Hay momentos, en que sentimos el peso de la existencia. Y es ahí, donde percibimos la necesidad de ayuda, porque solos no podemos; pero hay alguien que puede ayudarnos a vivir.
Decía Ortega, que la vida nos fue dada; pero no se nos dio hecha; algo hizo Dios, y algo nos toca hacer a nosotros. Pero bien sabemos, que sin Dios no la hacemos.
Una vida sin Dios, hace que la existencia se vuelva complicada; y la vida, una carga muy pesada. Pero si confiamos en que alguien está con nosotros, veremos la vida de distinta manera. Y así, se aligera la carga y se nos devuelve la alegría.
El salmo tomado del libro de Samuel, responde: “Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador”. Porque en Dios, podemos aligerar la carga de la existencia; y solo con él, es posible una vida llena de alegría.
La palabra alegría, viene del latín, “aligerare”, es decir, quien vive alegre, está aligerado; y no siente tan pesado el yugo de la existencia.
El Evangelio de Lucas, nos presenta el magníficat, donde la Virgen exclama: “… y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador…”. Sentirla presencia de Dios, nos hace experimentar el júbilo.
Por eso, Isabel le dice a María: “Dichosa tu qué has creído…”. Los hombres de fe viven felices; los que viven dudando sufren desdichas.
La fe en la presencia de Dios, nos aligera la carga; y nos permite vivir alegremente. Es posible vivir con júbilo, gracias a la ayuda de Dios.
Con todo esto, podemos asegurar que sin Dios no hay gozo verdadero; y sin él, no hay verdadera alegría. Porque solo con fe, es posible ayudarnos a vivir.
Por eso, cuando rezamos el Avemaría, decimos: “alégrate María…porque el Señor está contigo”. Al rezar, hay que meditar que podemos vivir con alegría, gracias a que el Señor está con nosotros.