/ martes 15 de febrero de 2022

Por confiar en el hombre, no has podido dar fruto

Al confiar en el hombre, se perdieron los frutos. Porque habíamos olvidado, que el ser humano, no es de fiar. Ya que el hombre, está sujeto a cambio.

Por eso, no es bueno creer en lo que dice los hombres. Porque para éstos, es un arma, la mentira.

Tampoco, hay que esperarlo todo del ser humano, ya que hay promesas que jamás se cumplieron.

“ El corazón es lo más retorcido.; no tiene arreglo: “¿Quién lo conoce?”. (Jer.17,9)

Y por haber dejado de confiar en Dios, pusimos la fe en el hombre; para así, quedar expuestos a la traición, y a la infidelidad.

Dice Jeremías: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que nunca disfrutará de la lluvia. Vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable”.(Jer.17).

Una constante humana, es la inestabilidad; el hombre cambia su modo de sentir, y su manera de pensar; y el que hoy dice que te ama, será el primero en despreciarte.

Porque el corazón del hombre, es lo más difícil de entender.

Y sin embargo, cuando confiamos en Dios, podemos lograr muchos frutos, y ahorrarnos muchas penas.

También dice Jeremías: “Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitara ni dejará de dar frutos”. (Jer. 17).

Si quieres evitar las penas, no le entregues tu corazón al hombre; porque nadie sabe, lo que esconde el corazón del otro.

Hay que amar al hombre, pero sin confiar en él; y amarlo, sin dejar de amarse a uno mismo.

Aunque lo mejor, es amar a Dios, más que a ninguno; porque ese amor, es el único, que nunca estará en riesgo de perderse.

Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.

Al confiar en el hombre, se perdieron los frutos. Porque habíamos olvidado, que el ser humano, no es de fiar. Ya que el hombre, está sujeto a cambio.

Por eso, no es bueno creer en lo que dice los hombres. Porque para éstos, es un arma, la mentira.

Tampoco, hay que esperarlo todo del ser humano, ya que hay promesas que jamás se cumplieron.

“ El corazón es lo más retorcido.; no tiene arreglo: “¿Quién lo conoce?”. (Jer.17,9)

Y por haber dejado de confiar en Dios, pusimos la fe en el hombre; para así, quedar expuestos a la traición, y a la infidelidad.

Dice Jeremías: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que nunca disfrutará de la lluvia. Vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable”.(Jer.17).

Una constante humana, es la inestabilidad; el hombre cambia su modo de sentir, y su manera de pensar; y el que hoy dice que te ama, será el primero en despreciarte.

Porque el corazón del hombre, es lo más difícil de entender.

Y sin embargo, cuando confiamos en Dios, podemos lograr muchos frutos, y ahorrarnos muchas penas.

También dice Jeremías: “Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitara ni dejará de dar frutos”. (Jer. 17).

Si quieres evitar las penas, no le entregues tu corazón al hombre; porque nadie sabe, lo que esconde el corazón del otro.

Hay que amar al hombre, pero sin confiar en él; y amarlo, sin dejar de amarse a uno mismo.

Aunque lo mejor, es amar a Dios, más que a ninguno; porque ese amor, es el único, que nunca estará en riesgo de perderse.

Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.