Superó lo que la sociedad denomina “no apto para las mujeres”; se arriesgó, soportó discriminación, misoginia y brincó sus propias barreras y miedos. Tomó el volante de una pesada unidad del transporte público, e inicio su trayecto.
Sandra Hernández Ramos es madre soltera, a pesar de que estudió Secretariado Bilingüe, no pudo conseguir una fuente laboral en donde tuviera el dinero que requería para sacar adelante a sus dos hijos.
Luego de intentarlo en diversos trabajos, y cansada de tocar puertas en busca de una oportunidad que le permitiera desempeñar sus estudios, decidió integrarse a las filas del trasporte público, como operadora, oficio que desempeña desde hace cinco años.
Soportando las inclemencias del tiempo, Sandra lleva a cabo largas y pesadas jornadas. Al menos cinco días a la semana, circula por las diferentes rutas de la línea Tequis y Anexas iniciando a las 6 de la mañana y terminando aproximadamente a las 10 de la noche.
Trasporta hasta 900 personas al día, y aunque sus clientes siempre han sido amables y la admiran, en sus inicios, los compañeros le cerraban el paso, le “aventaban” los camiones y aceleraban para ganarle los pasajeros.
Es un trabajo para hombres, le decía sus padres y sus hermanos, pero ella quería alcanzar sus metas; “y de aquí, a conducir un tráiler, es difícil, es pesado, pero gracias a Dios saco lo que necesito para vivir”.
Aunque no ha sufrido, ni provocado ningún accidente automovilístico, algo que marcó su vida, fue el asalto que sufrió hace un par de años; “es un trabajo que implica mucho riesgo, pero al final del día vale la pena, porque mis hijos tienen lo que necesitan para vivir”.
“Mi mamá diario me baja la corte celestial, me manda con todas las bendiciones, Dios es muy grande, no se equivoca, y si estoy aquí es por algo. Todo lo que queremos podemos lograrlo, las mujeres debemos perder el miedo”.
A pesar de no ser fácil y arriesgar su vida diariamente, Sandra ama lo que hace y el mayor de los regalos es la admiración de sus hijos; “me dicen: no entiendo de dónde sacas tanto coraje, tanta garra; esas palabras me alientan para seguir”, reiteró.
“Pensar en otro trabajo la verdad no creo, siempre acabo con un volante en la mano, lo complicado es que te acepten los hombres cuando invades lo que consideran su espacio, el estar en un trabajo a la par que ellos, a veces, el recelo, hay rechazo por parte de ellos”.