/ domingo 2 de mayo de 2021

Sentencias y donaires de O.-L. Barenton

En una feria de libros usados, revolviendo raros y viejos volúmenes, me encuentro con éste que al instante me pongo debajo del brazo: Opiniones de O.-L. Barenton, de Auguste Detoeuf. ¿De qué se trata? ¿Quién es uno y quién es otro? ¡No conozco a ninguno de los dos! Ni sé quién fue O.-L. Barenton, ni mucho menos su biógrafo, ese tal Auguste Detoeuf, pero lo mismo me da: me basta, para adquirirlo, el que sea un hermoso ejemplar lanzado al mundo desde Barcelona por “Francisco Casanova Editor”. ¡Una obra maestra de tipografía! Más tarde, ya hojeándolo, pude descubrir que se trataba, también, de una obra maestra de agudeza e ingenio.

En este libro –estéticamente hermoso-, Auguste Detoeuf recoge las opiniones de su amigo O.-L. Barenton; he aquí algunas de ellas:

“Los economistas tienen razón, decía un jugador de Bolsa: el capital es trabajo acumulado. Sólo que, como uno no puede hacerlo todo, unos trabajan y otros acumulan”.

“¿Cómo no recordar, hablando de negocios, la profunda observación de Paul Laffitte?

“Un idiota rico es un rico.

“Un idiota pobre es un idiota”.

“Para desarrollar la industria de un país, se ha dicho que hay que crear necesidades. Pero son las necesidades de las mujeres las que hay que promover. Porque en cierta ocasión se ofreció una manzana a la primera mujer, y a la mujer le gustó, el hombre fue condenado al trabajo. Y aquel día nació la edad del progreso”.

“La única política buena es la del justo medio. Lo difícil sólo estriba en saber dónde está”.

“Hubo un buen momento en la historia de las democracias: fue el tiempo en que se actuaba sobre la opinión mediante la retórica. Acción pasajera, poco temible. Ahora estamos en la época en que la opinión se forma por medio de la propaganda: temo que no podremos librarnos de ella”.

“Un hombre es viejo a partir del momento en que deja de tener audacia”.

“Cualquier cosa es buena para la vanidad: acepta la menor limosna. Al orgullo nada le basta”.

“La industria, por el tiempo que roba, no es favorable al amor; pero lo es por el dinero que proporciona”.

“Uno cree primero que trabaja para sí mismo; luego se figura que trabaja para su esposa; más tarde se persuade de que trabaja para los hijos; al final, uno de da cuenta de que, durante todo el tiempo, ha trabajado para trabajar”.  

“Todo Consejo de Administración (en realidad, toda junta o reunión, añado yo) comporta dos operaciones importantes y sólo dos: la firma del registro de asistencia y la fijación de la fecha de la próxima sesión”.

“A una estadística se le hace decir lo que queremos, con una condición: omitiendo explicar cómo está hecha.

“No se pregunta de qué modo está hecha una estadística más que cuando demuestra una cosa distinta a lo que se desea. De donde: cuando desee usted que una estadística le informe, oculte cuidadosamente lo que usted quisiera que ella demostrara. Porque, si se sabe, lo demostrará, y puesto que lo demostrará, usted se olvidará de preguntar cómo está hecha”.

“La industria no se ciñe ya a satisfacer necesidades existentes: necesita crear las necesidades que luego ella satisfará. Imitamos al cocinero: empezó a cocinar para dar de comer a quienes tenían hambre. Y ha acabado por hacer de manera que con sus guisos se les despierten los deseos de comer a quienes no tienen apetito”.

“-Cuando me traen un asunto urgente –decía alguien-, lo dejo dormir ocho días.

“-¿Y pasados los ocho días?

“-Al cabo de ocho días, ha dejado de ser urgente”.

“Quien teme a los colaboradores de valor no es un jefe”.

Etcétera.

Etcétera.

Espero una nueva feria de libros viejos. La espero con impaciencia. Para encontrarme con media docenas de libros como éste: libros que no esperaba encontrar por la sencilla razón de que ni siquiera sabía que existieran.

