- No fue el poder el que de manera gratuita y libre se abrió. Fue la sociedad la que reclamó
- La gran diferencia entre el pasado y la vida actual, es que vivimos en un México democrático
El escritor Felipe de la Maza Pizaña ataja: las heridas de la política convulsionada que vivió México por más de 70 años continuos hasta 1988, van a permanecer abiertas, pero servirán para entender lo que somos, porque de alguna manera, somos las cicatrices de nuestras historias.
Es magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y habla para El Sol de San Luis de su primera novela “Las Heridas” (editorial Grupo Planeta), que es una exploración de las vicisitudes del amor filial y la pasión revolucionaria, los entresijos de la historia política mexicana de los siglos XX y XXI.
Se acerca con conocimiento al relato velado de las andanzas de los movimientos subversivos armados urbanos y campesinos en los duros años de la “guerra sucia”, el inclemente aplastamiento que efectuaron los gobiernos priístas desde López Mateos a López Portillo.
Acepta que “de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco, y fue justamente la prematura oportunidad en la pandemia de ponerme a escribir, y tomé la decisión de que fuera sobre el año de 1988, que es un año de cierre en la historia de México, un año en el cual las cosas empiezan a cambiar, y gracias a todo lo que sucedió en el 88, que después, en los años 90, se crearon las instituciones electorales y democráticas que han garantizado al menos tres transiciones de partido, de lo que va a haber que escribir”.
“El México del 88 era un México cerrado, donde no existía libertad de expresión, donde no existía democracia, donde era el presidente de la República el único que mandaba, ya que se obedecía de manera inmediata, donde no existía división de poderes. Era un México en el cual, simple y sencillamente, la gente obedecía, y punto”.
“Las elecciones, vamos a decirlo, se llevaban a cabo, pero nadie dudaba del resultado. De alguna manera ya todo el mundo sabía quién ganaba las elecciones, cual era el partido en esa época hegemónica. Pero en el 88 todo empieza a cambiar, la sociedad despierta, y también sucede lo mismo en la figura de la candidatura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que hace un, vamos a decirlo así, conglomerado a varios partidos políticos que hasta antes de esto habían sido satélites del PRI”.
“Incluso también a partidos que carecían de registros y organizaciones políticas para poder hacer un enfrentamiento serio al régimen y también la candidatura de Manuel J. Clouthier”.
El magistrado Mata Pizaña está convencido de que “la gran diferencia entre el pasado y la vida actual, es que vivimos en un México democrático. Las reformas electorales de los años 90 permitieron que México se adhiera a un sistema de elecciones donde ya nos queda claro que el pueblo es quien pone y quita a sus gobernantes. Pero sin 1988, no podría entenderse la reforma de los años 90”.
“Me queda claro que no fue el poder el que de manera gratuita y libre se abrió. Fue la sociedad la que reclamó que justamente se abriera el gobierno y que se permitieran avances democráticos”.
En la novela, Alfonso, nacido en 1972 y criado en una familia encabezada por una mujer, vivirá en los ochenta el fin de su infancia y será el guía en un viaje por un barrio antiguo que deja de serlo para ser absorbido por la megalópolis y un tiempo hoy ya nostálgico entre la promesa y el desengaño, una modernidad que confrontaba el pasado en lugar de validarlo y un mundo que dejaba atrás la polarización entre comunismo y capitalismo -la guerra fría- para enfrentar nuevas incertidumbres con la democracia como ideal por alcanzar.
El magistrado, al igual que su personaje, nació en 1972. No es coincidencia. “Viví el 88 de 16 años. Y justo lo que también quería, era reflejar el México que viví de joven. Una sociedad mucho más conservadora que la actual. Una sociedad cerrada, es decir, homofóbica, llena de estereotipos de género. También quise hablar de la Ciudad de México que viví”.
“Ese personaje me sirve para ese efecto. El otro personaje es Ubalda, que es una guerrillera, de la guerrilla cabañista. Y la manera en que se confronta con el poder, nos sirve para entender cómo la izquierda pasó de ser proscrita a ser una izquierda institucionalizada a partir de 1989”.
La aportación al lector a través de “Las Heridas” no solamente satisface la necesidad del autor de expresarse desde una connotación artística, “el lector se queda con la formación de un tiempo, de entender cómo era un tiempo anterior a las reformas electorales de los 90, la razón por qué se dio estas modificaciones, y lo más importante, la manera en que la sociedad mexicana ha ido evolucionando”.
No descarta un nuevo lance literario, “le estoy dando vueltas en la cabeza, pero creo que la siguiente elección interesante para contar sería la de 2006”.
- ¿Cómo titularía usted un libro, una novela, en términos de la reciente elección?
- Tendría que ser un título en torno al empoderamiento femenino. Eso sería interesante.
“Las Heridas” es un necesario ajuste de cuentas con el pasado y con fantasmas que aún pesan en el inconsciente colectivo de la sociedad: el partido único, el “país de un solo hombre”, el “fraude patriótico” en cada elección, la “dictadura perfecta” ejercida por más de 70 años continuos y el silencio cómplice de la gran prensa a lo largo de décadas frente a los más pavorosos actos de represión por parte del gobierno federal.
¿Quién es Felipe de la Maza Pizaña?
Felipe de la Mata Pizaña (8 de enero de 1972) es abogado por la Escuela Libre de Derecho con mención especial (1995), maestro en Derecho por la Universidad Iberoamericana (2001) y doctor en Derecho por la Universidad Panamericana con mención honorífica (2009) y en Derecho y Libertades Constitucionalmente Reconocidas por la Universidad de Castilla-La Mancha con mención cum laude (2015).
Cursó el posgrado en Derecho Mercantil por la Escuela Libre de Derecho (2000) y especialidad en los VIII Cursos de Posgrado en Derecho por la Universidad de Salamanca (2001), además del posgrado de especialización “Justicia Constitucional: teoría y práctica actual” en la Universidad de Castilla-La Mancha (2006).
Se ha desempeñado como secretario auxiliar de secretario proyectista de magistrado electoral regional (1997), secretario instructor y secretario de estudio y cuenta de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) (1998-2011), coordinador general de asesores del TEPJF (2011- 2013), secretario general de Acuerdos de la Sala Superior del TEPJF (2013-2014) y magistrado fundador de la Sala Regional Especializada del TEPJF (2014-2016).
A propuesta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Senado de la República lo eligió magistrado electoral de la Sala Superior del TEPJF por un periodo de 9 años, empezando su gestión el 4 de noviembre de 2016.
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