Es una tentación, querer demostrar lo que no somos
Lo que somos, no ocupa demostración. Porque la identidad se muestra, no se demuestra. Lo que somos está de manifiesto, y no ocupa demostración.
Pero, que fácil es caer en la trampa de las demostraciones.
Alguien dijo: “El hombre se pasa la mitad de su vida creando una imagen, y la otra mitad, se dedica a cuidarla”. Y así, es como se nos va la vida, haciendo demostraciones de lo que somos.
Y por tratar de demostrar lo que somos, llegamos a cometer muchos errores. Y esto, se convierte en una tentación, que no es tan fácil de evitar.
Algunos dicen: que la cuerda se rompe por lo más delgado; y el demonio, se vale de nuestras debilidades, para tentarnos por ese lado.
El cuidado de la imagen, y el temor a que se ponga en duda nuestra identidad, ha sido la causa de muchas desgracias.
El cuidado exagerado de la imagen, es señal de nuestras limitaciones.
Y el Señor, tampoco se escapó, de ser tentado: el diablo, intento hacerlo caer en la trampa, anteponiendo su identidad, y así lo dice la Escritura: “ No comió nada en aquellos días, y cuando se completaron, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, dile a esa piedra que se convierta en pan”.(Lc. 4).
De tanto cuidar la imagen, podemos caer en la tentación. Pero bien sabemos, que la tentación es un engaño; y hasta que caemos en ella, es cuando abrimos los ojos, y nos damos cuenta de nuestro error.
Cristo, no cayó en ninguna trampa, porque había pasado cuarenta días en soledad, y dialogando con su Padre. Y esa luz, le permitió no ceder a la tentación; y por eso, responde con palabras Divinas: “ Está escrito: No solo de pan vive el hombre”.(Lc.4).
En este mundo, nadie está exento de ser tentado; y pocos, se libran de caer en la tentación.
El enemigo, nos asalta con pensamientos negativos, que nos hacen fallar.
Y por esa razón, hay que estar cerca de la luz de Divina, para que en la prueba, podamos vencer al enemigo.
Y con la ayuda de Dios, y su sabiduría, será fácil enfrentar al adversario.