En una feria de libros usados, revolviendo raros y viejos volúmenes, me encuentro con éste que al instante me pongo debajo del brazo: Opiniones de O.-L. Barenton, de Auguste Detoeuf. ¿De qué se trata? ¿Quién es uno y quién es otro? ¡No conozco a ninguno de los dos! Ni sé quién fue O.-L. Barenton, ni mucho menos su biógrafo, ese tal Auguste Detoeuf, pero lo mismo me da: me basta, para adquirirlo, el que sea un hermoso ejemplar lanzado al mundo desde Barcelona por “Francisco Casanova Editor”. ¡Una obra maestra de tipografía! Más tarde, ya hojeándolo, pude descubrir que se trataba, también, de una obra maestra de agudeza e ingenio.

En este libro –estéticamente hermoso-, Auguste Detoeuf recoge las opiniones de su amigo O.-L. Barenton; he aquí algunas de ellas:

“Los economistas tienen razón, decía un jugador de Bolsa: el capital es trabajo acumulado. Sólo que, como uno no puede hacerlo todo, unos trabajan y otros acumulan”.

“¿Cómo no recordar, hablando de negocios, la profunda observación de Paul Laffitte?

“Un idiota rico es un rico.

“Un idiota pobre es un idiota”.

“Para desarrollar la industria de un país, se ha dicho que hay que crear necesidades. Pero son las necesidades de las mujeres las que hay que promover. Porque en cierta ocasión se ofreció una manzana a la primera mujer, y a la mujer le gustó, el hombre fue condenado al trabajo. Y aquel día nació la edad del progreso”.

“La única política buena es la del justo medio. Lo difícil sólo estriba en saber dónde está”.

“Hubo un buen momento en la historia de las democracias: fue el tiempo en que se actuaba sobre la opinión mediante la retórica. Acción pasajera, poco temible. Ahora estamos en la época en que la opinión se forma por medio de la propaganda: temo que no podremos librarnos de ella”.

“Un hombre es viejo a partir del momento en que deja de tener audacia”.

“Cualquier cosa es buena para la vanidad: acepta la menor limosna. Al orgullo nada le basta”.

“La industria, por el tiempo que roba, no es favorable al amor; pero lo es por el dinero que proporciona”.

“Uno cree primero que trabaja para sí mismo; luego se figura que trabaja para su esposa; más tarde se persuade de que trabaja para los hijos; al final, uno de da cuenta de que, durante todo el tiempo, ha trabajado para trabajar”.  

“Todo Consejo de Administración (en realidad, toda junta o reunión, añado yo) comporta dos operaciones importantes y sólo dos: la firma del registro de asistencia y la fijación de la fecha de la próxima sesión”.

“A una estadística se le hace decir lo que queremos, con una condición: omitiendo explicar cómo está hecha.

“No se pregunta de qué modo está hecha una estadística más que cuando demuestra una cosa distinta a lo que se desea. De donde: cuando desee usted que una estadística le informe, oculte cuidadosamente lo que usted quisiera que ella demostrara. Porque, si se sabe, lo demostrará, y puesto que lo demostrará, usted se olvidará de preguntar cómo está hecha”.

“La industria no se ciñe ya a satisfacer necesidades existentes: necesita crear las necesidades que luego ella satisfará. Imitamos al cocinero: empezó a cocinar para dar de comer a quienes tenían hambre. Y ha acabado por hacer de manera que con sus guisos se les despierten los deseos de comer a quienes no tienen apetito”.

“-Cuando me traen un asunto urgente –decía alguien-, lo dejo dormir ocho días.

“-¿Y pasados los ocho días?

“-Al cabo de ocho días, ha dejado de ser urgente”.

“Quien teme a los colaboradores de valor no es un jefe”.

Etcétera.

Etcétera.

Espero una nueva feria de libros viejos. La espero con impaciencia. Para encontrarme con media docenas de libros como éste: libros que no esperaba encontrar por la sencilla razón de que ni siquiera sabía que existieran.