/ miércoles 11 de julio de 2018

Tierra Seca y Piedra Lunar

Verda’ buena que esta vida no es pareja...”, era el discurrir en la cabeza de Emilio Alcántara, ahí sentado como estaba en el piedrón grande, del que, por cierto, desde niño se preguntó cómo se apareció a la orilla de la milpa; ¿de dónde salió? ¡Si en aquel terregal para donde quiera que uno viera todo era llanito! A veces algún terrón lograba hacer bulto, como si la tierra, emperrada en hacerse notar, se apeñuscara, enojada de ver a la sequedad abrir grietas en la tierra seca.

Ahí estaba pues, piensa que piensa el menor de los Alcántara, sentado en el piedrón que seguro se cayó de la luna. ¿De dónde más…? A según recuerda, fue lo que le dijo su tata mayor, cuando ya lo tenía pendejo de tanto preguntarle.

Verda’ buena que esta vida no es pareja...”, se decía, y es que la semana pasada todavía le echaron en el morral un pedazo de carne seca, aparte de los tacos de frijol y el obligado puño de chiles serranos, quien junto con el guaje llenito de agua zarca, eran y habían sido de por siempre, el bastimento de cada día en la milpa. Ahora no hubo de esa carne que se mastica y mastica sacando harta saliva de la boca y hasta hay que afilar un palito para sacarla de entre los dientes... Yuntear, volteando la tierra por razón de que al tata grande ya le agarró el dolor en las coyunturas y, según es bien sabido, eso significa que el agua se viene acercando. Dicen que viene montada en las nubes, pero de estas, ¡ni sus luces!

Verda’ buena que esta vida no es pareja...” Seis años van ya bien corriditos viendo como la hoja del arado, mucho más dura que el machete, aun más que el filo del hacha, va volteando la misma tierra de la vez pasada, y hoy mismo, la que ayer estaba abajo tapándose del sol, ahora sale a darse una buena quemada..., pero nada más... Nunca llega el agua y la semilla se queda ahí como vieja sin parir, y la que se asoma y es vista por los pájaros, principalmente el cuervo, p’os esa ya se fregó. Por más carreras que eches para espantarlos, tu coraje no le gana a su vuelo, y tirarles piedrazos con honda o resortera, ¿p’os de ‘ónde? Si por estos lugares solo se conoce tierra, no hay piedras. Y así, la semilla y la esperanza se van en el pico de este prieto animal, quien, con calma, ya parado y quieto, traga lo que esperabas sería tu propio alimento, de modo que nunca jamás llegas a ver una mata verde, verde, espigando y creciendo hasta rebasar tu estatura, regalándote elotes dulces que te comes crudos, y ya después, otros cocidos, quienes te vienen a llenar la panza igualito a que si hubieras comido gallina en caldo.

Verda’ buena que esta vida no es pareja...” Taco de frijol, mordida de chile serrano y, de vez en vez, un trago de agua gorda... Emilio Alcántara se anda acordando de cuando era chamaco y las elotadas se daban al pie de la milpa en brazas de puro carbón de encino..., queso, harto queso, elotes ahí nomás estirando la mano, sal en grano y chile piquín... -La fiesta de la pisca-. Cortar elotes, arrimar el carbón, ver llegar el queso y sentir como la boca se deshace de puras ganas... Lueguito, lueguito brincar de gusto gritando lo que fuera cuando alguno de los mayores se daba a la tarea de limpiar el horno para meter carbón y más carbón y, ya bien caliente, volver a brincar y gritar al ver como metían dos láminas que habían cortado de un bote de cuatro lados, y ahí, muy bien acomodadas las gordas de maíz hechas con masa revolcada en yerba-anís y endulzadas con piloncillo.

Verda’ buena que esta vida no es pareja...” El agua, al menos por estos lugares, se huyó, igual la de arriba que la de abajo. El sol quema la tierra y a ti te anda chamuscando el pellejo metiéndote una picazón que hasta parece que cargas chincuales... De las gallinas ya nada más quedan las ponedoras. De los cochinos, p’os nomas los chiqueros como recuerdo... Ni pa’ cuando un jarro de leche recién ordeñada... De animales ya nada más se tiene la yunta, y verda’ buena que da coraje ver como tragan, y uno con la lengua que hasta duele de puro seca... Estoy bien seguro que se me está poniendo negra como ala de cuervo, y poco a poco se va ir secando hasta que un mal día me la ande tragando creyendo que es un pedazo de cecina... “Verda’ buena que esta vida es dispareja...” mi vida se me anda yendo entre pura tierra seca y una piedrota que cayó de la luna.


