Retratos, globos y uno que otro juguete, adornan y acompañan el sepulcro de quienes en plena inocencia se adelantaron a la vida eterna. Algunos rehiletes con las aspas ya rotas, parecen anunciar la llegada del recuerdo y la presencia de las almas de niños y niñas que dejaron el plano de lo terrenal y quienes las primeras horas del 1o de Noviembre serán recibidos con la luz eterna de las veladoras dispuestas por sus familias.
Este año la celebración del Día de Muertos en los cementerios, escribirá una historia diferente, pues en plena crisis pandémica los padres de familia tendrán que rememorar a sus pequeños hijos e hijas difuntos, desde sus hogares.
Atrás quedarán los peluches, el figurín de acción, las pelotas y muñecas que acompañarán la sepultura de sus pequeños. Sólo el recuerdo y el amor inmenso será el que arropará las emotivas ofrendas en honor a las almas de sus infantes.
Para Imelda Ortega, de 27 años de edad, será una celebración de Día de Muertos sobria y a la distancia, donde la ausencia de su pequeña hija Yareli será aún más dolorosa al no poder visitar su tumba.
Yareli falleció en el año 2016, a los 6 meses de vida debido a la “Muerte de cuna”. “La dormí y jamás despertó. Su pediatra nos dijo que es un síndrome muy común entre los bebes y sucede de repente. Ha sido una experiencia muy difícil de sobrellevar, fue una niña muy deseada. Nuestro consuelo es que no sufrió, ni padeció ningún tipo de dolor. Pero a pesar de ello su ausencia nos sigue doliendo como el primer día, es difícil la muerte de un hijo”, refirió con tristeza Imelda.
Y es que desde hace casi cuatro años, Imelda, su esposo, madre y suegra, se daban cita en un pequeño nicho dispuesto en los primeros cuadrantes del panteón para llevar regalos, juguetes y ofrendas a su pequeña Yareli.
Ahora, dispondrán una ofrenda especial para los “angelitos” en su hogar. Los regalos para Yareli los colocarán en cada nivel de su altar, habrá una mamila -refiere emotiva Imelda-, sus zapatitos y unas chambritas.
“Pensamos que este año sí se podría visitar el cementerio, pero los contagios de Covid-19 nos quitaron este emotivo encuentro con nuestra hija, Es difícil honrar la memoria de nuestra hija en estas fechas, pero ahora aún más al no poder visitarla. Ya entramos a semáforo naranja, no nos será posible asistir”, expresó.
Los niños y niñas difuntos según lo indica la celebración del Día de Muertos, son los primeros en ser recibidos, comúnmente en la tumba del pequeño es necesario dejar un juguete que lo acompañe para que no se sienta solo y algunas veladoras blancas para recibir su alma.
En el icónico Cementerio del Saucito cuenta con 66 hectáreas que resguardan más de 340 mil sepulcros, entre ellos más de 165 mil pertenecen a niños y niñas. Los sepulcros infantiles se distinguen por la gran cantidad de colores pastel, nichos vistosos, ángeles que resguardan la tumba y edificaciones especiales que simulan pequeñas casitas o cuartitos.
También flores distintivas como el alhelí y la nube no pueden faltar, según refiere Imelda, son las que siempre se les lleva a los niños en estas celebraciones mortuorias, pues significan pureza. “Al año de haber fallecido mi niña, una señora que vendía flores se me acercó porque me vió con el retrato de mi hija. Me dijo que le pusiera Alhelí y Nube en su tumba, pues significan la ternura de los niños. También me comentó que tradicionalmente esas flores se usan en Día de Muertos para acompañar las almas de los pequeños, por eso yo siempre dibujaba un caminito con los pétalos alrededor del nicho de mi hija, ahora las pondré en el altar de mi casa”.
Este 2020 los sepulcros infantiles, podrían quedarse sin los tradicionales dulces de alfeñiques, globos y peluches. Ahora los pequeños serán recordados desde la intimidad de sus hogares, a través de las oraciones de familiares que les recuerdan y se lamentan por su ausencia. Tal vez una que otra madre o padre de familia se aventure acompañar un momento a sus pequeños, si la contingencia sanitaria se los permite, porque no es sólo mantener una tradición ancestral viva, sino también enaltecer desde lo terrenal la memoria y presencia de aquellos que partieron antes de tiempo.