompañado desde que ingresan al hospital, hasta que son llevados al cementerio en un ataúd, o a su pueblo, en una caja de cenizas. La gente sabe de números, nosotros de personas con familias y situaciones, algunas muy dolorosas, otras hermosas”.

Ciertamente se está ante uno de los acontecimientos más importantes y reveladores de ayuda humanitaria, la disposición de ofrecerse y encaminarse a planes en el nombre de la vida misma, es el trabajo de este voluntariado, una ofrenda permanente de entrega a Dios y a los enfermos. Sin trivialidades, sólo el afán de ayudar a quien más lo necesita.

Por último el P. René Alberto Carrera Morales insiste en la motivación afectiva en este tiempo tan difícil, repleto de pruebas para todos los seres humanos, en todos los sentidos, “La sana distancia física, no debe convertirse en distancia emocional o desinterés por el otro; todos nos necesitamos y vamos a salir juntos o no saldremos. Este tipo de situaciones resaltan lo más feo y lo más bello que tenemos como sociedad, aprovechemos para aprender y ayudar. Dios está y siempre estará con nosotros, Jesús es el Divino Cirineo que nos acompaña en nuestro viacrucis, y algunos de nosotros podemos ser sus cirineos”, finalizó.

El impacto emocional, moral y espiritual que ha dejado esta pandemia, resuena ineludiblemente en la población, pero aún más en aquellos que han entregado su vida a Dios, seres humanos que sin flaqueo alguno se han comprometido a contribuir en dar apoyo y soporte a quien más lo necesite en esta crisis sanitaria.

Este es uno de los objetivos del Voluntariado “Del Divino Cirineo”, un programa de “sano acercamiento” al personal médico, familiares, sospechosos y pacientes Covid-19, que organiza la Vida Consagrada de la Arquidiócesis de San Luis Potosí, con el apoyo y asesoría de Salud y Comunión, A.C., conjuntamente con un equipo interdisciplinar de profesionistas de la salud, sin fines de lucro y comprometidos con los hombres y mujeres que entregan su vida a favor de otro.

Así lo compartió el Vicario Episcopal para la Vida Consagrada y Misionero del Espíritu Santo, el P. René Alberto Carrera Morales, en exclusiva para El Sol de San Luis, quien en coordinación con las autoridades sanitarias y civiles del Estado de San Luis Potosí, particularmente con los Servicios de Salud, en el Hospital de Soledad y en la Unidad Centinela ubicada en la Fenapo, realizan labores de ayuda, además de llevar a cabo visitas domiciliarias a quien se pone en contacto con ellos.

Ser y edificar el mandato de Cristo es uno de los motivos por los cuales Vida Consagrada y Salud y Comunión, A.C, han decidido ser el soporte de enfermos y familias que padecen el duro trance de la enfermedad respiratoria ocasionada por el Covid - 19, “Por fidelidad a Jesús, “El Divino Cirineo” que ha venido a cargar con nuestra cruz y a acompañarnos en nuestro viacrucis. Aunque la Iglesia está realizando muchas otras acciones de oración o evangelización a distancia, era necesario que alguien se acercara físicamente a los enfermos, sus familiares y el personal médico, para hacerles cercano el amor de Dios y la asistencia de la Iglesia Católica”, señaló el Padre René Carrera.

En esta vocación de caridad sincera y longanimidad, participan un total de 20 voluntarios que incluyen tres sacerdotes, 8 consagrados, cuatro laicos comprometidos y cinco miembros de Salud y Comunión, A.C., asimismo participan profesionales como médicos, psicólogos, una fisioterapeuta, nutrióloga y abogados. “El voluntariado lo iniciamos con 17 personas, seis de las cuales son voluntarios internos (se quedan en casa) para servicios de cocina, lavandería y proveeduría, y 11 para el servicio externo (visita hospitalaria y domiciliaria). Providencialmente hemos iniciado 11 como los apóstoles, después de Pascua. Y precisamente el día de San Matías, se completaría el número de los apóstoles, pues se agregaron otros tres, entre ellos un sacerdote diocesano y dos religiosos más”.

Foto | Alejandra Ruiz

De hecho y verdad, la ayuda que dan

El apoyo que brindan a esta población afligida y vulnerada por este terrible virus, consiste en acompañamiento espiritual y contención emocional, orientación e intervención psicológica, impartición de sacramentos y bendiciones, y por último entrega de despensas e insumos de higiene y protección.

Sin embargo son muchos los retos a los que se han enfrentado, para cumplir esta misión salvífica, “Lo más difícil ha sido convocar a los voluntarios. En un principio pensamos que seríamos un buen número, somos 700 consagrados en la Arquidiócesis; después, descartando por edad, salud, disposición, nos fuimos quedando muy pocos; finalmente, los riesgos y el miedo también cobró su buena cuota, prácticamente por el lado de los consagrados participamos sólo un 1%.

También fue arduo el que las autoridades sanitarias y civiles aceptaran nuestra colaboración, tuvimos que tocar puertas, ganarnos su confianza, deslindar responsabilidades. Finalmente logramos trabajar muy de la mano con los Servicios de Salud del Estado”.

De igual forma sortear los riesgos de contagio y enganches emocionales con pacientes y familiares ha sido una de las dificultades que han tenido que hacer frente, “Hemos formado un equipo fraterno y unido. Ordinariamente no trabajamos juntos y venimos de diferentes circunstancias. La eucaristía, el rezar juntos, el compartir, los juegos y las experiencias nos han unido bastante. Además del financiamiento y sostenimiento del proyecto. Hospedaje, alimentación, equipo para veinte personas por dos meses, también nos ha requerido un esfuerzo económico importante.

