/ miércoles 26 de septiembre de 2018

Joaquín Rocha ganó la presea de bronce en los juegos de México 68

El boxeador sigue siendo admirado por la gente

Se acercael 50 aniversario de los Juegos Olímpicos de México 68 y la nostalgia lo invade.

Ya no más el clamor de los miles de compatriotas gritando su nombre cuando enfrentó a sus rivales arriba del ring. Ya no los mensajes de su padre, el luchador Florencio “Yaqui” Rocha, o el ver los gestos que le hacía su entrenador polaco Enrique Nowara desde una esquina durante las contiendas.

Los gritos halagadores se han callado. La furia olímpica ha quedado atrás, junto con anécdotas y recuerdos. De esos años practicando varios deportes en los barrios de Azcapotzalco, hasta que encontró su verdadera pasión en el boxeo.

Hoy, el tímido gigante Joaquín Rocha sigue siendo un hombre íntegro, consciente de lo vivido. Puso su nombre en el muro de los inmortales, lo cual lo tiene satisfecho, aunque su mirada tenga grabado el día que ganó la presea de bronce.

“Se está acabando la generación de oro. De quienes ahora estamos arriba de los 50 años, pero que teníamos valores y principios bien arraigados. El tiempo pasa y no vuelve. Nosotros somos ya historia viva, aunque eso deberían de aprovechar las nuevas generaciones; nuestra experiencia y vivencias para invertirlas en los jóvenes que empiezan. Vivimos la XIX Olimpiada de México y dimos todo”.

Rocha Herrera vuelve al pasado. Con su 1.92 metros de estatura y más de 80 kilogramos, hizo creer a México que los sueños se cumplen si sigues el camino correcto. Porque con tan solo once peleas disputadas, se enfrentó a campeones mundiales sin temor, como al holandés Rudolfus Lubbers, a quien le ganó el tercer lugar olímpico en esta prueba.

“Desgraciadamente todo se está quedando en el olvido. Algunos Olímpicos ya se fueron y los que estamos, nada más nos utilizan para dar realce a sus eventos. Tristemente nuestro Gobierno no aquilata el esfuerzo, lágrimas y dedicación que nos llevó a ceñirse de una medalla Olímpica, que cuántas personalidades hubieran querido lograr. Muchos no llegaron hasta la final, pero los que sí, dimos una gran satisfacción al país”.

No logra comprender cómo un país tan fácilmente olvida.

“Ahora lo único que solicitamos es trabajo para vivir dignamente y dar a la población nuestra experiencia. Y qué pasa, nos vapulean las autoridades. Saben que nos pueden ayudar, pero no quieren” señaló.

Este es Joaquín Rocha, quien sigue siendo admirado por la gente, “por ustedes los medios que siguen rescatando a quienes fuimos medallistas olímpicos”, por el pueblo y esos amigos que no lo han abandonado.

La vivencia que tuvo aquella noche del 24 de octubre en el ring de la Arena México ha quedado en el baúl de los recuerdos, que siempre lo acompañarán porque ser medallista olímpico no se le da a cualquiera. Tiene en mente como si fuera ayer el rostro del ruso Ionas Chepulis, quien le impidió llegar a ceñirse la medalla de oro, pero también recuerda la gran satisfacción que le dio vencer a Rodolfus Lubbers para asegurar la medalla de bronce, el gigante de Azcapotzalco dio todo en el ring.


Se acercael 50 aniversario de los Juegos Olímpicos de México 68 y la nostalgia lo invade.

Ya no más el clamor de los miles de compatriotas gritando su nombre cuando enfrentó a sus rivales arriba del ring. Ya no los mensajes de su padre, el luchador Florencio “Yaqui” Rocha, o el ver los gestos que le hacía su entrenador polaco Enrique Nowara desde una esquina durante las contiendas.

Los gritos halagadores se han callado. La furia olímpica ha quedado atrás, junto con anécdotas y recuerdos. De esos años practicando varios deportes en los barrios de Azcapotzalco, hasta que encontró su verdadera pasión en el boxeo.

Hoy, el tímido gigante Joaquín Rocha sigue siendo un hombre íntegro, consciente de lo vivido. Puso su nombre en el muro de los inmortales, lo cual lo tiene satisfecho, aunque su mirada tenga grabado el día que ganó la presea de bronce.

“Se está acabando la generación de oro. De quienes ahora estamos arriba de los 50 años, pero que teníamos valores y principios bien arraigados. El tiempo pasa y no vuelve. Nosotros somos ya historia viva, aunque eso deberían de aprovechar las nuevas generaciones; nuestra experiencia y vivencias para invertirlas en los jóvenes que empiezan. Vivimos la XIX Olimpiada de México y dimos todo”.

Rocha Herrera vuelve al pasado. Con su 1.92 metros de estatura y más de 80 kilogramos, hizo creer a México que los sueños se cumplen si sigues el camino correcto. Porque con tan solo once peleas disputadas, se enfrentó a campeones mundiales sin temor, como al holandés Rudolfus Lubbers, a quien le ganó el tercer lugar olímpico en esta prueba.

“Desgraciadamente todo se está quedando en el olvido. Algunos Olímpicos ya se fueron y los que estamos, nada más nos utilizan para dar realce a sus eventos. Tristemente nuestro Gobierno no aquilata el esfuerzo, lágrimas y dedicación que nos llevó a ceñirse de una medalla Olímpica, que cuántas personalidades hubieran querido lograr. Muchos no llegaron hasta la final, pero los que sí, dimos una gran satisfacción al país”.

No logra comprender cómo un país tan fácilmente olvida.

“Ahora lo único que solicitamos es trabajo para vivir dignamente y dar a la población nuestra experiencia. Y qué pasa, nos vapulean las autoridades. Saben que nos pueden ayudar, pero no quieren” señaló.

Este es Joaquín Rocha, quien sigue siendo admirado por la gente, “por ustedes los medios que siguen rescatando a quienes fuimos medallistas olímpicos”, por el pueblo y esos amigos que no lo han abandonado.

La vivencia que tuvo aquella noche del 24 de octubre en el ring de la Arena México ha quedado en el baúl de los recuerdos, que siempre lo acompañarán porque ser medallista olímpico no se le da a cualquiera. Tiene en mente como si fuera ayer el rostro del ruso Ionas Chepulis, quien le impidió llegar a ceñirse la medalla de oro, pero también recuerda la gran satisfacción que le dio vencer a Rodolfus Lubbers para asegurar la medalla de bronce, el gigante de Azcapotzalco dio todo en el ring.


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