/ domingo 18 de julio de 2021

Tus juicios, pueden ser tu condena

Juzgar, es algo que no podemos evitar, porque el hombre piensa, y dialoga haciendo juicios. Pero hay que revisar, la manera en como estamos juzgando.

Ya que podemos juzgar, de manera inconsciente, los mismos delitos que nosotros cometemos.

No olvidemos, que fuimos hechos del mismo barro. Y por eso, somos vulnerables; y estamos expuestos, a cometer los mismos errores.

Nuestros juicios, llevan una carga emocional y subjetiva; es decir, tienen mucho que decir, de la vida del que está juzgando.

Y a la hora de juzgar, podríamos proyectar nuestra propia vida. Y así, nos vamos dando a conocer, aún, sin ser conscientes.

Decía San Pablo: “Por eso, no tienes excusa quienquiera que seas, tú qué juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas que tú juzgas”.(Rom.2,1).

Todos, estamos expuestos, a las mismas tentaciones; lo único que cambia, son las circunstancias.

Por eso, hay que cuidar, nuestra manera de juzgar; porque en el juicio, podríamos dictar nuestra propia condena.

Y si tenemos caridad a la hora de juzgar, Dios tendrá misericordia de nosotros, a la hora que tengamos que ser juzgados.

Más adelante dice San Pablo: “Y, te figuras, tú qué juzgas a los que cometen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparas al juicio de Dios?. (Rom. 2,3).

No olvidemos, que al final todos seremos juzgados. Por tanto, si queremos ser absueltos, hagamos lo mismo con nuestros hermanos, porque al juzgar, sin caridad, estamos anticipando nuestra propia condena.

Juzgar, es algo que no podemos evitar, porque el hombre piensa, y dialoga haciendo juicios. Pero hay que revisar, la manera en como estamos juzgando.

Ya que podemos juzgar, de manera inconsciente, los mismos delitos que nosotros cometemos.

No olvidemos, que fuimos hechos del mismo barro. Y por eso, somos vulnerables; y estamos expuestos, a cometer los mismos errores.

Nuestros juicios, llevan una carga emocional y subjetiva; es decir, tienen mucho que decir, de la vida del que está juzgando.

Y a la hora de juzgar, podríamos proyectar nuestra propia vida. Y así, nos vamos dando a conocer, aún, sin ser conscientes.

Decía San Pablo: “Por eso, no tienes excusa quienquiera que seas, tú qué juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas que tú juzgas”.(Rom.2,1).

Todos, estamos expuestos, a las mismas tentaciones; lo único que cambia, son las circunstancias.

Por eso, hay que cuidar, nuestra manera de juzgar; porque en el juicio, podríamos dictar nuestra propia condena.

Y si tenemos caridad a la hora de juzgar, Dios tendrá misericordia de nosotros, a la hora que tengamos que ser juzgados.

Más adelante dice San Pablo: “Y, te figuras, tú qué juzgas a los que cometen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparas al juicio de Dios?. (Rom. 2,3).

No olvidemos, que al final todos seremos juzgados. Por tanto, si queremos ser absueltos, hagamos lo mismo con nuestros hermanos, porque al juzgar, sin caridad, estamos anticipando nuestra propia condena.