/ miércoles 24 de noviembre de 2021

La trajeron a trabajar, pero... ¡ahora es orgullosa payasita!

Fue víctima de engaño laboral y hace un año comenzó a trabajar en los cruces del Centro Histórico, labor que le permite cuidar y mantener a sus dos menores hijos

Guadair Hernández Rivera, originaria del municipio de Chignahuapan, Puebla, llegaría con engaños al estado potosino como víctima de explotación laboral.

Tras descubrir que la oferta de trabajo era una mentira y sin empresa para la cual laborar, emprendió la búsqueda de actividades que le permitieran subsistir en una ciudad que desconocía.

Fue entonces que esta joven madre de dos hijos, convirtió las vialidades de la Capital en su principal fuente de ingreso.

Hoy el espacio público ha sido el escenario principal que durante más de un año le ha servido para desempeñarse como payasita y malabarista urbana.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Llegué a San Luis Potosí por necesidad. Nos trajeron a trabajar supuestamente a mi pareja y a mí, pero con engaños. El reclutador que nos hizo viajar hacia esta ciudad, nos dijo que nos contrataría una empresa, pero a nuestra llegada y después de varios problemas que enfrentamos nos quedamos varados, sin nada aquí en este lugar”, expresó.

Después de esta dura travesía y al encontrarse en un sitio que no conocía, decidió buscar trabajo ya que su pareja -una persona migrante proveniente de El Salvador- también enfrentaba una situación crítica al no contar con la documentación requerida que le permitiera laborar.

Pero lamentablemente se enfrentó a una situación de discriminación laboral, ya que al encontrarse embarazada muchos empleadores desistían en contratarla.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Hace un año que comencé a trabajar en los cruces y en los semáforos del Centro Histórico. Nadie nos contrataba y debido a la situación que nos aqueja a mi pareja y a mi, nos vimos obligados a convertirnos en artistas callejeros. Gracias a Dios, hemos encontrado un oficio que desde entonces nos ha permitido llevar algo de comida a nuestros hijos”, refirió.

Esta simpática payasita, llega a trabajar un total de más de ocho horas diarias. Oficio que divide con su labor de madre, pues al maternar a dos pequeños menores de dos años, se ve obligada a llevarlos consigo debido a que sus bajos ingresos no le permiten pagar una guardería.

Lo difícil es que la gente a veces me juzga porque traigo a mis pequeños, pero no tengo quién me los cuide. Mi pareja afortunadamente encontró trabajo hace unos días y tengo que apoyarlo al continuar trabajando en estos cruces. Además prefiero tener a mis hijos cerca saber que necesitan y que están conmigo"

Entre cada “alto” del semáforo, una pequeña bocina le acompaña y tras unos segundos de música, comienza su pequeño espectáculo.

Guadair camina entre los automovilistas brindando un show muy singular. Lanza las pelotas y entre lo vistoso de su traje y el maquillaje, las sonrisas no se hacen esperar.

A veces, no es mucho el dinero que recibe de la gente pero sabe que, ante las circunstancias que la trajeron a San Luis Potosí podría enfrentar una problemática mucho peor.

“No todos los días son buenos, pero he conocido personas muy amables que no nos abandonan. Nos regalan comida y ropa para mis bebés, entonces esas acciones me motivan a seguir echándole ganas a pesar de nuestra historia de vida”.

En medio del estruendo del tráfico y lo caótico de la movilidad del Centro Histórico, una sonaja suena a lo lejos, y entonces Guadair sabe que el show debe terminar. Sus pequeños le esperan y las calles tienen que esperar, porque desempeñará su labor más importante: el de ser mamá.

¿Qué más ha pasado en San Luis Potosí? entérate aquí

Guadair Hernández Rivera, originaria del municipio de Chignahuapan, Puebla, llegaría con engaños al estado potosino como víctima de explotación laboral.

Tras descubrir que la oferta de trabajo era una mentira y sin empresa para la cual laborar, emprendió la búsqueda de actividades que le permitieran subsistir en una ciudad que desconocía.

Fue entonces que esta joven madre de dos hijos, convirtió las vialidades de la Capital en su principal fuente de ingreso.

Hoy el espacio público ha sido el escenario principal que durante más de un año le ha servido para desempeñarse como payasita y malabarista urbana.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Llegué a San Luis Potosí por necesidad. Nos trajeron a trabajar supuestamente a mi pareja y a mí, pero con engaños. El reclutador que nos hizo viajar hacia esta ciudad, nos dijo que nos contrataría una empresa, pero a nuestra llegada y después de varios problemas que enfrentamos nos quedamos varados, sin nada aquí en este lugar”, expresó.

Después de esta dura travesía y al encontrarse en un sitio que no conocía, decidió buscar trabajo ya que su pareja -una persona migrante proveniente de El Salvador- también enfrentaba una situación crítica al no contar con la documentación requerida que le permitiera laborar.

Pero lamentablemente se enfrentó a una situación de discriminación laboral, ya que al encontrarse embarazada muchos empleadores desistían en contratarla.

Alejandra Ruiz | El Sol de San Luis

“Hace un año que comencé a trabajar en los cruces y en los semáforos del Centro Histórico. Nadie nos contrataba y debido a la situación que nos aqueja a mi pareja y a mi, nos vimos obligados a convertirnos en artistas callejeros. Gracias a Dios, hemos encontrado un oficio que desde entonces nos ha permitido llevar algo de comida a nuestros hijos”, refirió.

Esta simpática payasita, llega a trabajar un total de más de ocho horas diarias. Oficio que divide con su labor de madre, pues al maternar a dos pequeños menores de dos años, se ve obligada a llevarlos consigo debido a que sus bajos ingresos no le permiten pagar una guardería.

Lo difícil es que la gente a veces me juzga porque traigo a mis pequeños, pero no tengo quién me los cuide. Mi pareja afortunadamente encontró trabajo hace unos días y tengo que apoyarlo al continuar trabajando en estos cruces. Además prefiero tener a mis hijos cerca saber que necesitan y que están conmigo"

Entre cada “alto” del semáforo, una pequeña bocina le acompaña y tras unos segundos de música, comienza su pequeño espectáculo.

Guadair camina entre los automovilistas brindando un show muy singular. Lanza las pelotas y entre lo vistoso de su traje y el maquillaje, las sonrisas no se hacen esperar.

A veces, no es mucho el dinero que recibe de la gente pero sabe que, ante las circunstancias que la trajeron a San Luis Potosí podría enfrentar una problemática mucho peor.

“No todos los días son buenos, pero he conocido personas muy amables que no nos abandonan. Nos regalan comida y ropa para mis bebés, entonces esas acciones me motivan a seguir echándole ganas a pesar de nuestra historia de vida”.

En medio del estruendo del tráfico y lo caótico de la movilidad del Centro Histórico, una sonaja suena a lo lejos, y entonces Guadair sabe que el show debe terminar. Sus pequeños le esperan y las calles tienen que esperar, porque desempeñará su labor más importante: el de ser mamá.

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