Poco se conoce sobre la vida y producción plástica de este artista; no obstante, aparece registrado en la bibliografía temprana de la historia de La pintura colonial en México, de Manuel Toussaint.
Las representaciones sobre la Inmaculada Concepción en la Nueva España por lo general la muestran de cuerpo entero; en este caso, el padre Manuel realizó una especie de retrato de la Virgen, quien posa con expresión de inocencia, está vestida de blanco y con manto azul.
Por su formato, posiblemente la obra fue realizada para un espacio devoción al íntimo. La claridad de los tonos aplicados en el fondo y en el primer plano, el tratamiento de los pliegues vaporosos de la vestimenta, así como la dulzura con que se trabajó el rostro de la Virgen denota una impecable factura.
El brillo de la mirada, los suaves rayos que rodean su cabeza y el broche de zafiro y perla que adorna su pecho están bien trabajados. El estilo dulce y sereno de la figura femenina es similar a aquellas Inmaculadas que realizó el pintor español Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682).