Más de un siglo de historia comercial y familiar refleja “La Fábrica”, -como le conocen- , un legendario local dedicado a la fabricación y venta de veladoras, ubicado en la distintiva calle Pedro Montoya, en el Centro Histórico de la Capital potosina.
El trabajo de toda una familia de mujeres trazan la silueta de este tradicional negocio. Detrás del mostrador, esperan Lourdes, Ma. Irma y Margarita, -todas de apellido Coss-, para atender a la clientela que llega.
110 años entre ceras, parafinas, pabilos y por supuesto veladoras, es el ambiente que se divisa en los anaqueles de esta tienda. Un fondo de velas rojas, verdes, cirios pascuales, uno que otro santo y letreros sobre la mercancía, abrazan a estas tres mujeres que son el reflejo del progreso femenino, un esfuerzo bien dispuesto y absolutamente dedicado, pues mantener a flote este singular comercio les ha requerido décadas de mucho trabajo.
Entre algunas sonrisas ocultas por el cubrebocas y una amabilidad que se desborda en atenciones, Lourdes, Irma y Margarita comparten para El Sol de San Luis, la historicidad que hay detrás de uno de los negocios más antiguos de la entidad.
Con ahínco y una enorme entrega al trabajo, la historia de un joven marcaría el inicio de lo que hoy se conoce como “La Fábrica”. “Nuestro padre Sotero, empezó porque a él lo enseñó a hacer velas y cirios un señor que se llamaba Don Cristino. Papá trabajaba para él cuando era un adolescente,y desde muy joven aprendió el oficio por necesidad. Después con sus ahorros pudo poner su propio negocio, al principio hacía las velas de manera artesanal, porque todo lo hacía a mano. Nosotras vendemos velas por nuestro papá”.
“Nuestros padres Sotero Coss y Margarita Martínez empezaron, después todos sus hijos nos dedicamos a esto, algunos, sólo durante un tiempo cuando vivían acá. Ahora sólo nosotras tres continuamos con este trabajo, y también uno de nuestros hermanos, quien tiene su local de velas como a una cuadra de aquí”. Extrañamente este local carece de nombre, pero ha sido bautizado por los vecinos locatarios, comerciantes y asiduos compradores como “La Fábrica”, un título que por mera distinción a su oficio se le ha otorgado a este comercio.
“La gente conoce nuestro local como “La Fábrica”, aunque el negocio no tiene nombre. Así le llaman porque antes aquí se fabricaban las velas y veladoras, pero ahora solo funciona como tienda. Aún con el pasar de los años, la gente continúa preguntando si aquí es la fábrica de velas”. “La familia tiene vendiendo velas 11 décadas. Aunque antes las fabricábamos y las vendíamos, desde hace 46 años sólo las vendemos. Dejamos de fabricarlas por ahí del año 1974”, indicaron.
Con el transcurrir de los años las demandas de productos fueron otras. Mucha clientela que acostumbraba a comprarles veladoras y cirios dejó de asistir de manera habitual, pero a pesar de ello, este sitio sigue siendo un referente obligado para la adquisición de este tipo de productos.
“Ya cambió mucho, se vende menos que antes debido al desinterés paulatino de la gente en estos productos, ya que ha crecido la competencia. Semana Santa, Día de Muertos, Navidad y también el Día de la Madre es cuando se ve más movimiento por acá. De igual forma cuando se acerca alguna fiesta patronal, la clientela reaparece y realiza la compra de una que otra veladora”.
No obstante, remarcaron con firmeza que con todo y la creciente competencia, aunado a las crisis económicas y hasta sanitarias, “la gente nos sigue buscando a nosotras”. Atrás quedaron aquellos momentos donde en el taller se escurría la parafina en moldes y se aplicaban los pabilos; también se fueron los temores de “tronar” el vidrio mientras se vertía la cera y elegir bien el calibre de la mecha.
Porque aunque la maquinaria ha sustituido muchos de los procesos para hacer las veladoras, existen saberes en el oficio familiar que no pueden ser desplazados por ningún artefacto, un trabajo manual que es del entero conocimiento de estas herederas de la cera. Pero de manera inevitable, un cambio surgió para ellas, como el mismo fuego que consume una vela y la transforma, así ocurrió con la familia Coss y este tradicional negocio, donde se aperturaron a los nuevos procesos de producción, y hoy día se dedican enteramente a las ventas.
Actualmente se surten de proveedores únicamente potosinos. Los productos que comercian van desde veladoras sin vaso, velas de bolsa, veladoras de imagen, hasta cirios. “Lo más vendido son los cirios del número 3 x mitad que se usa para ceremonias como la Primera Comunión y el del número 2 que es el que se usa para velación”, señalaron.
Al día en una buena temporada pueden llegar a vender hasta 100 velas y cirios, donde además puntualizaron que es necesario saber de qué están elaborados los productos, para que la clientela y los no conocedores, no se confundan, “las veladoras y velas son de parafina, y los cirios en todos sus tamaños son de cera (de abeja)”.
También la clientela se ha diversificado con el tiempo y sus búsquedas en cuanto a productos se han vuelto más que llamativas, una de éstas, son las velas que tienen forma de parejas o de partes íntimas sexuales, las cuales no han ofertado aún en este negocio, pues prefieren continuar la línea tradicional de su comercio.
La clientela es variada, y en su local se pueden ver llegar desde monjas de alguna orden religiosa, creyentes y devotos de santos, personas en busca de veladoras para ofrendar, compradores de cirios para celebrar cualquier tipo de sacramento, hasta los curiosos y supersticiosos que van con la finalidad de poder encontrar algo esotérico para la atracción del dinero o la bonanza.
Los precios varían según lo que el comprador solicite, sin embargo los costos son accesibles y para nada elevados, “la más económica es la veladora sin vaso de $6.00 y la más cara es la ecológica quincenal de $70.00”. Visitar “La Fábrica” es adentrarse a una atmósfera que retrocede en el tiempo, el aroma de una mecha recién apagada, es una especie de símbolo de toda aquella historia de vida dedicada al oficio de hacer y vender velas, uno que se niega a formar parte del olvido.