- Es uno de los palacios más representativos de la entidad y único en el país, que imprime sin duda el buen gusto de los potosinos del siglo XX
- Obra del arte neoclásico francés, construida desde 1906 hasta 1912, la que quedó inconclusa por el fallecimiento de don Ipiña de la Peña
- El lugar enmarca la leyenda de “La Maltos”, mujer conocida como practicante de artes oscuras, bastaba sólo su palabra, para aplicar tormento y matar en las mazmorras de dicho edificio a las personas que ella señalaba
La suntuosidad y el profuso gusto por el arte neoclásico francés que se manifestaba en todas sus formas en la capital potosina a principios de siglo XX, se expone en uno de los palacios más representativos de la ciudad, el Edificio Ipiña.
Obra del ingeniero Octaviano Cabrera, construida de 1906 a 1912, cuenta con tres pisos en su parte central y comprende casi toda una manzana. Su esbelta y armoniosa arquería de riolita y cantera que recorre su oriente y sur, está inspirada en los corredores de la Avenida Rivoli en Francia, detalles que lo han convertido en una construcción arquitectónica distinguida de su época.
Edificio ubicado en la avenida Venustiano Carranza esquina con Damián Carmona, lleva por nombre el apellido de un personaje memorable de San Luis Potosí, el dos veces presidente municipal de la capital, José Encarnación Ipiña de la Peña, quien ocupó diversos cargos públicos en la entidad. Además de ser uno de los principales benefactores económicos en diversas obras, entre ellas la construcción del Hospital Miguel Otero y por supuesto la edificación conocida hoy por los potosinos como “Arcos Ipiña”.
Esta maravillosa joya arquitectónica (obra del Ing. Octaviano Cabrera Hernández, yerno del señor José Encarnación Ipiña) quedaría inconclusa después de 6 años de desarrollo, por la muerte del señor Ipiña.
Este edificio se levantó en una manzana completa de un total de 5,922 metros cuadrados, en los cuales se pudieron finalizar sólo dos fachadas de estilo neoclásico francés. En un comienzo la planta superior sirvió como un área de departamentos, donde incluso el señor Encarnación Ipiña y el ingeniero Cabrera residieron. Según lo recopilado por el Archivo Histórico del Estado, en el sitio donde hoy se encuentra levantado este edificio, se encontraban casas habitación adquiridas para su construcción, la cual inicialmente estaba contemplada llegar hasta la calle Bolívar, pero como no se logró obtener la adquisición de todas las propiedades, sólo llega hasta la calle independencia.
Por otro lado el espacio de las arcadas fue destinado para comercios de distintos rubros y oficinas, espacios que hoy en día permanecen con algunas modificaciones y restauraciones en sus interiores.
Cabe resaltar que en sus arcos aún permanece su gran cornisa y los detalles en cantera siguen casi intactos a pesar de los más de cien años de su construcción. Asimismo cuenta con dos pasajes peatonales actualmente tapiados lo cruzan de manera transversal, uno llamado Cristóbal Colón y el otro Isabel la Católica.
Ciertamente el Edificio Ipiña, es una estructura arquitectónica que la hace merecedora de ser considerada uno de los palacios más representativos de la entidad y único en el país, que imprime sin duda el buen gusto de los potosinos del siglo XX para crear espacios destinados para actividades comerciales, de negocios y de vivienda que han marcado todo un siglo de historia.
HISTORIAS QUE PERMANECEN EN EL TIEMPO
Según los relatos recabados por residentes cercanos a esta construcción, señalaron para El Sol de San Luis, algunas peculiaridades sobre las funciones de este edificio en décadas pasadas.
Cuentan que por el año de 1960 uno de sus locales fungió como un distintivo y famoso gimnasio que se llamaba "Débiles y Poderosos", así como también se ubicó en este espacio la muy conocida La academia Técnica Femenina "Atenea".
Referente a su arquitectura se dice que está inspirada en la Rue de Rivolí, una calle de París , Francia, y pese a que hay aproximadamente 80 años de diferencia entre ambas construcciones, se piensa que por órdenes del señor Ipiña, se levantó esta edificación basándose en el modelo parisino.
Esta edificación también enmarca una de las leyendas más conocidas en la entidad, que lleva por nombre “La Maltos”. Una mujer conocida como practicante de artes oscuras, que dicen, habitó en este lugar, extrañamente a pesar de sus costumbres, fue nombrada inquisidora y bastaba sólo su palabra, para aplicar tormento y matar en las mazmorras de dicho edificio a las personas que ella señalaba. Trataba a los reos cruelmente y los sacrificaba en persona. Pues se cuenta que en el mismo terreno, en la época colonial, había un centro de reclusión para los detenidos por la Inquisición.
La gente decía que tenía pacto con Satanás, y que por ello era una mujer diabólica.
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