Afortunadamente hemos contado con el apoyo de Salud y Comunión, A.C., del CECAP, y de algunas comunidades religiosas, y esperamos recuperar algo de los gastos a través de un apoyo de la Iglesia de Alemania”, comentó el también Director General de Salud y Comunión, A.C., P. René Alberto.

“Aún si van por valles tenebrosos, no temen peligro"

Una pregunta obligada fue acerca del temor que existe en ellos al realizar esta obra advocada al bienestar humano, y a disipar toda sombra de desánimo.

“Si existe el miedo. Y más de morir a causa de la enfermedad Covid-19. Pero no nos angustiamos al respecto, confiamos en la protección de Dios, nuestra preparación, el buen equipo que hemos conseguido y el apoyo de cada uno de los compañeros. Nos cuidamos mucho entre nosotros. No tomamos riesgos innecesarios, preferimos exagerar. Al presente seis de los voluntarios que realizaban servicio externo (contacto con pacientes y sospechosos) ya terminaron su estancia en el voluntariado y salieron negativos en las pruebas a Covid-19”.

Parte de las medidas preventivas sanitarias que llevan a cabo antes de brindar apoyo o soporte a estas familias son: Eucaristía y oración diaria. “Compartir por parejas o grupo lo que vamos viviendo (2 o 3 veces por semana). Una buena nutrición, jugos naturales, vitaminas, inhalaciones 2 veces al día, gargarismos. Tenemos un soporte médico, psicológico y espiritual permanente, y lo básico: sana distancia, uso de cubrebocas, lavado frecuente de manos, sanitización, uso de filtro sanitario, exclusividad en regaderas y baños. También contamos con equipo personal de protección. Todos los voluntarios que salen cuentan con overol, gafas de protección, careta, cubrebocas N95 y simples, guantes internos y externos, botas, gorro y bata quirúrgica, alcohol en gel. Y atendemos a los protocolos que nos señalan en cada una de las instituciones que visitamos”.

Foto | Alejandra Ruiz

Restaurando a los abatidos

Ser la mano amiga que ilumina la vida y espiritualidad de los enfermos y familiares es un trabajo que puede tornarse emocionalmente difícil, “Por un lado lo es. Muchos familiares, amigos y compañeros de trabajo los han dejado. Se han alejado de manera física, pero también afectiva, moral y económica. Por otro lado no, en cuanto que nos han recibido con el corazón abierto y son muy sensibles y disponibles a nuestra escucha, y terminan muy agradecidos”.

Y por supuesto los pacientes que padecen este tormentoso trance , son los más agradecidos por la presencia de estos discípulos de la gracia de Cristo, “Sorpresa es lo que se llevan ellos de que estemos acompañándolos, cuando los más cercanos los han dejado a un lado. Tienen otra idea de la Iglesia católica y les contrasta con nuestra presencia cercana y afectuosa. Sienten que Dios les acompaña y que no están solos. Retoman fuerzas y alegría. De igual forma algunos familiares se muestran agradecidos. También refieren gestos de sorpresa. De reconocimiento. Deseos de apoyar nuestra obra”.

Con estas complejas situaciones su labor se vuelve más compleja y por ende doloroso el ser testigos de lo que provoca esta grave enfermedad, “No es sólo la enfermedad, es todo lo que le rodea y lo que ya estaba antes. Cada caso es un verdadero drama: familias separadas, personas sin recursos, muertes inesperadas, procesos interrumpidos. Aunque también hemos visto “milagros”, la entrega de los médicos, personas que la libran, y hasta conversiones”.

Pero a pesar de ello, indudablemente confían que el poder de la oración lo puede todo, hasta sanar al mismo cuerpo, “Definitivamente sí, el estar conectados con el Dios de la vida acrecienta la esperanza y la alegría; se encuentra sentido al sufrimiento y se fortalece el sistema inmunológico”.

Donde sin duda la flaqueza en ocasiones se ha hecho presente, pero con la presencia de Dios su misión se fortalece, “Hemos experimentado el miedo y el dolor frente a las situaciones que nos han tocado. Afortunadamente contamos con Dios, la oración y la comunidad. ¡Ay! de aquellos que no creen en Dios y no tienen hermanos que les acompañen”, refirió el padre René.

La fe como garantía de lo que se espera

Hablar de esta obra salvadora, también es hablar del proceso de la muerte y las ausencias que ha cobrado este inesperado virus, “ Nos ha tocado presenciar muchos fallecimientos por Covid-19, y algunos los hemos acompañado desde que ingresan al hospital, hasta que son llevados al cementerio en un ataúd, o a su pueblo, en una caja de cenizas. La gente sabe de números, nosotros de personas con familias y situaciones, algunas muy dolorosas, otras hermosas”.

Ciertamente se está ante uno de los acontecimientos más importantes y reveladores de ayuda humanitaria, la disposición de ofrecerse y encaminarse a planes en el nombre de la vida misma, es el trabajo de este voluntariado, una ofrenda permanente de entrega a Dios y a los enfermos. Sin trivialidades, sólo el afán de ayudar a quien más lo necesita.

Por último el P. René Alberto Carrera Morales insiste en la motivación afectiva en este tiempo tan difícil, repleto de pruebas para todos los seres humanos, en todos los sentidos, “La sana distancia física, no debe convertirse en distancia emocional o desinterés por el otro; todos nos necesitamos y vamos a salir juntos o no saldremos. Este tipo de situaciones resaltan lo más feo y lo más bello que tenemos como sociedad, aprovechemos para aprender y ayudar. Dios está y siempre estará con nosotros, Jesús es el Divino Cirineo que nos acompaña en nuestro viacrucis, y algunos de nosotros podemos ser sus cirineos”, finalizó.

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