Verda’ buena que esta vida no es pareja...”, era el discurrir en la cabeza de Emilio Alcántara, ahí sentado como estaba en el piedrón grande, del que, por cierto, desde niño se preguntó cómo se apareció a la orilla de la milpa; ¿de dónde salió? ¡Si en aquel terregal para donde quiera que uno viera todo era llanito! A veces algún terrón lograba hacer bulto, como si la tierra, emperrada en hacerse notar, se apeñuscara, enojada de ver a la sequedad abrir grietas en la tierra seca.

Ahí estaba pues, piensa que piensa el menor de los Alcántara, sentado en el piedrón que seguro se cayó de la luna. ¿De dónde más…? A según recuerda, fue lo que le dijo su tata mayor, cuando ya lo tenía pendejo de tanto preguntarle.

Verda’ buena que esta vida no es pareja...”, se decía, y es que la semana pasada todavía le echaron en el morral un pedazo de carne seca, aparte de los tacos de frijol y el obligado puño de chiles serranos, quien junto con el guaje llenito de agua zarca, eran y habían sido de por siempre, el bastimento de cada día en la milpa. Ahora no hubo de esa carne que se mastica y mastica sacando harta saliva de la boca y hasta hay que afilar un palito para sacarla de entre los dientes... Yuntear, volteando la tierra por razón de que al tata grande ya le agarró el dolor en las coyunturas y, según es bien sabido, eso significa que el agua se viene acercando. Dicen que viene montada en las nubes, pero de estas, ¡ni sus luces!

Verda’ buena que esta vida no es pareja...” Seis años van ya bien corriditos viendo como la hoja del arado, mucho más dura que el machete, aun más que el filo del hacha, va volteando la misma tierra de la vez pasada, y hoy mismo, la que ayer estaba abajo tapándose del sol, ahora sale a darse una buena quemada..., pero nada más... Nunca llega el agua y la semilla se queda ahí como vieja sin parir, y la que se asoma y es vista por los pájaros, principalmente el cuervo, p’os esa ya se fregó. Por más carreras que eches para espantarlos, tu coraje no le gana a su vuelo, y tirarles piedrazos con honda o resortera, ¿p’os de ‘ónde? Si por estos lugares solo se conoce tierra, no hay piedras. Y así, la semilla y la esperanza se van en el pico de este prieto animal, quien, con calma, ya parado y quieto, traga lo que esperabas sería tu propio alimento, de modo que nunca jamás llegas a ver una mata verde, verde, espigando y creciendo hasta rebasar tu estatura, regalándote elotes dulces que te comes crudos, y ya después, otros cocidos, quienes te vienen a llenar la panza igualito a que si hubieras comido gallina en caldo.

Verda’ buena que esta vida no es pareja...” Taco de frijol, mordida de chile serrano y, de vez en vez, un trago de agua gorda... Emilio Alcántara se anda acordando de cuando era chamaco y las elotadas se daban al pie de la milpa en brazas de puro carbón de encino..., queso, harto queso, elotes ahí nomás estirando la mano, sal en grano y chile piquín... -La fiesta de la pisca-. Cortar elotes, arrimar el carbón, ver llegar el queso y sentir como la boca se deshace de puras ganas... Lueguito, lueguito brincar de gusto gritando lo que fuera cuando alguno de los mayores se daba a la tarea de limpiar el horno para meter carbón y más carbón y, ya bien caliente, volver a brincar y gritar al ver como metían dos láminas que habían cortado de un bote de cuatro lados, y ahí, muy bien acomodadas las gordas de maíz hechas con masa revolcada en yerba-anís y endulzadas con piloncillo.

Verda’ buena que esta vida no es pareja...” El agua, al menos por estos lugares, se huyó, igual la de arriba que la de abajo. El sol quema la tierra y a ti te anda chamuscando el pellejo metiéndote una picazón que hasta parece que cargas chincuales... De las gallinas ya nada más quedan las ponedoras. De los cochinos, p’os nomas los chiqueros como recuerdo... Ni pa’ cuando un jarro de leche recién ordeñada... De animales ya nada más se tiene la yunta, y verda’ buena que da coraje ver como tragan, y uno con la lengua que hasta duele de puro seca... Estoy bien seguro que se me está poniendo negra como ala de cuervo, y poco a poco se va ir secando hasta que un mal día me la ande tragando creyendo que es un pedazo de cecina... “Verda’ buena que esta vida es dispareja...” mi vida se me anda yendo entre pura tierra seca y una piedrota que cayó de la luna.


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