/ domingo 13 de mayo de 2018

Un camino hacia Dios

En la epidemia de viruela negra de 1923, visitando a los enfermos en los hospitales y en el Lazareto de Tlalpan, el padre Moisés, se contagió gravemente; los médicos lo desahuciaron. Religiosas de varias comunidades y el mismo padre Félix oraron mucho por él, devolviéndole Dios la salud.

En diciembre de 1925 en la comunidad de Santa Clara en México se dedicó con asiduidad al confesionario y a la atención a los presos. Su ministerio fue intenso en medio de la persecución religiosa peligrando su vida.

El padre Moisés fue enviado a Roma de 1926 a 1928. Estudió Teología Dogmática, Ascética y Mística, Liturgia y Sociología, en las Pontificias Universidades Gregoriana y el Angelicum. Además, por su cuenta, estudió Teología Moral y leyó cuidadosamente una Suma de Derecho Canónico.

Estando en Roma, el padre Moisés vivió una crisis espantosa, no le importaba nada, solamente Dios. En esas circunstancias, experimentó la gran importancia de la fe, y fue cuando más oró, sacando de la fe que debía cogerse de Nuestro Señor y pedirle misericordia y abandonarse a Él. En ese tiempo fue cuando hizo su «voto de abandono», reafirmando las gracias recibidas de Dios en su camino de Infancia Espiritual.

A su regreso a México, el culto no estaba aún restablecido, sin embargo, continuó con mayor entusiasmo y generosidad su ministerio a pesar de los peligros en el país.

Prestó el servicio de Vice-Superior, Superior y Ecónomo General en la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, pero su principal ministerio fue en el confesionario y la predicación sólida y práctica de ejercicios espirituales y retiros, sobre todo a religiosas. Recibió un carisma especial para la dirección espiritual, era muy grande el número de personas que acudían a su confesionario, confesaba de 6 a 8 horas diarias. Dirigió varias almas que aspiraban a una mayor perfección.

Tuvo un gran celo apostólico, escribió: «Me siento con un corazón muy grande para encerrar a todo el mundo, es decir, quisiera remediar todo mal, con una inmensa caridad» «debo ser más que una madre: todo Jesús, dulce y bueno para las almas que Dios me ha confiado». Fue un insigne promotor vocacional, tuvo un carisma especial para los niños; una gran caridad para los sacerdotes, los pobres, los enfermos y los desamparados.

El Jueves Santo de 1934, el padre Moisés fundó la Congregación de Misioneras de la Caridad de María Inmaculada para servir a la Iglesia, en los enfermos y ancianos, en los carentes de formación cristiana e instrucción escolar.


El Venerable Siervo de Dios, padre Moisés Lira Serafín, se encuentra en proceso de ser reconocido como santo. Comunica tus testimonios a Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, Naranjo 157, Col. Sta. María la Ribera, 06400 México, D.F. Tel 01(55)5547 3139 Fax: 01(55)5541 3199 e-mail: cgeneralmcmi@prodigy.net.mx


En la epidemia de viruela negra de 1923, visitando a los enfermos en los hospitales y en el Lazareto de Tlalpan, el padre Moisés, se contagió gravemente; los médicos lo desahuciaron. Religiosas de varias comunidades y el mismo padre Félix oraron mucho por él, devolviéndole Dios la salud.

En diciembre de 1925 en la comunidad de Santa Clara en México se dedicó con asiduidad al confesionario y a la atención a los presos. Su ministerio fue intenso en medio de la persecución religiosa peligrando su vida.

El padre Moisés fue enviado a Roma de 1926 a 1928. Estudió Teología Dogmática, Ascética y Mística, Liturgia y Sociología, en las Pontificias Universidades Gregoriana y el Angelicum. Además, por su cuenta, estudió Teología Moral y leyó cuidadosamente una Suma de Derecho Canónico.

Estando en Roma, el padre Moisés vivió una crisis espantosa, no le importaba nada, solamente Dios. En esas circunstancias, experimentó la gran importancia de la fe, y fue cuando más oró, sacando de la fe que debía cogerse de Nuestro Señor y pedirle misericordia y abandonarse a Él. En ese tiempo fue cuando hizo su «voto de abandono», reafirmando las gracias recibidas de Dios en su camino de Infancia Espiritual.

A su regreso a México, el culto no estaba aún restablecido, sin embargo, continuó con mayor entusiasmo y generosidad su ministerio a pesar de los peligros en el país.

Prestó el servicio de Vice-Superior, Superior y Ecónomo General en la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, pero su principal ministerio fue en el confesionario y la predicación sólida y práctica de ejercicios espirituales y retiros, sobre todo a religiosas. Recibió un carisma especial para la dirección espiritual, era muy grande el número de personas que acudían a su confesionario, confesaba de 6 a 8 horas diarias. Dirigió varias almas que aspiraban a una mayor perfección.

Tuvo un gran celo apostólico, escribió: «Me siento con un corazón muy grande para encerrar a todo el mundo, es decir, quisiera remediar todo mal, con una inmensa caridad» «debo ser más que una madre: todo Jesús, dulce y bueno para las almas que Dios me ha confiado». Fue un insigne promotor vocacional, tuvo un carisma especial para los niños; una gran caridad para los sacerdotes, los pobres, los enfermos y los desamparados.

El Jueves Santo de 1934, el padre Moisés fundó la Congregación de Misioneras de la Caridad de María Inmaculada para servir a la Iglesia, en los enfermos y ancianos, en los carentes de formación cristiana e instrucción escolar.


El Venerable Siervo de Dios, padre Moisés Lira Serafín, se encuentra en proceso de ser reconocido como santo. Comunica tus testimonios a Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, Naranjo 157, Col. Sta. María la Ribera, 06400 México, D.F. Tel 01(55)5547 3139 Fax: 01(55)5541 3199 e-mail: cgeneralmcmi@prodigy.net.mx