/ sábado 10 de julio de 2021

¿Y, cuál es tu aguijón?


La vida nunca será perfecta, porque lo perfecto es lo que está terminado y el hombre, siempre está en camino hacia la perfección.

Y mientras algo nos falte, nuestra vida será imperfecta.

Y como quisiéramos que nada nos faltara; no queremos vivir sufriendo por lo que se fué, o añorando lo que no tenemos.

Aunque tenerlo todo, es un riesgo; porque al creer que estamos completos, nos estará faltando la humildad.

Y por pensar que somos perfectos, dejamos que nos gane la soberbia, y ésta, nos lleva a perder; porque nos hace cometer muchos errores.

Ya lo decía San Pablo: “Para que no me llene de soberbia, por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme".

"Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido":

"Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. (2 Cor.12).

Ahora, nos toca llevar ese aguijón prendido a nuestra carne, para no olvidar que somos débiles; y el dolor, nos recuerde lo que somos.

Aunque nadie quisiera, tener que llevar esa piedra en el zapato, que es incómoda y además lastima; pero que nos ayuda a ocupar el sitio que nos corresponde.

Dios, en su sabiduría, ha permitido que el demonio, venga a humillarnos con alguna carencia; para que así, no nos llenemos de soberbia, y acabemos perdidos.

Sería bueno preguntarnos: ¿Cuál es esa espina que llevamos prendida a nuestra carne?.

Tal vez sea un dolor, una enfermedad, un amigo o un pariente incómodo.

Pero siempre hay una carencia, que nos viene a hacer conscientes de nuestras limitaciones.

En la debilidad, es donde mejor se aprende a vivir. Porque la humildad nos encara con la verdad; mientras que la soberbia nos ciega, y nos mantiene viviendo en la mentira.

Sin sufrimiento no hay sabiduría. Y ésta, sólo se adquiere en el dolor, jamás en el éxito.


La vida nunca será perfecta, porque lo perfecto es lo que está terminado y el hombre, siempre está en camino hacia la perfección.

Y mientras algo nos falte, nuestra vida será imperfecta.

Y como quisiéramos que nada nos faltara; no queremos vivir sufriendo por lo que se fué, o añorando lo que no tenemos.

Aunque tenerlo todo, es un riesgo; porque al creer que estamos completos, nos estará faltando la humildad.

Y por pensar que somos perfectos, dejamos que nos gane la soberbia, y ésta, nos lleva a perder; porque nos hace cometer muchos errores.

Ya lo decía San Pablo: “Para que no me llene de soberbia, por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme".

"Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido":

"Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. (2 Cor.12).

Ahora, nos toca llevar ese aguijón prendido a nuestra carne, para no olvidar que somos débiles; y el dolor, nos recuerde lo que somos.

Aunque nadie quisiera, tener que llevar esa piedra en el zapato, que es incómoda y además lastima; pero que nos ayuda a ocupar el sitio que nos corresponde.

Dios, en su sabiduría, ha permitido que el demonio, venga a humillarnos con alguna carencia; para que así, no nos llenemos de soberbia, y acabemos perdidos.

Sería bueno preguntarnos: ¿Cuál es esa espina que llevamos prendida a nuestra carne?.

Tal vez sea un dolor, una enfermedad, un amigo o un pariente incómodo.

Pero siempre hay una carencia, que nos viene a hacer conscientes de nuestras limitaciones.

En la debilidad, es donde mejor se aprende a vivir. Porque la humildad nos encara con la verdad; mientras que la soberbia nos ciega, y nos mantiene viviendo en la mentira.

Sin sufrimiento no hay sabiduría. Y ésta, sólo se adquiere en el dolor, jamás en el éxito.